Una visita que revela el origen industrial

Una visita que revela el origen industrial

En la casona del Obispo Colombres se conservan objetos usados en la producción. "Ruta del Azúcar"

ATRACTIVO. La pileta, en el centro del coqueto jardín, embellece el edificio. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA.- ATRACTIVO. La pileta, en el centro del coqueto jardín, embellece el edificio. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA.-
12 Julio 2017

De los 33 establecimientos azucareros que hubo hasta los años 60 en Tucumán, hoy funcionan cerca de la mitad. Varias de esas viejas construcciones están incluidas en el recorrido de la pintoresca “Ruta del Azúcar”.

En el parque está el primer hito del trayecto: la casona del Obispo José E. Colombres. En estas tierras el presbítero inició las plantaciones de azúcar, y por tanto se lo considera el sitio desde el cual se reinició la actividad azucarera en el país (había comenzado ya con los jesuitas, en el siglo XVI).

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En la casa del obispo funciona el Museo de la Industria Azucarera; está abierto todos los días de 9.30 a 17, sin costo alguno. Los visitantes podrán apreciar, orientados por guías, los rústicos trapiches de madera, una cholva (locomotora) que era utilizada dentro de los ingenios para transportar las cañas y un camión cachacero que abonaba las tierras.

En el interior de la casona se guardan muebles y efectos personales del obispo, así como otros objetos de importante valor histórico. En una pantalla de video puede verse un documental que reseña la vida industrial de Tucumán y, en especial, los años dorados del azúcar.

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En el patio central puede apreciarse el trapiche de madera, que se utilizaba en la época para la industrial. Consiste en un sistema de tres cilindros verticales dentados, por entre los que se hacía pasar el tallo deshojado de la caña de azúcar para ser molido.

Por la presión que ejercían los cilindros se extraía el jugo de la caña, que luego sería transportado por los tachos de palanca hacia el sector de cocción. Los primeros trapiches utilizados fueron los de “palo”, construidos con rollos de madera dura, por lo general de quebracho colorado.

Las galerías de techos coloniales, pisos de ladrillos y paredes blancas todavía se conservan intactas al paso del tiempo. Dentro del museo pueden verse un reloj de pared en el que los obreros marcaban su ingreso en horario de trabajo, y también un antiguo teléfono negro.

En el patio, una pileta refleja la construcción con un precioso jardín que la antecede repleto de flores y plantas aromáticas.

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