Por LA GACETA
02 Abril 2017
Con motivo de celebrarse hoy un nuevo aniversario de la gesta de Malvinas, deseo hacer referencia al libro de “Las Islas Malvinas”, de Paul Groussac, quien en el año 1910 publicó en francés con el título “Les Iles Malouines” y lo redactó en ese idioma teniendo en consideración la materia tratada y el grupo de lectores así americanos como europeos a quienes puede interesar. Dicho libro fue luego traducido al castellano por disposición del Congreso de la Nación por Ley 11.904 y su publicación a cargo de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares en el año 1936. En cuanto a su autor, nació en Toulouse, Francia el 15 de febrero de 1848. Ya con 18 años de edad llegó a Buenos Aires en 1866, estudió nuestro idioma y leía vorazmente. En 1870 obtuvo una cátedra de Matemáticas en el Colegio Nacional y fue amigo de Estrada y de Goyena. El Presidente Avellaneda le ofreció una cátedra en el Colegio Nacional de Tucumán, que aceptó, y vino en 1872 y ejerció la cátedra de periodismo y en 1875 lo nombraron Comisionado Nacional de Educación en el norte, época que recorrió a caballo toda la región y fue Director de la flamante Escuela Normal de Tucumán. Escribió numerosos libros de reconocimiento internacional. Falleció en Buenos Aires el 27 de junio de 1929 y se lo considera, con justicia, uno de nuestros grandes historiadores y hombres de letras. En el año 1982 la Fundación del Banco Comercial del Norte reeditó dicho libro en donde se narra muy cronológicamente y con la documentación respectiva la usurpación británica de nuestra islas. Es un material único que sería muy importante que el Gobierno Nacional o Provincial reedite y distribuya como muestra evidente de nuestra soberanía indiscutible., Sería además, un homenaje a nuestros compatriotas que dieron su vida en defensa de nuestros incuestionables derechos.
Carlos Jorge Dumit
Castro Barros 49
San Miguel de Tucumán
Los héroes de Malvinas
El 2 de abril de 1982, la dictadura cívico-militar inició el desembarco de tropas en las islas Malvinas, usurpadas por Inglaterra desde 1833. Leyendo un excelente libro, “La pasión Según Malvinas” -del entonces corresponsal de guerra Nicolás Kasanzew-, me vino a la memoria cuando paraguayos y bolivianos se trenzaron en una guerra, dejando atrás un período de cinco años de ataques crónicos en la frontera. Debieron luchar por intereses extranjeros que se disputaban la explotación del petróleo en ricos yacimientos del Chaco. Una guerra evidentemente injusta. Pero una guerra, una vez declarada es, se lo quiera o no, una guerra de la nación. Es la nación la que -quizás- se beneficie con el triunfo, y es la nación la que -con toda seguridad- ha de perjudicarse con la derrota. Lucharon bolivianos y paraguayos con bravura, con abnegación, haciendo gala de amor a sus patrias. Y cuando reinó la paz cada nación rindió homenaje a sus héroes, a sus queridos muertos, a los venerables veteranos. Al concepto general de que los ciudadanos son iguales, bien vale la pena modificarlo separando dos clases: el ciudadano común y los héroes de guerra, los que han jugado su vida por la patria y se merecen todos los honores, todos los privilegios, todas las atenciones, todas las desigualdades a su favor. En el Paraguay los héroes sobrevivientes aún hoy son tratados con reverencia. Que la comunidad ofrende su respeto a los que han perdido la vida por defenderla y a los que no ha sido voluntad de Dios llevarlos, pero igualmente la expusieron ante el enemigo, es una obligación nacida de la más