26 Abril 2017
PIRUETA. La ovalada gira en la mano de William, que disfruta sus días en Tucumán. la gaceta / fotos de hector peralta
Cosa rara el destino a veces. Aunque en gran medida depende de nosotros mismos, su gracia está en que de vez en cuando se toma el atrevimiento de sacarnos del guión cotidiano y llevarnos por senderos que nunca hubiésemos imaginado. El caso de William Fairbank es un buen ejemplo: lo último que se le hubiese cruzado por la cabeza a este parisino en alguna de sus caminatas a la orilla del Sena es que un domingo cualquiera de pocos años más tarde lo encontraría a miles de kilómetros, vestido de verde y negro, jugando el Regional de rugby del noroeste argentino.
Pero así fue: el fin de semana pasado, William tuvo su primer juego siendo el apertura titular de Tucumán Rugby, en el triunfo por 43-23 sobre Tigres, en Yerba Buena. “Me gustó el partido, aunque como conformamos un equipo muy nuevo, cometimos muchos errores básicos y de organización”, hace el resumen del debut el francés, que aportó tres conversiones.
Por lo general, son los tucumanos quienes cruzan el Atlántico para probar suerte en el rugby europeo. William, que durante los años que vivió en París jugó algunas temporadas en las inferiores de Stade Français, decidió recorrer el camino inverso. Antes se mudó a Inglaterra, tierra natal de sus padres, para estudiar business management (lo que aquí sería administración de empresas) en la Universidad de Loughborough, cerca de Leicester. “Allí jugué en el equipo de rugby de la universidad, que compite en la tercera división del rugby inglés. Es una liga semiprofesional, con un muy buen nivel de juego, más o menos como el del Nacional de Clubes de acá. Por eso, cuando en la universidad me dieron la posibilidad de viajar a otro lugar durante un año para aprender español, quise ir a uno donde se jugara buen rugby. Y hay un solo país en el mundo que te ofrece las dos cosas: Argentina.”
Tucumano por adopción
Buenos Aires fue su puerta de entrada a la cultura sudamericana, la que conoció más profundamente recorriendo Bolivia, Chile y Perú. Sin embargo, vivir en Palermo, uno de los sectores más turísticos de la cosmopolita capital argentina, le presentó un inconveniente a su pretensión de dominar el idioma: “tenía demasiados amigos franceses e ingleses allá, y yo quería practicar más el español, así que decidí irme a otro lugar”.
Así terminó, casi por casualidad, en el otro gran polo rugbístico del país: Tucumán. “Un amigo de París lo conocía a Pedro Parra, de Tucumán Rugby, que aceptó hospedarme en su casa durante mi estadía aquí”, cuenta “Will”, como lo conocen todos ahora en el club de Salas y Valdez.
Rápidamente, el francés le tomó el gusto a la vida en un lugar infinitamente más pequeña y menos rutilante que la “Ciudad Luz”. “Es muy diferente a la vida que llevaba en Francia, pero me gusta esta nueva experiencia. Es una rutina más tranquila y la gente es más amable”, describe William, ya en un claro español, ligeramente afrancesado. “Además, al ser un lugar más pequeño, la mayoría se conoce. Allá no ves gente saludando conocidos en el supermercado, y aquí eso es común. Me encanta esa forma tan familiar de vivir, así que no me resultó difícil acostumbrarme a esta ciudad”, asegura.
Durante los tres meses que lleva en el “Jardín de la República” fue incorporando varios elementos de la tucumanidad, como ciertos vocablos que no se consiguen en otra parte (“al principio me costaba entenderlos, por el acento y porque tienen un vocabulario muy específico, je”) y el gusto por la carne, sobre todo la que viene envuelta en masa con repulgue. “Las empanadas...son increíbles. Voy a volver a Inglaterra con cinco kilos más”, bromea William, que lo deja bien claro en su cuenta de Twitter: “actualmente en Tucumán, por los bifes y por el rugby”.
Rugby champagne
El apertura asegura sentirse muy cómodo en Tucumán Rugby. “Esa familiaridad con la que se vive aquí se siente mucho en el club. Me hicieron sentir parte desde el primer día, y a la semana, tenía como 100 amigos. Fue muy fácil integrarme al plantel superior. Supongo que para mis compañeros debe ser un poco raro tener un extranjero en el equipo, pero está bueno porque todos me ubican y me saludan hola Will, ¿cómo andás? y para mí, está perfecto”.
Asimismo, confiesa que el rugby que se juega en Tucumán lo sorprendió. “El nivel es elevado para tratarse de rugby amateur. No esperaba que fuera tan bueno. Es muy diferente, eso sí. Yo estaba acostumbrado al rugby inglés, donde todo es muy estructurado. El 9 y el 10 son los patrones del equipo, y los demás hacen lo que ellos dicen. Aquí se juega con más libertad, los demás jugadores pueden decidir qué hacer también. Me gusta eso”, compara William.
