El padre Carlos Alberto Sánchez no tendrá que preocuparse por comprar los atributos clásicos que lleva todo obispo. Sus amigos, la gente de las comunidades por donde pasó como cura y algunas personas que conocieron de cerca su apostolado le regalaron los ornamentos. Cada uno tiene una historia y una impronta particular. El problema es que ahora el cura deberá decidir qué usará en su vida pastoral porque le regalaron dos báculos y tres cruces pectorales. “Voy a llevarlos a todos con mucho cariño, aunque no al mismo tiempo”, aclara dejando escapar su típica risita, como de niño.
El primer regalo que recibió fue un solideo (gorro de obispo), del cardenal Luis Villalba (quien ayer celebró sus 83 años) el mismo día en que los tucumanos se enteraban del nombramiento de Sánchez que había dispuesto el Papa. El segundo fue un báculo (bastón) hecho con madera del cerro tucumano (tala y cedro de San José de Chasquivil) trabajada por un monje de El Siambón y un sacerdote de la arquidiócesis. El segundo báculo fue obsequio de la comunidad de la parroquia de Villa Luján, donde pertenecía el padre Carlos desde niño, y adonde volvió para ser vicario durante dos años. Se trata de un bastón de cedro, finamente torneado, con detalles en alpaca y el rostro de Jesús. El anillo episcopal fue donación de los fieles de La Merced, que realizaron una colecta. Lleva la imagen de la Virgen patrona.
Las tres cruces pectorales también tienen su historia: una es de palo santo y está hecha por el pueblo wichi (regalo del padre Hugo Noguera); otra, una cruz igual a la que tiene el papa Francisco, es obsequio del flamante arzobispo de Milán, monseñor Mario Delpini, quien además es devoto de la Virgen de La Merced. La tercera es una cruz dorada que perteneció al obispo de Mallorca, Juan Hervás (1946-1955), uno de los fundadores de los Cursillos de Cristiandad en España. Luego, el padre José R. Arbó (que fue el gran guía espiritual del padre Carlos) introduciría el movimiento de Cursillos de Cristiandad en la Argentina.
El escudo episcopal fue diseñado por un par de seminaristas, con las ideas del padre Sánchez. La casulla y la estola están siendo bordadas por las Hermanas Carmelitas y será obsequio de ellas. La mitra es donación de una señora que también le regaló el vestido que lució la Virgen de La Merced el día del Bicentenario.