elemental decencia. Seríamos unos canallas despreciables regateando ese homenaje. Pero, además, honrar a los que nos defendieron es la mínima política de conservación, de defensa. Ver que a los que han expuesto su vida por la patria se los aplaude los 2 de abril y que los demás días tienen que andar buscando un trabajito. Cuando debiera ser la sociedad la que espontáneamente se ofrezca a que se les conceda algún beneficio de los que los burócratas usufructúan como merecidas conquistas sociales. ¿No es acaso una vergüenza que está proclamando que somos una sociedad que no se merece el esfuerzo de sus hijos? La Argentina -gracias a Dios- tiene héroes que le han ofrendado la vida. Unos la perdieron. El primero, el teniente Pedro Giachino, muerto sin siquiera defenderse, en cumplimiento del plan impuesto de no hacer daño al enemigo. Post mortem fue ascendido a capitán de fragata y -el 4 de abril de 1982- sepultado en el cementerio de Punta Alta. Se cumplía con la obligación de honrar a los héroes, y también se rindió honores a los restos mortales del soldado Mario Almonacid. Muchos héroes de tierra, mar y aire murieron, y son igualmente respetables los que pusieron su pecho al peligro y no murieron. Quizás un emblema de todos ellos, de los vivos y de los muertos, sea el abnegado teniente Giachino. Podría su nombre ser bandera de lo que significó ponerlo al Estado al servicio de un interés permanente de la nación. Que se haya llegado a la derrota significa que a la nación hay que defenderla mejor, no que no deba defendérsela. Aquel gobierno militar inmediatamente después -lo mismo que los gobiernos civiles que lo sucedieron- se impuso la tarea de “desmalvinizar”, y para desmalvinizar se considera a los respetables veteranos como a simples “chicos” a los que es preciso tirarles alguna propina. Y no es así. Ellos, como Giachino, se merecen el homenaje permanente de la patria.
Jorge B. Lobo Aragón
[email protected]
Los ecos de la campaña electoral
Lo que fue la vergonzosa campaña electoral 2015 en Tucumán no nos deja de asombrar día a día. A lo que ya es de público conocimiento, robo de $500 millones como gastos sociales, aprovechamiento clientelar del plan “Más cerca”, contratos desmedidos e injustificados en comunas y municipios, intento de estafa a Canal 10 en publicidad no facturada y tantos otros temas, hoy nos enteramos además de $112 millones como gastos de personal legislativo que no se pueden rendir cuentas. A las consecuencias las vemos todos los días. No se gastó plata donde correspondía: caminos, puentes, obras en zonas inundables, mortandad infantil (Tucumán tercera en el país), droga y seguridad, o en programas (como propone la senadora Beatriz Mirkin) sobre ineficiencia alimentaria, que hoy le reclama a la Nación. Lamento que la senadora haya llevado estos temas al Senado de la Nación, exponiendo nuestras miserias ante los ojos del país. La consecuencia no deseada de todo esto es la necesidad del oficialismo tucumano de destruir el Poder Judicial, reemplazándolo por una justicia que le sea funcional y desplazando a los jueces que no le son obsecuentes -sobre todo en este año electoral- para poder repetir las maniobras que tanto beneficio le dieron. De esta manera quiero adherirme al trabajo que están haciendo legisladores y ciudadanos comprometidos, quienes corajudamente quieren evitar que nuestra provincia se transforme en una pequeña Venzuela, y agradecer a este diario y a sus editorialistas, que con su trabajo serio y responsable informan sobre la realidad tucumana.