Curiosamente, a la hora de ver rugby, es más inglés que francés. “Sucede que, al ser mi padre inglés, desde niño veía partidos de Inglaterra con él, tanto de rugby como de fútbol. Es gracioso porque la mayoría de mis amigos son franceses, y cuando venían a mi casa a ver el Seis Naciones, ellos hinchaban por Francia, y mi padre y yo por Inglaterra. Era como una guerra mundial, ja ja”, relata William, alzando la voz para superar el bullicio del tráfico en una avenida Sarmiento que en nada se parece a las rues y a los boulevards de París. Pero no importa, porque a esta altura, “Will” ya es un tucumano más.
Pero así fue: el fin de semana pasado, William tuvo su primer juego siendo el apertura titular de Tucumán Rugby, en el triunfo por 43-23 sobre Tigres, en Yerba Buena. “Me gustó el partido, aunque como conformamos un equipo muy nuevo, cometimos muchos errores básicos y de organización”, hace el resumen del debut el francés, que aportó tres conversiones.
Por lo general, son los tucumanos quienes cruzan el Atlántico para probar suerte en el rugby europeo. William, que durante los años que vivió en París jugó algunas temporadas en las inferiores de Stade Français, decidió recorrer el camino inverso. Antes se mudó a Inglaterra, tierra natal de sus padres, para estudiar business management (lo que aquí sería administración de empresas) en la Universidad de Loughborough, cerca de Leicester. “Allí jugué en el equipo de rugby de la universidad, que compite en la tercera división del rugby inglés. Es una liga semiprofesional, con un muy buen nivel de juego, más o menos como el del Nacional de Clubes de acá. Por eso, cuando en la universidad me dieron la posibilidad de viajar a otro lugar durante un año para aprender español, quise ir a uno donde se jugara buen rugby. Y hay un solo país en el mundo que te ofrece las dos cosas: Argentina.”
Tucumano por adopción
Buenos Aires fue su puerta de entrada a la cultura sudamericana, la que conoció más profundamente recorriendo Bolivia, Chile y Perú. Sin embargo, vivir en Palermo, uno de los sectores más turísticos de la cosmopolita capital argentina, le presentó un inconveniente a su pretensión de dominar el idioma: “tenía demasiados amigos franceses e ingleses allá, y yo quería practicar más el español, así que decidí irme a otro lugar”.
Así terminó, casi por casualidad, en el otro gran polo rugbístico del país: Tucumán. “Un amigo de París lo conocía a Pedro Parra, de Tucumán Rugby, que aceptó hospedarme en su casa durante mi estadía aquí”, cuenta “Will”, como lo conocen todos ahora en el club de Salas y Valdez.
Rápidamente, el francés le tomó el gusto a la vida en un lugar infinitamente más pequeña y menos rutilante que la “Ciudad Luz”. “Es muy diferente a la vida que llevaba en Francia, pero me gusta esta nueva experiencia. Es una rutina más tranquila y la gente es más amable”, describe William, ya en un claro español, ligeramente afrancesado. “Además, al ser un lugar más pequeño, la mayoría se conoce. Allá no ves gente saludando conocidos en el supermercado, y aquí eso es común. Me encanta esa forma tan familiar de vivir, así que no me resultó difícil acostumbrarme a esta ciudad”, asegura.
Durante los tres meses que lleva en el “Jardín de la República” fue incorporando varios elementos de la tucumanidad, como ciertos vocablos que no se consiguen en otra parte (“al principio me costaba entenderlos, por el acento y porque tienen un vocabulario muy específico, je”) y el gusto por la carne, sobre todo la que viene envuelta en masa con repulgue. “Las empanadas...son increíbles. Voy a volver a Inglaterra con cinco kilos más”, bromea William, que lo deja bien claro en su cuenta de Twitter: “actualmente en Tucumán, por los bifes y por el rugby”.
Rugby champagne
El apertura asegura sentirse muy cómodo en Tucumán Rugby. “Esa familiaridad con la que se vive aquí se siente mucho en el club. Me hicieron sentir parte desde el primer día, y a la semana, tenía como 100 amigos. Fue muy fácil integrarme al plantel superior. Supongo que para mis compañeros debe ser un poco raro tener un extranjero en el equipo, pero está bueno porque todos me ubican y me saludan hola Will, ¿cómo andás? y para mí, está perfecto”.
Asimismo, confiesa que el rugby que se juega en Tucumán lo sorprendió. “El nivel es elevado para tratarse de rugby amateur. No esperaba que fuera tan bueno. Es muy diferente, eso sí. Yo estaba acostumbrado al rugby inglés, donde todo es muy estructurado. El 9 y el 10 son los patrones del equipo, y los demás hacen lo que ellos dicen. Aquí se juega con más libertad, los demás jugadores pueden decidir qué hacer también. Me gusta eso”, compara William.
Curiosamente, a la hora de ver rugby, es más inglés que francés. “Sucede que, al ser mi padre inglés, desde niño veía partidos de Inglaterra con él, tanto de rugby como de fútbol. Es gracioso porque la mayoría de mis amigos son franceses, y cuando venían a mi casa a ver el Seis Naciones, ellos hinchaban por Francia, y mi padre y yo por Inglaterra. Era como una guerra mundial, ja ja”, relata William, alzando la voz para superar el bullicio del tráfico en una avenida Sarmiento que en nada se parece a las rues y a los boulevards de París. Pero no importa, porque a esta altura, “Will” ya es un tucumano más.
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