24 Abril 2017
Frustrada con la Justicia, una joven contó en Facebook que sufrió un intento de abuso
“Me empezó a decir muchas cosas. Me tocaba. Yo gritaba y él me pegaba piñas abajo de la nariz. Me sacó cuatro dientes. Me tiró al piso, yo tenía las rodillas con sangre. No me acuerdo qué pasó, yo estaba en shock. No sé tampoco de donde saqué fuerzas, creo que me quería matar. Logré sacármelo de encima y él desapareció en un segundo”, relató L., una joven de barrio Kenedy que desde diciembre viene batallando para que el hombre al que denunció esté detrás de las rejas.
Hace algunas semanas, la muchacha pensó: “No confío en la Justicia, sólo logré sumar más dolor”. Luego, escribió un largo posteo en su cuenta de Facebook en el que relató todo lo que había vivido esa noche; una publicación que superó las 300 reacciones y los 49 comentarios, la mayoría de ellos de contención. “Tenía mucha impotencia. Es que sólo estuvo dos semanas detenido y la última vez que fui a Tribunales me dijeron que no había novedades del caso, que estaban en proceso de investigación. Amigos y familiares me insistieron en que lo contara, que tenía que dar el nombre porque en su trabajo él se relaciona con mujeres y lo terminé haciendo para que no volviera a ocurrir”, admitió.
Ella no quería retomar la relación y él la mató a puñaladas a metros de su casa
La madrugada en cuestión fue la del 10 de diciembre. Ella salía de un boliche de la avenida Aconquija y tenía planeado reunirse con una prima en un bar. Al subirse a un taxi, un hombre al que ella conoció jugando al fútbol le preguntó si podían compartir el auto, porque iban para el mismo lado. Ella accedió porque jamás había notado en él nada raro, salvo en una ocasión, algo que recordó tras el ataque. “Una vez noté en un torneo que él me miraba fijamente pero no le di importancia. Las mujeres tenemos que lidiar con esas situaciones todos los días, no es nada nuevo. Por eso lo deje pasar”, lamentó.
Durante el corto viaje, no hubo problemas; estos comenzaron al llegar al destino: “Yo iba con el celular, ni hablamos en el camino. Cuando el taxi paró, él me agarró del brazo y me bajó cerca del oratorio. ‘Quedate quieta y callate’, me dijo. Ahí caí. Él es mucho más grandote que yo. Empecé a decirle que no me hiciera nada, pero me seguía arrastrando a una calle que es muy oscura”, narró.
Según la muchacha, al deshacerse de su agresor corrió hacia la avenida y allí un joven la auxilió. Llamaron a la Policía y poco después llegó su prima. Ambas fueron hasta la comisaría de la localidad, pero ella no pudo abrir la boca del pánico que tenía.
“Al otro día hicimos la denuncia en la Brigada. Mi prima me cuenta que yo, cuando estuvimos solas, le empecé a decir cómo era el hombre, pero yo no me acuerdo de haberlo dicho. Entonces ella lo buscó y me mostró una foto. A mí se me paralizó el corazón al verlo, me acordé de la cara que puso cuando me bajó del taxi”, advirtió.
Las heridas no cierran
La joven jura que, aunque el daño físico se haya curado, hay otro peor que sigue latente. “Esto hizo muy mal psicológicamente. Dejé de jugar al fútbol, tenía miedo. En enero tuve la oportunidad de irme del país por un mes y lo hice porque quería desaparecer. Para colmo, tuve que pagar muchísima plata para poder arreglarme los dientes que me había sacado”, lamentó.
Hace algunas semanas, la muchacha pensó: “No confío en la Justicia, sólo logré sumar más dolor”. Luego, escribió un largo posteo en su cuenta de Facebook en el que relató todo lo que había vivido esa noche; una publicación que superó las 300 reacciones y los 49 comentarios, la mayoría de ellos de contención. “Tenía mucha impotencia. Es que sólo estuvo dos semanas detenido y la última vez que fui a Tribunales me dijeron que no había novedades del caso, que estaban en proceso de investigación. Amigos y familiares me insistieron en que lo contara, que tenía que dar el nombre porque en su trabajo él se relaciona con mujeres y lo terminé haciendo para que no volviera a ocurrir”, admitió.
Ella no quería retomar la relación y él la mató a puñaladas a metros de su casa
La madrugada en cuestión fue la del 10 de diciembre. Ella salía de un boliche de la avenida Aconquija y tenía planeado reunirse con una prima en un bar. Al subirse a un taxi, un hombre al que ella conoció jugando al fútbol le preguntó si podían compartir el auto, porque iban para el mismo lado. Ella accedió porque jamás había notado en él nada raro, salvo en una ocasión, algo que recordó tras el ataque. “Una vez noté en un torneo que él me miraba fijamente pero no le di importancia. Las mujeres tenemos que lidiar con esas situaciones todos los días, no es nada nuevo. Por eso lo deje pasar”, lamentó.
Durante el corto viaje, no hubo problemas; estos comenzaron al llegar al destino: “Yo iba con el celular, ni hablamos en el camino. Cuando el taxi paró, él me agarró del brazo y me bajó cerca del oratorio. ‘Quedate quieta y callate’, me dijo. Ahí caí. Él es mucho más grandote que yo. Empecé a decirle que no me hiciera nada, pero me seguía arrastrando a una calle que es muy oscura”, narró.
Según la muchacha, al deshacerse de su agresor corrió hacia la avenida y allí un joven la auxilió. Llamaron a la Policía y poco después llegó su prima. Ambas fueron hasta la comisaría de la localidad, pero ella no pudo abrir la boca del pánico que tenía.
“Al otro día hicimos la denuncia en la Brigada. Mi prima me cuenta que yo, cuando estuvimos solas, le empecé a decir cómo era el hombre, pero yo no me acuerdo de haberlo dicho. Entonces ella lo buscó y me mostró una foto. A mí se me paralizó el corazón al verlo, me acordé de la cara que puso cuando me bajó del taxi”, advirtió.
Las heridas no cierran
La joven jura que, aunque el daño físico se haya curado, hay otro peor que sigue latente. “Esto hizo muy mal psicológicamente. Dejé de jugar al fútbol, tenía miedo. En enero tuve la oportunidad de irme del país por un mes y lo hice porque quería desaparecer. Para colmo, tuve que pagar muchísima plata para poder arreglarme los dientes que me había sacado”, lamentó.
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