José Manuel Avellaneda
Salas y Valdéz 1085
Yerba Buena
El Epam de la Usina Sarmiento
En el diccionario español aparece la palabra “desidia”, cuyo significado es “abandono”. Se dice de las personas que no tienen ganas de hacer las cosas. Las abandonan. Tal parece ser la actitud de los directivos de Extensión Universitaria de la UNT en relación a EPAM Sarmiento, que funciona en la Usina del Bicentenario. ¡Vaya homenaje al Bicentenario! Porque, sin duda alguna, Extensión Universitaria sumió en el abandono a esta sucursal del EPAM, pese a los esfuerzos de los alumnos y a la preocupación puesta de manifiesto por la vicedirectora del establecimiento y a la voluntad de su colaborador más cercano. Cabe destacar que los alumnos hicimos un bono contribución para adquirir un equipo de música para nuestros talleres, ante el deterioro del equipo de la entidad. Antes hubo falsas promesas de que conseguirían un buen equipo. Pero hubo otras promesas falsas, como la de difundir la tarea de EPAM Sarmiento. El gran “aporte” de Extensión Universitaria al respecto fue entregarnos a cada uno de los alumnos un panfleto para repartir por la ciudad. Otra promesa fue la limpieza y pintura del local. Hoy se encuentran allí tres tachos de pintura para tal efecto, sin usar. Tenemos un enorme patio para estacionar vehículos que cuando llueve se transforma en lagunas y barro. Pedimos que desparramaran allí un poco de ripio; el ripio llegó, nadie lo desparramó. Peor la solución que el problema. El 6 de marzo comenzamos las clases, y no encontramos siquiera un cartel de “Bienvenidos”. Una frialdad total. A todo esto debemos agregar que nuestra participación en los talleres no es gratuita. Pagamos una inscripción de $250 y una cuota mensual de $350, además de un seguro asistencial de $280. Entendemos que la UNT no paga alquiler; en otras palabras, no producimos gastos. Todo lo contrario; y hay otras entidades que ofrecen el mismo -y mejor- servicio en forma gratuita. Esta es la penosa realidad de los adultos mayores que concurrimos al EPAM Sarmiento.
Ángela Brito
Avenida Sarmiento 1320
San Miguel de Tucumán
Universidad “Gratuita”
Desde diversos sectores de la sociedad y la política, y no tan solo de aquellos tildados de progresistas, se defiende fervientemente el régimen universitario actual, que garantiza “libre acceso y gratuidad”. De más está decir que lo gratuito no existe, que hay un trasfondo presupuestario -totalmente desgastado por cierto- detrás de toda esta pavorosa manifestación de ideas que tienen como consecuencia todo lo contrario a lo que se pretende abarcar. A uno de los principales rubros de la categoría ingresos del presupuesto aportamos todos y cada uno de los argentinos, casi sin darnos cuenta, a través del tan conocido impuesto al valor agregado (IVA). En cuanto a los que aprovechan el gasto en educación, en este caso en universidad pública, no es el grueso de la población, sino el 30% -siendo bastante prudente- con ingresos más altos. Los jóvenes provenientes de los sectores de ingresos más bajos, careciendo el sistema universitario de un régimen amplio de becas. no pueden darse el lujo de dejar de asignar su tiempo trabajar para poder tomar estudios superiores. Paradójicamente, las estadísticas reflejan que el 55% del alumnado concurrió a establecimientos secundarios privados. ¿Igualdad de oportunidades y movilidad social? Bien, gracias.
