CUADERNO DE PERFUMES
Hace 105 años que yace en el fondo del Atlántico, a 3.800 metros de profundidad. Sin embargo, el Titanic sigue dando qué hablar. No sólo por su trágica historia, sino porque de sus despojos -que están siendo devorados paulatinamente por una extraña bacteria- se siguen recuperando los más insólitos objetos. Los expertos calculan que, dentro de una década, el lujoso trasatlántico estará casi desintegrado. Por eso, que de los hierros oxidados de ese coloso se haya podido rescatar un elemento tan volátil como un perfume, es toda una singularidad.
La insólita historia tiene como protagonista a Adolphe Saafeld, un judío-alemán de 47 años que vivía en Manchester (Inglaterra) y que presidía una empresa química de destilación. El sueño de Saafeld era producir y dar a conocer en todo el mundo un peculiar perfume que él mismo había confeccionado tras destilar exóticos aceites esenciales. Saafeld esperaba que el mercado estadounidense lo convirtiera rápidamente en un hombre rico. Por eso, no dudó un instante y el 10 de abril de 1912, a las 12.12, se embarcó en el Titanic. Alojado en uno de los lujosos camarotes de primera clase que estrenó ese mismo día, el perfumista llevaba varias valijas, pero un solo bolso de mano que no soltaba ni para cenar. Era un maletín de piel de gacela, que contenía sus anotaciones en latín, la fórmula secreta de su perfume y 65 viales (muestras) del preciado elixir, que había colocado cuidadosamente en diminutos frascos de cristal. Cuando sobrevino el hundimiento, la noche del 14 de abril de 1912, Saafeld entró en pánico. Asediado por el frío y sin saber si conseguiría salvarse, el perfumista abandonó todo -incluyendo su valioso maletín- para poder subir a uno de los botes salvavidas. Finalmente fue rescatado por el Carpathia y pudo llegar a Nueva York, pero sus sueños de inundar Estados Unidos con su misteriosa fragancia quedaron sumergidos en el Atlántico. Traumatizado por la tragedia, Saafeld volvió a Inglaterra y se recluyó en su pequeña destilería, hasta que murió 12 años después. Jamás llegó a comercializar ningún perfume.
Este, sin embargo, no es el final de la historia. En 2002 una misión de exploración consiguió rescatar de entre los restos fantasmales del Titanic el maletín que Saafeld protegía con tanto celo y, al abrirlo, encontraron los frascos con las esencias intactas. El frío del mar, la oscuridad absoluta y, sobre todo, la pericia del perfumista al embalar las muestras, permitió que las esencias conservaran todas sus notas aromáticas. Años después, basándose en el análisis de sus moléculas, una firma inglesa reprodujo el perfume de Saafeld y lo lanzó al mercado en 2012 con el nombre de “Legacy 1912 Titanic”. El aroma creado es una mezcla de esencias de azahar y delicado limón con notas de rosa, ámbar y agua. Una fragancia fresca y atemporal que remite al fondo del mar y, al mismo tiempo, rinde tributo al curioso derrotero de Adolphe Saafeld.
> La nota
Bajo el hechizo de los lirios
El lirio tiene una larga historia como símbolo de belleza, pureza, majestad. El destilado de esta flor remite a un olor verde, especiado y floral con matices cerosos, dulces y marinos. Paradójicamente también presenta un carácter solar que algunos perfumes como “Vanilla Galante”, de Hermès, o “Lys Soleia”, de Guerlain, han explorado con éxito. La asociación con la inocencia y castidad ha prevalecido en perfumería: el lirio es una flor muy idealizada.
> Lo extraño
El mortero en los inicios de la perfumería
El mortero, antes que el alambique, fue atributo de maestros perfumistas. En la Edad Media los perfumes en polvo se usaban más que las maceraciones de flores y plantas en alcohol. Saquitos perfumados para la ropa, tabletas de pétalos de rosas, polvos contra la peste, pomos de olor, polvos para el cuerpo y alfombras de hierbas aromáticas fueron algunos de los cosméticos más costosos de la época.