Slavok Zizek es un historiador, filósofo, psiconalista y sociólogo esloveno, analista de la realidad mundial en temas como el fundamentalismo, el anticapitalismo, la tolerancia, la subjetividad y lo políticamente correcto en la filosofía posmoderna.
En su último escrito, que publicó el diario “Página 12”, Zizek habla de las oscilaciones extremas en la percepción pública de la crisis coreana. “Una semana nos dicen que estamos al borde de una guerra nuclear, luego hay una semana de respiro, entonces la amenaza de guerra estalla de nuevo... Cuando visité Seúl en agosto de 2017, mis amigos me dijeron que no había una seria amenaza de guerra ya que el régimen norcoreano sabe que no puede sobrevivir. Ahora las autoridades surcoreanas están preparando la población para una guerra nuclear ...”, escribió.
En una situación en la que el apocalipsis está en el horizonte, considera que la lógica estándar de la probabilidad no sirve para evaluar “realísticamente” las posibilidades de la catástrofe, sino aceptarla como inevitable. “Con el trasfondo de esta aceptación -dice-, debemos movilizarnos para realizar el acto que cambiará el destino e insertar así una nueva posibilidad en la situación”
Lo que se necesita, sostiene Zizek, es “un movimiento antinuclear nuevo y global, una movilización mundial que ejerza presión sobre las potencias nucleares y actúe agresivamente, organizando protestas masivas, boicots...”. Tal movimiento debería centrarse no sólo en Corea del Norte sino también “en las superpotencias que asumen la derecho a monopolizar las armas nucleares”, asegura.
Crímenes contra la paz
“La misma mención pública del uso de armas nucleares debe ser tratada como un delito, y los líderes que muestran públicamente su disposición a poner en peligro a millones de vidas inocentes para proteger su reinado deben ser tratados como los peores criminales”, aboga Zizek.
Hasta ahora -dice-, cada cultura disciplinaba/educaba a sus miembros y garantizaba la paz cívica entre ellos bajo el disfraz de poder estatal, pero la relación entre culturas y estados estaba siempre bajo la sombra de una guerra potencial, cada estado de paz sólo un armisticio temporal.
Pero, “en el momento en que aceptamos el hecho de que vivimos en una nave espacial Tierra, la tarea que se impone con urgencia es la de ‘civilizar a las civilizaciones’, de imponer la solidaridad universal y la cooperación entre las comunidades, tarea más difícil por el aumento de la violencia religiosa y violencia étnica y la disposición para sacrificarse uno (y el mundo) por la causa específica de uno”.