El poeta se nutre de la experiencia diaria. A veces es una voz, una hilacha de conversación en el colectivo. Otra vez es algo que le dice su hija. Una frase, una palabra, una imagen que enciende el misterio, dice Carlos Battilana. Después viene el trabajo de producción, que para él es una tarea diaria. Pero una instancia donde las habilidades aprendidas no le sirven para otra vez, confiesa: “es como un juego paradójico. Porque hay una combinación entre la destreza en el laburo y la convivencia de cierto misterio, cierta otredad, cierta voz que uno no conoce”. El fruto de la experiencia es la poesía. Un alumbramiento que él tratará de dar forma con la precisión de un relojero, con la pasión de un artesano.
El autor de “Materia”, “Velocidad crucero” y “Un Western del frío”, entre otros, vino a Tucumán y dialogó con el público en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.
- ¿Cambió la poesía con la irrupción de la tecnología?
- Construyó un público nuevo. Por un lado, luego de la crisis de 2001 comenzaron a surgir pequeñas editoriales con un criterio diferente al de las grandes empresas. Por otro, las redes sociales han permitido una circulación muy fuerte de la poesía y han promovido intercambios, el encuentro de poetas, la cercanía. Hay experiencias editoriales muy importantes, como las cartoneras. Eloisa Cartonera tiene muchas editoriales hermanas. Además también ha desarmado un poco la figura tradicional del autor. Ahora hay una relación más de horizontalidad con el público. Todo eso se refleja en un aumento de gente que le interesa la poesía. Por ahí un jueves a la noche hacés un encuentro para leer poesía y te encontrás con que tenés 50 personas escuchando.
- ¿Podemos decir que la poesía se hizo más popular?
- En general la literatura no es popular. Es un tema complejo. En realidad desde que Baudelaire insultó a los lectores en el siglo XIX y los llamo hipócritas, el público empezó a reducirse. Porque en realidad estaba hablando del público burgués. Pero más allá de esa verdad histórica la poesía tiene algo de comunicación profunda porque pone en cuestión el sentido común. Y cuando llega interpela a las personas. Conmueve.
-¿Hay que creerle siempre al poeta cuando dice lo que siente?
- Lo que uno cuenta en un poema no es necesariamente autobiográfico, pero tiene una cierta verdad. Me parece que es una idea romántica aquello de que el poeta escribe de lo que siente. Un poema tiene un componente artificioso importantísimo. Al mismo tiempo hay algo más que el artificio, un potlash, algo que se derrama, misterio.
- ¿Hay que escribir por inspiración?
- Yo creo mucho en el trabajo de la poesía. Muchos poetas me hablan de la inspiración, y les creo. Pero mi recomendación es que no estemos presos de la inspiración en forma exclusiva. Porque si no, no vamos a escribir nunca.