Lo cortés no quita lo valiente. Vaya entonces nuestra cortesía por darle los primeros lugares de este espacio a Diego Schwartzman, finalista en Amberes, Bélgica, y derrotado allí por Jo-Wilfred Tsonga por 6-3 y 7-5. La tercera final ATP de la carrera de “Peque” (ganó su único título ATP en Estambul 2016) fue un desafío de los más complicados que puede enfrentar en un escenario que disfruta profundamente. Y es que el francés vive de lo que produce con su saque, decisivo al extremo en el desarrollo de sus estrategias. Y Diego es, en 2017, el mejor del circuito jugando a la devolución.
Conocido el resultado, queda claro quién fue el más fuerte en esa pulseada, aunque vale mirar algunos números para refrendarlo. Poco mas del 53% de efectividad de primeros servicios le bastó a Tsonga para no dar chances de ser quebrado en el primer parcial y levantar dos de seis oportunidades en el segundo.
Diego ganó menos puntos que su rival cuando éste jugó al saque, rubro estadístico en el que, al igual que en la conversión de break point, quedó lejos de su confiabilidad habitual. Las cifras no invalidan nada de lo mucho que “Peque” está consiguiendo en la temporada. Su primera final se suma a otras tres semis y a 10 presencias en cuartos de final. La consecuencia de ésto es que se ha convertido en top-25 por primera vez.
La valentía mencionada al inicio también encaja en la semana de Diego pero, aquí, queda reservada para Del Potro. Juan Martín ha ganado otro título, el segundo seguido en Estocolmo, el vigésimo en su carrera. Su triunfo 6-4 y 6-2 sobre el búlgaro Grigor Dimitrov tiene varias lecturas positivas, de las cuales debemos destacar dos: a) su esperanza de volver al Masters de Londres está intacta, tiene más cuerpo que la semana pasada y, aunque falta poco, jugando a este nivel, todo se puede; b) su recuperación física ha sido la imprescindible para tener continuidad en la máxima exigencia, no sólo porque en la semana no hubo siquiera sombras del golpe en la muñeca izquierda sufrido en Shanghai sino también porque después de batallar durísimo casi tres horas contra Verdasco el sábado en la semi, lució fresco y enérgico en el juego decisivo que, dicho sea de paso, tuvo un primer set parejo y un segundo casi sin sentido.
El semestre dos de este 2017, en especial desde que tomó como coach a Sebastián Prieto, está acomodando las piezas del tandilense para que su saldo deje de tener gusto a poco y se convierta en un plato con sabor intenso. De él depende un último, y decisivo, golpe de horno.