Luis Tarullo - Agencia DyN
BUENOS AIRES.- En el mundo CGT hay respuestas que llegan antes que las preguntas, como cuando en pos de una transitoria unidad los dirigentes conforman cúpulas multipersonales. Así pasó con las conducciones colegiadas en las que hubo terceto, cuarteto y hasta quinteto, que presagiaron, sin margen de error, una supervivencia con plazo fijo. En el caso actual no hay excepción a la regla. Más aún, la actual central (tripartita), es una de las más heterogéneas en intereses, relación de fuerzas y cálculo de tiempos.
Después de la diáspora durante el kirchnerismo, hace un año los históricos zares gremiales lograron una unificación forzada por las necesidades, la que fue deshilachándose hasta llegar a la actual e inexorable realidad.
La reciente manifestación de protesta, desgajada, amañada, sin convicción y con varios condimentos clásicos -como la violencia entre sectores- fue la demostración de lo que falta nada más que anunciar: el fin de la llamada “unidad”. El huevo de la serpiente siguió incubándose en el vientre de la CGT: en la anterior manifestación de marzo, en el paro de abril que no tuvo el fulgor de otras épocas, en el plenario de secretarios generales de julio donde se ratificó la marcha del pasado 22. Y son turbios los pronósticos para septiembre, cuando supuestamente debe decidirse una nueva huelga.
En todos esos episodios hubo un “juego de la cinchada”. Hasta ahora se vinieron imponiendo los llamados “duros”, pero en realidad los otros los dejaron. Porque varios de esos otros (entre los que se anotan los “Gordos” e “Independientes”, siguieron con los canales abiertos con la administración Macri).
Pareció incluso que los rivales de los belicosos parecieron dejar que se “quemen” solos, aunque ellos aparezcan también en la foto, supuestamente participando de esa incineración.
Para los gremialistas, los últimos tiempos vividos son capítulos de una novela que describe una agonía y un final anunciado. El gobierno brindaría aliviado si, en hay algún momento una CGT unificada, con un solo secretario general, se pusiera al frente otra vez Hugo Moyano. A esta altura considera que no hay hoy un dirigente capaz de contener y tensar y aflojar la cuerda con la experiencia de Moyano. Habrá que ver si el presidente de Independiente quiere volver a danzar con esa bailarina. Es que esto no es un dulce vals vienés, sino de una complicada milonga. (DyN)