El abogado Sebastián López Calendino (Bahía Blanca, 1974) tiene una afición muy democrática: viaja por el país y el mundo para observar elecciones. Este año solamente participó de misiones en Francia, Reino Unido y Ecuador. Pero pese a que en 2016 asistió al triunfo de Donald Trump, quizá nunca pueda superar lo que vivió antes, durante y después de los accidentados comicios tucumanos de 2015 -se informa por separado-. De regreso a esta ciudad para capacitar a fiscales del PRO, López Calendino evalúa la cita en ciernes, las primarias, y pide que no se las discuta mientras están desarrollándose. Pero también avisa que, en general, los comicios producen cada vez menos entusiasmo y que este desencanto es un llamado de atención para la dirigencia.
-Argentina usará por cuarta vez las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). ¿Es suficiente tiempo y experiencia para evaluar la eficacia de esta herramienta?
-Coincido en que tal vez todavía no sea momento de empezar a pensar si hay que sacar las PASO. Y menos aún creo que haya que ponerlas en discusión en pleno proceso electoral porque lo que provoca inmediatamente es el descreimiento del electorado. Esto es justo lo que los políticos y dirigentes deberían evitar: entonces, el lugar y el momento de debatir las primarias es el Congreso de la Nación a partir de diciembre.
-¿Qué opina usted?
-A mí me parece que las PASO son positivas porque reducen la oferta electoral. Muchos dicen que los partidos y frentes las evitan o no las usan, pero recordemos que en 2015 Cambiemos fue a las primarias con tres candidatos: Ernesto Sanz, Mauricio Macri y Elisa Carrió. Gracias a las PASO, la izquierda logró bancas en el Congreso. No conviene mirar las cosas con una visera cortita y sólo considerando la coyuntura actual.
-En Tucumán se ve una campaña que transcurre en Tribunales, con denuncias del oficialismo y de la oposición. ¿Cómo hay que interpretar este fenómeno?
-La Justicia dispone de la facultad para hacer cumplir la ley, pero carece de los recursos adecuados para enfrentar los incumplimientos. Por ejemplo, antes del inicio de la campaña, San Miguel de Tucumán ya estaba empapelada con los carteles de los precandidatos: no se respeta el cronograma electoral. La Justicia debe tomar cartas en el asunto y empezar a sancionar. La ley es sabia porque responsabiliza a los apoderados de los partidos, quienes pueden llegar a responder con su propio patrimonio, pero hay que aplicarla.
-Las encuestas se han convertido en una suerte de “cuco”. ¿Cómo hay que tomarlas?
-Las encuestas fallaron en las últimas elecciones que he observado en Francia, Reino Unido y Ecuador. Las que trascienden suelen estar pagadas por sectores o partidos interesados en su difusión. Esos números generan un clima extraño en la gente: hoy hay mediciones que dicen que los precandidatos Cristina Kirchner y Esteban Bullrich ganarán en la provincia de Buenos Aires. Pero a mí me parece que el principal error es subestimar al electorado: el votante percibe que las encuestas no son confiables y, por ello, cada vez influyen menos en su decisión.
-¿Qué implica el hecho de que por primera vez dos ex presidentes con situaciones judiciales muy comprometidas (Fernández de Kirchner y Carlos Menem) aspiren a ocupar un lugar en el Senado?
-Es buena la pregunta. Estamos viendo una explosión de postulantes procesados por supuestos delitos que cometieron durante sus mandatos: hay que ver cómo termina esto. En Paraguay y Brasil el Congreso dejó de ser un refugio para evitar la acción de la Justicia.
-Pero parece que la Justicia circula a pie mientras que la política lo hace en avión: sus tiempos son incomparables. ¿A dónde lleva este desfasaje?
-Los Tribunales están en medio de una reforma que sí o sí debe llevarlos a acelerar sus procesos. Pero la preocupación tanto en la Justicia federal como en las provinciales pasa por sancionar los delitos comunes...
-Y por garantizar su propia supervivencia.
-También es cierto. En realidad, jueces, fiscales, legisladores y funcionarios públicos proceden de la misma base social, y lo que hay que ver es la composición de los sistemas judiciales, y los vínculos entre controlados y controladores.
-¿Por qué parece que las elecciones motivan cada vez menos a la población?
-Es algo novedoso. Estuve en Estados Unidos, en las elecciones que ganó Trump, y advertí la falta de entusiasmo de la ciudadanía. En Perú, por ejemplo, la gente va a votar sobre todo porque las multas por inasistencia son muy altas: no emite el sufragio porque quiere participar en la definición del destino de la comunidad. Se ve una apatía muy grande. Esto tiene que hacer reflexionar a la dirigencia porque el sistema de representación no está dando los resultados esperados: algo no funciona bien en las democracias occidentales.