“Mi familia vive un infierno porque la persigue una mafia”

“Mi familia vive un infierno porque la persigue una mafia”

La mujer que denunció a la Policía de Banda del Río Salí aseguró que no la silenciarán “Somos gente de trabajo”, aseguró. Por el caso está detenido el jefe de la comisaría de la localidad y otros dos efectivos

LA COMISARÍA. Los tres efectivos detenidos prestan servicio en esta dependencia, de Banda del Río Salí. la gaceta / fotos de Adrian Lugones LA COMISARÍA. Los tres efectivos detenidos prestan servicio en esta dependencia, de Banda del Río Salí. la gaceta / fotos de Adrian Lugones
06 Marzo 2017
“Cuando mis hijos tienen que salir, mi marido se asoma media hora antes afuera de la casa para comprobar que no haya nadie que los quiera apretar. Es más, tengo que darle plata a un chiquito de la cuadra para que me compre el pan, porque si vamos nosotros, nos tiran el auto encima. Mi familia vive un infierno porque la persigue una mafia que está en la Policía”, advirtió ante LA GACETA la mujer que denunció a la cúpula de la comisaría de Banda del Río Salí, y cuyo nombre se mantiene en reserva por pedido de las autoridades que investigan el caso.

Tras las primeras investigaciones del caso, la fiscala Adriana Giannoni pidió la detención del subcomisario Ángel Alberto Medina -jefe de la comisaría local- y sus subalternos, César David Juárez y Eduardo González Brondo. Se encuentran acusados por los delitos privación ilegítima de la libertad, apremios ilegales y pedido de coimas contra la denunciante y sus dos hijos varones. Sin embargo, la historia nació mucho antes, a partir de una amenaza de dos agentes vigías y un video que los dejó expuestos.

“Son dos hermanos del barrio. No entiendo cómo nació este acoso, porque incluso iban a mi casa a comer cuando no había nada en la suya. Cuando les dieron el uniforme de los vigías comenzaron a molestar a todos en el barrio. Ante mis hijos remontaron armas y casi los matan”, juró la entrevistada. Todo el episodio -que ocurrió el año pasado- quedó grabado en el celular de una vecina rápida de reflejos que puso las imágenes a disposición de la Justicia. A partir de allí, según la denunciante, comenzó el calvario familiar por los nexos que habrían tenido los vigías con efectivos policiales de la zona.

Violento allanamiento

La causa recayó en la fiscalía VIII° y desde allí se pidieron dos allanamientos: uno en la casa de los acusados y otro en el de los denunciantes. El objetivo era buscar armas y no había orden de detener a nadie. “No me voy a olvidar nunca lo que hicieron ese 12 de agosto. Mi hijo mayor -de 21 años- estaba lavando su moto cuando los policías comenzaron a pegarle. Yo me tiré encima de él para protegerlo y me empezaron a patear a mí. A mi hijo más chico -de 15- lo esposaron y le pisaron la cabeza. Se los llevaron a la comisaría antes del allanamiento y los torturaron a los dos. Les han pegado como han querido”, afirmó su madre. Según su relato, al adolescente lo liberaron ese día, luego de que un efectivo le manoseara las partes íntimas en una oficina de la dependencia; a su hermano recién lo dejaron salir al otro día, tras el pago de $ 15.000. Sobre el arma que los policías dijeron que encontraron en su casa, la mujer respondió que se trató de una maniobra ridícula: “Agarraron dos caños de una pileta que no tenemos en uso, los pegaron y dijeron que teníamos una tumbera”.

Su promesa

“No me pienso callar por ser humilde. Somos gente trabajadora, no tenemos nada que ocultar. Yo cuidaba enfermos hasta que comenzó todo esto. Mi marido tiene un buen trabajo y pudo ponerle un lavadero a mi hijo para que no estuviera en la calle, con el riesgo que corren porque los están persiguiendo. Mi otro hijo y mi hija de 18 estudian, no nos pueden inventar nada. Esto es un infierno, pero no me voy a callar”, prometió la denunciante.

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