27 Marzo 2017
LA QUE NO FUE. Zampedri intenta definir ante Ibáñez, pero el arquero salió rápido a achicarle el ángulo de tiro y el goleador “decano” se quedó con las ganas de marcar. foto de maTÍAS NÁPOLI ESCALERO / ESPECIAL PARA LA GACETA
BUENOS AIRES (Andrés Burgo, especial para LG Deportiva).- Fernando Zampedri jugó tres tiempos de lo que podría denominarse “el partido de los goleadores enamorados”. En el primero, el entrerriano erró un penal. En el segundo, convirtió dos goles. Y en el tercero, permaneció más de una hora en el control antidoping para tratar de cumplir con esa obligación (“siempre me cuesta”, explicaría después, en una demora que incluso llevó a Leandro González a visitarlo y preguntar qué pasaba).
La espera de los periodistas había comenzado con una pequeña multitud a un costado de la tribuna de 18 escalones (la que está enfrente de las cámaras de transmisión) y terminó casi desierta a las 21.44, o sea una hora y media después de terminado el partido. Allí fue cuando Zampedri reveló qué lo llevó a ensayar un pase de baile (un meneíto con buen ritmo) después del segundo gol. “Me lo pedía mi mujer, me decía que hiciera un bailecito. Soy medio duro”, sonrió el goleador ante la pregunta de Ariel Schvartzbard, de “Paso a Paso”, el programa de TyC Sports. Zampedri debería quedarse tranquilo: tiene estilo para los festejos.
Lo curioso es que el primer gol de Temperley, el de Cristian Chimino, había tenido una dedicatoria similar, e incluso más pública. El defensor fue a darle un beso en la boca a su mujer, que estaba en la platea, y blanqueó después del partido: “mi señora siempre me pide que vaya a darle un beso después de un gol, y lo hice”. Aún más curioso fue que Celeste, la novia de Chimino, no se quedó tan conforme: “lo que quiero es que me pida casamiento, pero le tiene fobia”.
En todo caso, en el partido de los goleadores enamorados, Zampedri también tuvo un motivo para el amor no correspondido: el penal que le atajó Matías Ibáñez. “Fue mérito de él. La verdad es que me descolocó cuando amagó antes de que yo tirara. Suelo mirar a los arqueros, él se movió para un lado y eso me mató. La próxima le rompo el arco”, dijo.
Que Zampedri estuviese feliz por los dos tantos convertidos (lleva ocho en el torneo y quedó a tres de Sebastián Driussi, el goleador del torneo) era lo esperable, pero el empate final de Marcos Figueroa también lo dejó con un sabor amargo. “Tenemos que aprender a cerrar los partidos, la verdad es que hoy (por ayer) se nos escaparon dos puntos que ya teníamos asegurados”.
Un periodista de ESPN fue más allá y le preguntó si estaba esperando un llamado de la Selección. Zampedri pareció sorprenderse: “La verdad es que no pienso en eso. Yo trabajo para ser mejor cada día. Lógico que la Selección sería lo mejor de todo, pero yo pienso en ser mejor, y eso es lo que les digo a mis compañeros”. Por las dudas, Zampedri ya sabe cómo festejaría un gol con la celeste y blanca que ya usó en Quito, la de la Selección: con otro bailecito, el ritual que perfeccionó en el partido de los goleadores enamorados.
La espera de los periodistas había comenzado con una pequeña multitud a un costado de la tribuna de 18 escalones (la que está enfrente de las cámaras de transmisión) y terminó casi desierta a las 21.44, o sea una hora y media después de terminado el partido. Allí fue cuando Zampedri reveló qué lo llevó a ensayar un pase de baile (un meneíto con buen ritmo) después del segundo gol. “Me lo pedía mi mujer, me decía que hiciera un bailecito. Soy medio duro”, sonrió el goleador ante la pregunta de Ariel Schvartzbard, de “Paso a Paso”, el programa de TyC Sports. Zampedri debería quedarse tranquilo: tiene estilo para los festejos.
Lo curioso es que el primer gol de Temperley, el de Cristian Chimino, había tenido una dedicatoria similar, e incluso más pública. El defensor fue a darle un beso en la boca a su mujer, que estaba en la platea, y blanqueó después del partido: “mi señora siempre me pide que vaya a darle un beso después de un gol, y lo hice”. Aún más curioso fue que Celeste, la novia de Chimino, no se quedó tan conforme: “lo que quiero es que me pida casamiento, pero le tiene fobia”.
En todo caso, en el partido de los goleadores enamorados, Zampedri también tuvo un motivo para el amor no correspondido: el penal que le atajó Matías Ibáñez. “Fue mérito de él. La verdad es que me descolocó cuando amagó antes de que yo tirara. Suelo mirar a los arqueros, él se movió para un lado y eso me mató. La próxima le rompo el arco”, dijo.
Que Zampedri estuviese feliz por los dos tantos convertidos (lleva ocho en el torneo y quedó a tres de Sebastián Driussi, el goleador del torneo) era lo esperable, pero el empate final de Marcos Figueroa también lo dejó con un sabor amargo. “Tenemos que aprender a cerrar los partidos, la verdad es que hoy (por ayer) se nos escaparon dos puntos que ya teníamos asegurados”.
Un periodista de ESPN fue más allá y le preguntó si estaba esperando un llamado de la Selección. Zampedri pareció sorprenderse: “La verdad es que no pienso en eso. Yo trabajo para ser mejor cada día. Lógico que la Selección sería lo mejor de todo, pero yo pienso en ser mejor, y eso es lo que les digo a mis compañeros”. Por las dudas, Zampedri ya sabe cómo festejaría un gol con la celeste y blanca que ya usó en Quito, la de la Selección: con otro bailecito, el ritual que perfeccionó en el partido de los goleadores enamorados.
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