Andrés Estaban Ramasco
[email protected]
Carlos Jorge Dumit
Castro Barros 49
San Miguel de Tucumán
Los héroes de Malvinas
El 2 de abril de 1982, la dictadura cívico-militar inició el desembarco de tropas en las islas Malvinas, usurpadas por Inglaterra desde 1833. Leyendo un excelente libro, “La pasión Según Malvinas” -del entonces corresponsal de guerra Nicolás Kasanzew-, me vino a la memoria cuando paraguayos y bolivianos se trenzaron en una guerra, dejando atrás un período de cinco años de ataques crónicos en la frontera. Debieron luchar por intereses extranjeros que se disputaban la explotación del petróleo en ricos yacimientos del Chaco. Una guerra evidentemente injusta. Pero una guerra, una vez declarada es, se lo quiera o no, una guerra de la nación. Es la nación la que -quizás- se beneficie con el triunfo, y es la nación la que -con toda seguridad- ha de perjudicarse con la derrota. Lucharon bolivianos y paraguayos con bravura, con abnegación, haciendo gala de amor a sus patrias. Y cuando reinó la paz cada nación rindió homenaje a sus héroes, a sus queridos muertos, a los venerables veteranos. Al concepto general de que los ciudadanos son iguales, bien vale la pena modificarlo separando dos clases: el ciudadano común y los héroes de guerra, los que han jugado su vida por la patria y se merecen todos los honores, todos los privilegios, todas las atenciones, todas las desigualdades a su favor. En el Paraguay los héroes sobrevivientes aún hoy son tratados con reverencia. Que la comunidad ofrende su respeto a los que han perdido la vida por defenderla y a los que no ha sido voluntad de Dios llevarlos, pero igualmente la expusieron ante el enemigo, es una obligación nacida de la más elemental decencia. Seríamos unos canallas despreciables regateando ese homenaje. Pero, además, honrar a los que nos defendieron es la mínima política de conservación, de defensa. Ver que a los que han expuesto su vida por la patria se los aplaude los 2 de abril y que los demás días tienen que andar buscando un trabajito. Cuando debiera ser la sociedad la que espontáneamente se ofrezca a que se les conceda algún beneficio de los que los burócratas usufructúan como merecidas conquistas sociales. ¿No es acaso una vergüenza que está proclamando que somos una sociedad que no se merece el esfuerzo de sus hijos? La Argentina -gracias a Dios- tiene héroes que le han ofrendado la vida. Unos la perdieron. El primero, el teniente Pedro Giachino, muerto sin siquiera defenderse, en cumplimiento del plan impuesto de no hacer daño al enemigo. Post mortem fue ascendido a capitán de fragata y -el 4 de abril de 1982- sepultado en el cementerio de Punta Alta. Se cumplía con la obligación de honrar a los héroes, y también se rindió honores a los restos mortales del soldado Mario Almonacid. Muchos héroes de tierra, mar y aire murieron, y son igualmente respetables los que pusieron su pecho al peligro y no murieron. Quizás un emblema de todos ellos, de los vivos y de los muertos, sea el abnegado teniente Giachino. Podría su nombre ser bandera de lo que significó ponerlo al Estado al servicio de un interés permanente de la nación. Que se haya llegado a la derrota significa que a la nación hay que defenderla mejor, no que no deba defendérsela. Aquel gobierno militar inmediatamente después -lo mismo que los gobiernos civiles que lo sucedieron- se impuso la tarea de “desmalvinizar”, y para desmalvinizar se considera a los respetables veteranos como a simples “chicos” a los que es preciso tirarles alguna propina. Y no es así. Ellos, como Giachino, se merecen el homenaje permanente de la patria.
Jorge B. Lobo Aragón
[email protected]
Los ecos de la campaña electoral
Lo que fue la vergonzosa campaña electoral 2015 en Tucumán no nos deja de asombrar día a día. A lo que ya es de público conocimiento, robo de $500 millones como gastos sociales, aprovechamiento clientelar del plan “Más cerca”, contratos desmedidos e injustificados en comunas y municipios, intento de estafa a Canal 10 en publicidad no facturada y tantos otros temas, hoy nos enteramos además de $112 millones como gastos de personal legislativo que no se pueden rendir cuentas. A las consecuencias las vemos todos los días. No se gastó plata donde correspondía: caminos, puentes, obras en zonas inundables, mortandad infantil (Tucumán tercera en el país), droga y seguridad, o en programas (como propone la senadora Beatriz Mirkin) sobre ineficiencia alimentaria, que hoy le reclama a la Nación. Lamento que la senadora haya llevado estos temas al Senado de la Nación, exponiendo nuestras miserias ante los ojos del país. La consecuencia no deseada de todo esto es la necesidad del oficialismo tucumano de destruir el Poder Judicial, reemplazándolo por una justicia que le sea funcional y desplazando a los jueces que no le son obsecuentes -sobre todo en este año electoral- para poder repetir las maniobras que tanto beneficio le dieron. De esta manera quiero adherirme al trabajo que están haciendo legisladores y ciudadanos comprometidos, quienes corajudamente quieren evitar que nuestra provincia se transforme en una pequeña Venzuela, y agradecer a este diario y a sus editorialistas, que con su trabajo serio y responsable informan sobre la realidad tucumana.
