En la comuna San Pablo sólo queda el recuerdo de las urnas quemadas

En la comuna San Pablo sólo queda el recuerdo de las urnas quemadas

Hace dos años, una fogata encendida con votos de los comicios provinciales se convirtió en la tragedia electoral de Tucumán.

EN LA PARED. En la escuela Nougués, un particular dibujo. LA GACETA / ALVARO AURANE EN LA PARED. En la escuela Nougués, un particular dibujo. LA GACETA / ALVARO AURANE
13 Agosto 2017

Una columna de humo se eleva hacia el cielo en la San Martín al 100 de la comuna de San Pablo, a la entrada de uno de los centros de votación, pero se trata del fuego encendido con carbones para asar chorizos parrilleros. Hace dos años, en esa misma calle, una fogata encendida con urnas y con votos de los comicios provinciales se convirtió en la tragedia electoral de Tucumán, que a su vez se convirtió en la mala noticia de la Argentina.

Aquel 23 de agosto de 2015, de acuerdo con los informes policiales, unas 400 personas se reunieron frente al Instituto San Pablo Apostol y a la Escuela Luis F. Nougués, que comparten la misma vereda ambos establecimientos, separados uno de otro por la parroquia del pueblo. De las 14 urnas de la Escuela Nougués, 13 fueron reducidas a cenizas. De las 14 urnas del Instituto Pablo Apostol, del cual las autoridades huían horrorizadas por los disturbios, un número no determinado de urnas presentaban doble faja, por lo que sospechó de manera fundada que habían sido abiertas y vueltas a cerrar.

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Un gendarme fue desmayado de una pedrada en los forcejeos con quienes irrumpieron en los establecimientos. A las 22.30, los que habían copado ambas instituciones se enfrentaron duramente con uniformados de la Policía y de Infantería.

Nada queda hoy de eso, salvo el recuerdo.

El inicio de la votación ha sido un dechado de tranquilidad en ambos colegios. A las 8, se puede estacionar al frente mismo de la entrada del Instituto San Pablo Apostol. Las puertas para el ingreso de los electores sólo se abrirán a las 8.25. La delegada electoral de ese centro de votación, Elizabeth Guindan, explica que el ausentismo de presidentes y de vocales de mesa, designados por la Justicia Nacional Electoral ha sido elevado. “En una de las 15 mesas no se presentó ninguna de las autoridades, y tuvimos que integrarla con vocales de otras mesas”, puntualiza. Inconveniente al que se suma que en la mitad de las mesas faltó la mitad de las autoridades.

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En la Escuela Nougués, en cambio, la mañana arranca con una importante afluencia de votantes. La delegada electoral Ana María Yangüez celebra que sólo ha faltado un vocal en todas las mesas (también son 15) habilitadas para sufragar.

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Pasado el mediodía, las dinámicas se han invertido. El ingreso del Instituto Pablo Apostol es una romería de puestos de comida: hay venta de empanadas al lado de los choripanes y unos metros más allá se consigue, para el postre, hasta algodones de azúcar amarillos, blancos o rosados. En el interior, frente a cada urna se despliega una cola de entre 15 y hasta 20 electores. “Vinieron a votar pocos durante la mañana. El grueso de la gente lo ha hecho durante el mediodía. En el control que realizamos a las 12, habían votado en promedio entre 100 y 105 personas en cada mesa, que tienen en promedio entre 340 y 350 electores. O sea, sufragó el 30% hasta el mediodía”, calcula Guindan.

En la Escuela Nougués, en cambio, tras el frenesí de la primera hora, el resto de la mañana ha transcurrido con inalterable quietud. “Hasta el mediodía sólo ha votado el 15% de los empadronados”, puntualiza Yangüez.

Por separado, ambas delegadas electorales tienen dos coincidencias, pese al ritmo invertido que han demostrado sus centros de votación. Uno consiste en un agradecimiento: el de que, por fortuna, todo ha comenzado con plena normalidad. El otro es un deseo: que todo concluya, pasadas las 18, de la misma manera.


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