09 Marzo 2017
Atlético jugó con honor y pasión
ENDEMONIADO. Dudú, que encara a Nery Leyes, fue el estandarte de un Palmeiras que no perdió la brújula gracias a sus gambetas y momentos de picardía. De una patriada suya nació el tiro libre previo al 1-1. la gaceta / foto de inés quinteros orio
El cierre con pocas luces redujo la tensión a un buen empate entre Atlético y Palmeiras. Fue 1 a 1, y a priori, el hecho de haber estado el “Decano” con un hombre de más por más de 70 minutos de juego hacen que el resultado tenga sabor a poco, al menos en el reparto de puntos. Pero no hay que confundirse. Palmeiras no es un equipo del montón en esta edición de la Copa Libertadores. Es candidato a la corona, el aspirante a liderar el grupo 5. Fue un rival que complicó estando 11 contra 11 y también cuando se quedó con uno menos, por la acertada expulsión (doble amarilla) de Vitor Hugo.
En el complemento no hubo ni medio retazo de lo que sí dejó un primer tiempo cargado de emociones y lecciones. El fútbol es inteligencia, precisión, picardía, un momento puntal; una atajada; una definición. Jugar bien al fútbol es saber hacer la diferencia sin poseer la pelota. Eso intentó hacer Palmeiras, al principio, porque en un encuentro en el que el local no negociaba el traslado de la pelota, menos rifarla, todo se resumió a pequeños dardos a la medular.
Los primeros minutos fueron del “Verdao”, con Dudú tan gigante como San Pablo y tan veloz de cabeza como Flash. De sus pies salió lo mejor de Palmeiras.
Pero Dudú no fue quien culminaba las jugadas (tuvo una que no llegó a cabecear). Apenas fue el dueño de la pelota parada, un accionista lírico que colaboró para que Miguel Borja hiciera figura a Cristian Lucchetti, el capitán de Atlético que ya merece el Gran Decano con los guantes y botines puestos.
Si el partido le pide una atajada, él entrega dos. Y si le pide dos, cuatro. Lucchetti volvió a multiplicarse en la cancha justo cuando Atlético perdió el orden por apurarse. Cuando Palmeiras le copó el mediocampo, entonces su boleto de salida fue el típico pelotazo de Bruno Bianchi o Ignacio Canuto. Atlético necesitaba calma extrema.
Lucchetti se la dio al encontrar en Borja a la víctima perfecta. El goleador por el que Palmeiras pagó millones de dólares se topó con una pared de raíces mendocinas y corazón albiceleste. En la primera que dispuso, sólo en medio del área chica, buscó al medio. “Laucha” tapó con una mano. En la segunda, el cafetero buscó hacer una fiesta de gala con un amague y le dio tiempo al 1 de achicarle el ángulo de tiro.
Tanto movimiento positivo para el “Decano” sirvió para que después del acto fallido de Borja naciera la expulsión de Vitor Hugo. Atlético buscó la contra con Zampedri y Vitor Hugo lo durmió de un cabezazo. Ahí empezó otro partido.
Y era el momento, entonces, de Atlético. De entrar en ritmo. Y lo hizo gracias a Zampedri. Difícilmente haya explicación posible para entender cómo “Tanque” pudo puntear un centro (bajo) de Fernando Evangelista estando de espaldas al arco de Fernando Prass y marcado por Edú Dracena.
En medio de tanta ensalada de complicaciones e interrogantes, Zampedri anticipó al central y colgó el cuero en el segundo palo. Gol. Pudo nacer el 2-0, de un remate venenoso de Canuto.
Pero si Palmeiras demostró que por algo es candidato al título. Dudú lo demostró. Sus tiros libres fueron un tormento. Keno finiquitó el típico envío abierto que llegó al corazón de área después de un cabezazo: 1 a 1.
Los goles suelen ser la consecuencia del error del marcador y el acierto de rival. Entonces, con el 1-1 puesto, Palmeiras apostó a definirlo con una contra. Tuvo sus chances, pero no acertó. Lo mismo le pasó a Atlético. El empate quedó escrito, siendo Atlético el que más leña le puso al fuego.
En el complemento no hubo ni medio retazo de lo que sí dejó un primer tiempo cargado de emociones y lecciones. El fútbol es inteligencia, precisión, picardía, un momento puntal; una atajada; una definición. Jugar bien al fútbol es saber hacer la diferencia sin poseer la pelota. Eso intentó hacer Palmeiras, al principio, porque en un encuentro en el que el local no negociaba el traslado de la pelota, menos rifarla, todo se resumió a pequeños dardos a la medular.
Los primeros minutos fueron del “Verdao”, con Dudú tan gigante como San Pablo y tan veloz de cabeza como Flash. De sus pies salió lo mejor de Palmeiras.
Pero Dudú no fue quien culminaba las jugadas (tuvo una que no llegó a cabecear). Apenas fue el dueño de la pelota parada, un accionista lírico que colaboró para que Miguel Borja hiciera figura a Cristian Lucchetti, el capitán de Atlético que ya merece el Gran Decano con los guantes y botines puestos.
Si el partido le pide una atajada, él entrega dos. Y si le pide dos, cuatro. Lucchetti volvió a multiplicarse en la cancha justo cuando Atlético perdió el orden por apurarse. Cuando Palmeiras le copó el mediocampo, entonces su boleto de salida fue el típico pelotazo de Bruno Bianchi o Ignacio Canuto. Atlético necesitaba calma extrema.
Lucchetti se la dio al encontrar en Borja a la víctima perfecta. El goleador por el que Palmeiras pagó millones de dólares se topó con una pared de raíces mendocinas y corazón albiceleste. En la primera que dispuso, sólo en medio del área chica, buscó al medio. “Laucha” tapó con una mano. En la segunda, el cafetero buscó hacer una fiesta de gala con un amague y le dio tiempo al 1 de achicarle el ángulo de tiro.
Tanto movimiento positivo para el “Decano” sirvió para que después del acto fallido de Borja naciera la expulsión de Vitor Hugo. Atlético buscó la contra con Zampedri y Vitor Hugo lo durmió de un cabezazo. Ahí empezó otro partido.
Y era el momento, entonces, de Atlético. De entrar en ritmo. Y lo hizo gracias a Zampedri. Difícilmente haya explicación posible para entender cómo “Tanque” pudo puntear un centro (bajo) de Fernando Evangelista estando de espaldas al arco de Fernando Prass y marcado por Edú Dracena.
En medio de tanta ensalada de complicaciones e interrogantes, Zampedri anticipó al central y colgó el cuero en el segundo palo. Gol. Pudo nacer el 2-0, de un remate venenoso de Canuto.
Pero si Palmeiras demostró que por algo es candidato al título. Dudú lo demostró. Sus tiros libres fueron un tormento. Keno finiquitó el típico envío abierto que llegó al corazón de área después de un cabezazo: 1 a 1.
Los goles suelen ser la consecuencia del error del marcador y el acierto de rival. Entonces, con el 1-1 puesto, Palmeiras apostó a definirlo con una contra. Tuvo sus chances, pero no acertó. Lo mismo le pasó a Atlético. El empate quedó escrito, siendo Atlético el que más leña le puso al fuego.
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