José Manuel Avellaneda
Salas y Valdéz 1085
Yerba Buena
El Epam de la Usina Sarmiento
En el diccionario español aparece la palabra “desidia”, cuyo significado es “abandono”. Se dice de las personas que no tienen ganas de hacer las cosas. Las abandonan. Tal parece ser la actitud de los directivos de Extensión Universitaria de la UNT en relación a EPAM Sarmiento, que funciona en la Usina del Bicentenario. ¡Vaya homenaje al Bicentenario! Porque, sin duda alguna, Extensión Universitaria sumió en el abandono a esta sucursal del EPAM, pese a los esfuerzos de los alumnos y a la preocupación puesta de manifiesto por la vicedirectora del establecimiento y a la voluntad de su colaborador más cercano. Cabe destacar que los alumnos hicimos un bono contribución para adquirir un equipo de música para nuestros talleres, ante el deterioro del equipo de la entidad. Antes hubo falsas promesas de que conseguirían un buen equipo. Pero hubo otras promesas falsas, como la de difundir la tarea de EPAM Sarmiento. El gran “aporte” de Extensión Universitaria al respecto fue entregarnos a cada uno de los alumnos un panfleto para repartir por la ciudad. Otra promesa fue la limpieza y pintura del local. Hoy se encuentran allí tres tachos de pintura para tal efecto, sin usar. Tenemos un enorme patio para estacionar vehículos que cuando llueve se transforma en lagunas y barro. Pedimos que desparramaran allí un poco de ripio; el ripio llegó, nadie lo desparramó. Peor la solución que el problema. El 6 de marzo comenzamos las clases, y no encontramos siquiera un cartel de “Bienvenidos”. Una frialdad total. A todo esto debemos agregar que nuestra participación en los talleres no es gratuita. Pagamos una inscripción de $250 y una cuota mensual de $350, además de un seguro asistencial de $280. Entendemos que la UNT no paga alquiler; en otras palabras, no producimos gastos. Todo lo contrario; y hay otras entidades que ofrecen el mismo -y mejor- servicio en forma gratuita. Esta es la penosa realidad de los adultos mayores que concurrimos al EPAM Sarmiento.
Ángela Brito
Avenida Sarmiento 1320
San Miguel de Tucumán
Universidad “Gratuita”
Desde diversos sectores de la sociedad y la política, y no tan solo de aquellos tildados de progresistas, se defiende fervientemente el régimen universitario actual, que garantiza “libre acceso y gratuidad”. De más está decir que lo gratuito no existe, que hay un trasfondo presupuestario -totalmente desgastado por cierto- detrás de toda esta pavorosa manifestación de ideas que tienen como consecuencia todo lo contrario a lo que se pretende abarcar. A uno de los principales rubros de la categoría ingresos del presupuesto aportamos todos y cada uno de los argentinos, casi sin darnos cuenta, a través del tan conocido impuesto al valor agregado (IVA). En cuanto a los que aprovechan el gasto en educación, en este caso en universidad pública, no es el grueso de la población, sino el 30% -siendo bastante prudente- con ingresos más altos. Los jóvenes provenientes de los sectores de ingresos más bajos, careciendo el sistema universitario de un régimen amplio de becas. no pueden darse el lujo de dejar de asignar su tiempo trabajar para poder tomar estudios superiores. Paradójicamente, las estadísticas reflejan que el 55% del alumnado concurrió a establecimientos secundarios privados. ¿Igualdad de oportunidades y movilidad social? Bien, gracias.
Andrés Estaban Ramasco
[email protected]
NOTICIAS RELACIONADAS
Lo más popular