Bautismo de fuego y agua para el aeropuerto de Las Termas
A las cuatro de la mañana arrancó el día de César Barber, un futuro arquitecto que tenía pactada una reunión al mediodía en Buenos Aires. Salió de su departamento, llegó al aeropuerto Benjamín Matienzo y subió al micro que lo llevó hasta el Aeropuerto de Termas de Río Hondo, donde operarán los vuelos durante el tiempo que duren las refacciones en el aeropuerto tucumano.
Barber llegó a Las Termas alrededor de las 7.30, en horario, y se encontró con la noticia: el vuelo 1.472 de Aerolíneas Argentinas que debía llegar desde Aeroparque no pudo despegar por la neblina, por ende tampoco lo iba a poder llevar hasta Capital Federal. Con el paso de las horas, ese vuelo y el 1.473 fueron cancelados. “No sé, tuve suerte, porque me reprogramaron el vuelo para el de las 12.10”, contó el viajero en la debutante cafetería montada en una carpa climatizada afuera del aeropuerto de Las Termas.
A las 11, siete horas después de haber empezado su día, Alexia Ponce de León imploraba en el mostrador de Latam que le vendieran un pasaje para el vuelo que estaba a punto de aterrizar y despegar con destino a Buenos Aires. Su misión era llegar a dos entrevistas de trabajo pactadas para ayer en la multitudinaria Expo Empleo Joven. Aerolíneas también le reprogramó su vuelo cancelado, pero a diferencia de Barber, la ubicaron en el que debía salir a las 16, pero que finalmente partió a las 17.10. La joven no pudo comprar pasajes en Latam porque el vuelo ya estaba colmado; para peor, por las características de la pista, los aviones no pueden salir llenos de pasajeros, sino con alrededor de un 60% de su capacidad.
Así, con vuelos cancelados, demoras y pasajeros que se amontonaban, fue el bautismo de fuego del Aeropuerto de Termas de Río Hondo, que nunca en sus cinco años de historia soportó tanto movimiento. Es una aeroestación diseñada para 100 pasajeros en arribo y otros 100 en partida, y al mediodía de ayer se acumulaban los pasajeros de tres vuelos. De ese debut agitado, el aeropuerto termense salió airoso y la organización fue óptima. Si había que enojarse con alguien era con las compañías aéreas, pero en el fondo todos los pasajeros asumían que nadie puede hacer nada para manejar el clima.
Finalmente, el fuego fue sofocado con agua. A las 11 aterrizó el Airbus A320 de Latam y fue la primera vez que esa compañía pisó el aeropuerto de Las Termas. Como manda la tradición aeronáutica, el avión fue recibido con un bautismo de agua: dos camiones hidrantes formaron un arco que bañó al Airbus en el mismo instante en el que ingresaba a la plataforma. Es una especie de ritual de buenos augurios para estrenar una nueva ruta aérea o un nuevo avión. El apuro no pudo con la costumbre, y el aeropuerto se convirtió en una celebración de los pasajeros, del personal aeroportuario y de los empleados de la compañía, que esperaban ansiosos el momento.
Entre los que llegaron en ese primer vuelo estaban Inés Barilari con dos amigas. Venían viajando desde hacía tres días luego de unas vacaciones en Nueva York. Avión a Buenos Aires, espera, avión a Tucumán, una hora de espera en el aire para poder aterrizar y después un transfer de una hora y media hasta Tucumán. “Estamos agotadas; muchas esperas y demoras, pero ya estamos llegando”, dijo la joven fotógrafa mientras subía sus varias valijas en el micro.