Se suele decir que es la casa de todos, pero la realidad muestra que no lo es, al menos, para aquellos países que permiten el deterioro del aire que respiramos, el agua que bebemos, y que ponen en duda la vida futura en nuestro planeta. La reciente retirada de los Estados Unidos del Acuerdo de París, que mucho costó suscribir por divergencias de algunas naciones industrializadas -entre ellas la del norte- despertó una alarma mundial. Se había acordado que los países miembro reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero para frenar el calentamiento global.
El diario Excélsior (México) informó ayer que en la Cámara de Representantes, los republicanos intentarán quitar más de 500 millones de dólares al presupuesto de 2018 a la Agencia de Protección Medioambiental. En marzo pasado, el presidente Donald Trump había dicho que se revisarían las directrices del Plan de Energía Limpia de su antecesor, Barack Obama, lanzado en 2015 con el objetivo de que Estados Unidos disminuyera hasta 2030 en un 32% las emisiones de carbono de las centrales eléctricas con respecto a los niveles de 2005.
En los primeros días de este mes, el científico británico Stephen Hawking le dijo a la BBC que nos hallamos cerca del punto de inflexión a partir del cual el calentamiento global se vuelve irreversible. “Las acciones de Trump podrían hacer que la Tierra cruce ese umbral para convertirse en Venus, con una temperatura de 250º C y lluvias de ácido sulfúrico... Al negar la evidencia del cambio climático y retirarse del acuerdo de París, Donald Trump causará un daño ambiental evitable a nuestro hermoso planeta, poniendo en peligro la naturaleza, para nosotros y nuestros hijos”, sostuvo el astrofísico.
El papa Francisco también se ha expresado en estos días sobre la necesidad imperiosa de preservar el medio ambiente. “No podemos quedarnos con los brazos cruzados, cuando advertimos una grave disminución de la calidad del aire o el aumento de la producción de residuos que no son adecuadamente tratados… estas realidades son consecuencia de una forma irresponsable de manipular la creación y nos llaman a ejercer una responsabilidad activa para el bien de todos. Además, comprobamos una indiferencia ante nuestra casa común y, lamentablemente, ante tantas tragedias y necesidades que golpean a nuestros hermanos y hermanas”, dijo el pontífice.
Si bien la Argentina no ocupa los primeros lugares entre los países que más contaminan no puede mirar hacia otro lado, así como tampoco Tucumán, donde la tala indiscriminada de nuestros bosques y la contaminación de los cauces de agua se ha convertido en una peligrosa costumbre desde hace varios lustros. La primera acción ha sido mencionada como una de las causas de la inundación que padeció hace unos meses el sur provincial que obligó a evacuar a 5.000 pobladores de La Madrid.
Nos parece que la Argentina debería pronunciarse con firmeza en los foros internacionales a favor de la defensa del medioambiente y otro tanto podría hacer el Mercosur. Para caer en una mera formulación, es necesario la implementación de políticas ambientales que combatan verdaderamente las transgresiones, aplicando sanciones ejemplificadoras. Es un absurdo seguir tirando tierra bajo la alfombra en la creencia de que la destrucción de los ecosistemas afectará a los otros y a nosotros, no. Ya se sabe que cuando la naturaleza reacciona ante tanta agresión, no hay poder económico o político capaz de detener su furia.