08 Marzo 2017
ATERRADAS. Las víctimas le cuentan a LA GACETA cómo fue el hecho. la gaceta / foto de analía jaramillo
Sabían que su papá estaba a punto de llegar a casa y decidieron esconderse para sorprenderlo cuando entrara. Las nenas, de 6 y 9 años, se ocultaron debajo de una enorme caja de cartón. “Habíamos instalado un aire acondicionado. Les decía a mis hijas que no jugaran con la caja porque la necesitaba para guardar cosas. Gracias a Dios no me hicieron caso”, explicó a LA GACETA María Laura Toledo.
La mujer vive junto a su familia en el barrio Los Tarcos de Yerba Buena. El lunes por la noche, vivieron una experiencia extrema que difícilmente olvidarán, cuando fueron víctimas de una “entradera” cometida por una banda de “motochorros”.
A las 22.30, la calle Paraguay al 400 presentaba un panorama desolador. No había nadie en la calle y la oscuridad era total. A esa hora, Adrián Dip Tártalo regresó a su casa después de trabajar en el campo. Pero cuando quiso estacionar su camioneta en el garage de la propiedad, fue sorprendido por cuatro jóvenes que le cortaron el paso.
“Por la noche, Yerba Buena es tierra de nadie. Apenas mi marido abrió la puerta lo sorprendieron cuatro chicos en dos motos. Lo único que querían era dinero. Uno tenía el rostro descubierto y los otros se cubrían con gorras y capuchas. Todos usaban unas armas impresionantes. Tenían unos 18 años y no estaban ni drogados ni alcoholizados, estoy segura. Uno tenía una herida en un ojo y en la boca. Fue todo muy rápido, el robo no duró más de tres minutos”, recordó Toledo.
Bajo amenazas de muerte los delincuentes les exigieron que ingresaran a la casa. En el living, obligaron al dueño de casa a arrodillarse; entonces, le dieron un culatazo en la cabeza y lo golpearon en el rostro.
Sorpresa
En ese momento, una de las niñas que permanecían escondidas levantó la caja de cartón. Recién entonces los delincuentes advirtieron la presencia de las pequeñas. “Quedensé ahí”, les dijo uno de los ladrones. Las pequeñas volvieron a esconderse.
Mientras tanto, sus cómplices insistían en que les entregaran el efectivo que había en la vivienda.
“Me pedían dinero, joyas y oro. También me preguntaban dónde teníamos la caja fuerte, pero nosotros casi nunca tenemos efectivo en la casa. Vendo mochilas escolares y otros útiles. Me acordé que tenía unos $20.000 para depositar en el banco. Entonces subí a mi cuarto a buscar el dinero y dos de ellos me siguieron”, contó la mujer.
Luego, arrancaron un televisor que estaba empotrado en la pared del comedor y una computadora portátil que estaba sobre una mesa. Entonces, escaparon a toda velocidad.
“Cuando se fueron nos dijeron que nos quedemos quietos, nada más. Creo que fue al voleo, vieron la oportunidad y no dudaron. No sé si eran expertos, pero querían irse rápido y actuaron con mucha frialdad.
Pasado el peligro llamaron al Sistema de Emergencia 911. Los uniformados llegaron a los pocos minutos pero no pudieron dar con los asaltantes.
“No hay patrulleros ni en puestos fijos y circulando por el barrio. Hace 12 años que vivo aquí y nunca había vivido algo así. Fue como una película de terror”, concluyó.
La mujer vive junto a su familia en el barrio Los Tarcos de Yerba Buena. El lunes por la noche, vivieron una experiencia extrema que difícilmente olvidarán, cuando fueron víctimas de una “entradera” cometida por una banda de “motochorros”.
A las 22.30, la calle Paraguay al 400 presentaba un panorama desolador. No había nadie en la calle y la oscuridad era total. A esa hora, Adrián Dip Tártalo regresó a su casa después de trabajar en el campo. Pero cuando quiso estacionar su camioneta en el garage de la propiedad, fue sorprendido por cuatro jóvenes que le cortaron el paso.
“Por la noche, Yerba Buena es tierra de nadie. Apenas mi marido abrió la puerta lo sorprendieron cuatro chicos en dos motos. Lo único que querían era dinero. Uno tenía el rostro descubierto y los otros se cubrían con gorras y capuchas. Todos usaban unas armas impresionantes. Tenían unos 18 años y no estaban ni drogados ni alcoholizados, estoy segura. Uno tenía una herida en un ojo y en la boca. Fue todo muy rápido, el robo no duró más de tres minutos”, recordó Toledo.
Bajo amenazas de muerte los delincuentes les exigieron que ingresaran a la casa. En el living, obligaron al dueño de casa a arrodillarse; entonces, le dieron un culatazo en la cabeza y lo golpearon en el rostro.
Sorpresa
En ese momento, una de las niñas que permanecían escondidas levantó la caja de cartón. Recién entonces los delincuentes advirtieron la presencia de las pequeñas. “Quedensé ahí”, les dijo uno de los ladrones. Las pequeñas volvieron a esconderse.
Mientras tanto, sus cómplices insistían en que les entregaran el efectivo que había en la vivienda.
“Me pedían dinero, joyas y oro. También me preguntaban dónde teníamos la caja fuerte, pero nosotros casi nunca tenemos efectivo en la casa. Vendo mochilas escolares y otros útiles. Me acordé que tenía unos $20.000 para depositar en el banco. Entonces subí a mi cuarto a buscar el dinero y dos de ellos me siguieron”, contó la mujer.
Luego, arrancaron un televisor que estaba empotrado en la pared del comedor y una computadora portátil que estaba sobre una mesa. Entonces, escaparon a toda velocidad.
“Cuando se fueron nos dijeron que nos quedemos quietos, nada más. Creo que fue al voleo, vieron la oportunidad y no dudaron. No sé si eran expertos, pero querían irse rápido y actuaron con mucha frialdad.
Pasado el peligro llamaron al Sistema de Emergencia 911. Los uniformados llegaron a los pocos minutos pero no pudieron dar con los asaltantes.
“No hay patrulleros ni en puestos fijos y circulando por el barrio. Hace 12 años que vivo aquí y nunca había vivido algo así. Fue como una película de terror”, concluyó.