SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, México.- "Yo sentí que ya nos íbamos de esta vida, sentí que nos íbamos a morir, porque algo apretaba mi corazón". Así de fuerte fue el peor terremoto en más de un siglo que sacudió San Cristóbal de Las Casas, al sur de México.
La frase corresponde a Ricarda Jiménez Cordero, una mujer de 70 años que sufre de diabetes. La luz se cortó y ella, como mucha, gente salió de su casa a la calle por temor a que se derrumbara. "Dios nos dio otra oportunidad, porque tembló muy fuerte y estamos vivos", afirmó entre sollozos.
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Faltaban poco más de diez minutos para la medianoche cuando la tierra se empezó a convulsionar y los perros aullaron. Jiménez dijo que estaba arreglando la cocina en su casa cuando comenzó el terremoto y que le pidió perdón a Dios porque sentía que le había llegado la hora.
No pasó mucho tiempo para conocer los primeros estragos causados por movimiento telúrico: 15 muertos, con cifras preliminares que podrían aumentar, tres de ellos en San Cristóbal.
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Luis Gómez, un operador de maquinaria pesada, salió en pijama de su casa, situada junto a una barranca, con sus tres hijas pequeñas y su esposa. "El temblor estuvo muy feo, nunca había pasado algo tan fuerte. No nos quedamos en la casa porque está construida con estructuras de acero y tenemos miedo que nos aplasten".
Apenas unos días antes se había instalado una alarma sísmica en San Cristóbal, que permite anticipar apenas unos segundos un sismo para buscar resguardo. El estreno fue brutal. Un terremoto de 8,2 cuyos daños todavía no se conocen con certeza.
Hubo en el cielo destellos de luz azul y verde, contaron algunos de los vecinos de Gómez. Así al menos fue como lo percibieron, en medio del terror y a mitad de la noche.