El atentado contra Roca

El atentado contra Roca

Lo pudo ver el joven tucumano Aráoz Alfaro.

EL PRESIDENTE ROCA HERIDO. Con un vendaje en la frente, lee su discurso al Congreso, en este detalle del óleo de Blanes. EL PRESIDENTE ROCA HERIDO. Con un vendaje en la frente, lee su discurso al Congreso, en este detalle del óleo de Blanes.
En sus “Crónica y estampas del pasado”, el gran médico tucumano Gregorio Aráoz Alfaro (1870-1955) recordaba el atentado contra el presidente Julio Argentino Roca en 1886, cuando acudía a la apertura del Congreso y “un enfermo, un epiléptico, se sintió acometido del impulso de matarlo”.

Cuenta que estaba esa tarde en la plaza de Mayo, con muchos estudiantes provincianos. “Habíamos visto al general Roca llegar, poco antes, a la Casa de Gobierno en la gran carroza plateada de Sarmiento, y luego salir de ella a pie, con grande y lucida comitiva, para dirigirse a la asamblea legislativa, en la que debía leer su último mensaje”.

Agrega que “nuestros ojos ávidos descubrieron en derredor del presidente, que vestía hermoso uniforme de gala, además de los ministros, la alta figura de Pellegrini, la no menos interesante de don Torcuato de Alvear y la de militares de alta graduación cubiertos de oro y entorchados. Cuando la comitiva había caminado media cuadra, alcanzamos a percibir un tumulto y nos pareció ver caer al general Roca e inclinarse sus acompañantes más próximos, sin duda para sostenerlo”.

Hubo “una gran alarma y una disparada general”, porque “se creyó que las tropas, que hacían los honores, apuntaban con sus fusiles al público estacionado en la vereda de la Casa de Gobierno. Pero momentos después pudo verse que la comitiva proseguía su marcha hacia el edificio del Congreso”. Se supo luego que Roca, “herido en la frente y curado por el ministro Wilde y otros médicos legisladores, pudo leer con serenidad su mensaje final. Y una hora más tarde, los que, rehechos del susto, volvimos a ocupar nuestras posiciones en la plaza de Mayo, pudimos verlo retornar a su casa en la carroza de gala, algo pálido y llevando de la frente un vendaje, que las revistas de caricaturas habrían de mantenerle por varios años”.

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