LAS VEGAS, Estados Unidos.- El frío color dorado del “Mandala Bay Resort and Casino” resplandece en la noche de octubre. El complejo hotelero está acordonado en un amplio radio. En la fachada perfecta se ven dos agujeros que Stephen Paddock abrió el domingo para colocar detrás los trípodes para sus fusiles. Luego apretó el gatillo. Disparó durante tanto tiempo, que el humo de su arma activó la alarma antiincendios. Mató a 58 personas e hirió a 527.
Abajo, 20.000 personas estaban festejando durante un concierto de música country. Y nadie supo de dónde venía la muerte.
En el centro de la ciudad, el “Mandala Bay” se recupera. De los bares y las tiendas vuelve a rezumbar la música. Risas, humo de cigarros y marihuana, margaritas en jarras de plástico. Hay policías, pero su presencia no es mayor que otros días. Multitudes, si bien algo menos que normalmente, se desplazan por la calle durante el atardecer.
Horas después de la masacre, el calor sigue envolviendo la “ciudad del pecado”. En los gigantescos hoteles “MGM”, “Bellagio”, “Mirage”, Wynn”, “Encore” y “Venetian”, las tragamonedas tintinean como siempre. En las paredes posteriores hay discretos llamados a donar sangre.
Solo pocas horas antes, la gente corría presa del pánico para salvar la vida. “Personas totalmente desconocidas se agarraron unas a otras buscando una protección que no había”, dice Sarah Macvaughan, originaria de Chicago. “Todo duró una eternidad”. Durante el recital de música, Sarah estaba muy cerca del escenario. “Era un festival tan pacífico. Tres días tan bonitos...”
Cuando sonaron los primeros disparos, Steven Nukryw, de Los Angeles, acababa de salir de la explanada donde se realizaba el concierto. Sin embargo, volvió para buscar a su novia. La encontró. Los dos salieron ilesos. Silenciosos miran hacia el hotel de donde salieron los tiros.
La accesibilidad y la presencia de grandes masas hacen de Las Vegas uno de los blancos más vulnerables del mundo. En casi toda la ciudad está permitido todo lo que en el resto de Estados Unidos está restringido por rigurosas normas. Por ejemplo, beber alcohol en las calles y fumar en espacios interiores.
Voces
En Las Vegas y en el resto de EEUU, las leyes sobre tenencia de armas son laxas. Y ni siquiera después de la matanza del domingo eso va a cambiar. Al menos, no con el actual Congreso en Washington y con Donald Trump en la Casa Blanca.
El presidente reaccionó como si el tiroteo en Las Vegas, a pesar de ser muy grave, fuese algo prácticamente inevitable. Trump reacciona de forma diferente cuando se trata de un crimen cometido por islamistas en Europa que cuando se trata de una atrocidad perpetrada en su propio país por un blanco. La palabra “terror”, que le gusta utilizar, esta vez no salió de su boca...
Se reza una misa en memoria de las víctimas en la catedral Guardian Angel. También toman la palabra representantes de la ciudad y de las cadenas hoteleras. “Si uno quiere ayudar a Las Vegas, no debe mantenerse alejado de la ciudad”, afirma suplicando el presidente de MGM Grand, Scott Sibella. En la ciudad vuelven a encenderse millones de luces. La vida continúa... y también el negocio. (DPA)