03 Marzo 2017
PROPUESTA. En el plano se puede observar la propuesta de los empresarios, que construirían un club en una esquina del terreno del futuro barrio.
Dicen que les pidió que sean generosos. Entonces, ellos le propusieron regalarles una cancha de “fútbol ocho”. De ese modo, los empresarios que están construyendo un barrio privado detrás de la Vía Norte, en un descampado de la calle Las Higueritas al 1.000 (Yerba Buena), pretenden destrabar el conflicto con los vecinos de un asentamiento irregular, que se resisten a quedarse sin su club social y deportivo “El Sapito”.
Sucede que, durante décadas, los habitantes de esa empobrecida zona utilizaron ese predio para jugar al fútbol y organizar actividades barriales. Pero en 2015, cuando el propietario del terreno, Enrique Castillo, quiso edificar el condominio Las Higueritas Barrio Boutique, se encontró con la resistencia de la gente.
En diciembre pasado -incluso- los pobladores presentaron en el Concejo Deliberante un proyecto para que se declare el interés público del inmueble, con vistas a una expropiación. Entre sus explicaciones, dijeron que durante cuatro generaciones han usado y cuidado el lugar.
Ante eso, Castillo y los representantes del fideicomiso que se ha conformado se reunieron, hace unas semanas, con el intendente de la comarca, Mariano Campero (fue él quién les reclamó generosidad). Tras ese encuentro, ofertaron la construcción de una cancha de 45 metros por 25 metros, que son las medidas reglamentarias del “fútbol ocho”. Alrededor, harían cuatro quinchos con asadores, tres tribunas y dos vestuarios, cuenta Sebastián Piliponsky, uno de los gestores de la iniciativa inmobiliaria.
El barrio exclusivo consiste en cinco torres de planta baja y cuatro pisos, además de una zona de amenities. En 2015, cuando quisieron comenzar la construcción, los representantes del fideicomiso ofrecieron donarle a la Municipalidad -por aquel entonces bajo el mando del ex intendente Daniel Toledo- una cancha de fútbol cinco y una franja de tierra para que los vecinos pudieran ampliar sus casas. Ahora incrementaron aquella proposición. “Estoy orgulloso de este proyecto. Creo que será beneficioso para la zona. Durante los siete años que dure la construcción, le dará trabajo a la gente”, añade Castillo.
Luego, el empresario remonta su relato a 1993, cuando compró el predio. Dice que eso era una zona abandonada, un monte urbano (en palabras suyas). En 2004 -según sus dichos- uno de los habitantes de la Vía Norte le pidió que les prestara un pedazo del predio para construir la cancha. Él accedió, pero con la condición de que se lo devolvieran cuando lo requiriera. “Haremos todas las obras que correspondan, porque serán nuestros vecinos y queremos que haya armonía. Pero no podemos renunciar a nuestro derecho a la propiedad privada”, advierte.
Del olvido a la prosperidad
Actualmente, esa zona yerbabuenense se ha convertido en uno de los sectores más prósperos para los emprendimientos inmobiliarios. Originalmente, la Vía Norte era una vía de ferrocarril, transversal, que se usaba para transportar la producción azucarera de la región. Pero desde que los ingenios apagaron sus chimeneas -medio siglo atrás-, el territorio se ha ido poblando de casuchas, apeñuscadas a ambos lados de los rieles. De a poco, el tendido férreo adquirió la fisonomía de una calle. Hoy, los vecinos se resisten a quedarse sin el club, y esgrimen otros derechos, como al deporte y a la recreación.
“Los pobres no tenemos para pagar un club. Tratamos de mantener a los chicos y adolescentes ocupados en la cancha, para que no anden con las drogas”, dice Silvina Pistán. “Si nos sacan un espacio verde, nos roban el futuro de nuestros hijos”, añade Rafael Delgado.
Franco Marigliano es subsecretario de Planeamiento del Gobierno local. Cuando se le pregunta cómo van a resolver esta disyuntiva, contesta que el proyecto, desde el punto de vista técnico, cumple con las ordenanzas. Pero no le han dado vía libre porque plantea un problema social. También Campero observa esa dificultad. “La gente ha convivido durante años con la cancha. No es un tema menor, e intentaremos resolverlo. Debemos mejorar, además, las condiciones de hacinamiento y de extrema vulnerabilidad en la que viven”, reconoce.
El miércoles último, Piliponsky y Castillo recibieron un llamado de la Municipalidad. Les dijeron que los vecinos habían rechazado su último ofrecimiento. No obstante -dicen-, ambos se esperanzan con que los gobernantes actúen de mediadores.
Sucede que, durante décadas, los habitantes de esa empobrecida zona utilizaron ese predio para jugar al fútbol y organizar actividades barriales. Pero en 2015, cuando el propietario del terreno, Enrique Castillo, quiso edificar el condominio Las Higueritas Barrio Boutique, se encontró con la resistencia de la gente.
En diciembre pasado -incluso- los pobladores presentaron en el Concejo Deliberante un proyecto para que se declare el interés público del inmueble, con vistas a una expropiación. Entre sus explicaciones, dijeron que durante cuatro generaciones han usado y cuidado el lugar.
Ante eso, Castillo y los representantes del fideicomiso que se ha conformado se reunieron, hace unas semanas, con el intendente de la comarca, Mariano Campero (fue él quién les reclamó generosidad). Tras ese encuentro, ofertaron la construcción de una cancha de 45 metros por 25 metros, que son las medidas reglamentarias del “fútbol ocho”. Alrededor, harían cuatro quinchos con asadores, tres tribunas y dos vestuarios, cuenta Sebastián Piliponsky, uno de los gestores de la iniciativa inmobiliaria.
El barrio exclusivo consiste en cinco torres de planta baja y cuatro pisos, además de una zona de amenities. En 2015, cuando quisieron comenzar la construcción, los representantes del fideicomiso ofrecieron donarle a la Municipalidad -por aquel entonces bajo el mando del ex intendente Daniel Toledo- una cancha de fútbol cinco y una franja de tierra para que los vecinos pudieran ampliar sus casas. Ahora incrementaron aquella proposición. “Estoy orgulloso de este proyecto. Creo que será beneficioso para la zona. Durante los siete años que dure la construcción, le dará trabajo a la gente”, añade Castillo.
Luego, el empresario remonta su relato a 1993, cuando compró el predio. Dice que eso era una zona abandonada, un monte urbano (en palabras suyas). En 2004 -según sus dichos- uno de los habitantes de la Vía Norte le pidió que les prestara un pedazo del predio para construir la cancha. Él accedió, pero con la condición de que se lo devolvieran cuando lo requiriera. “Haremos todas las obras que correspondan, porque serán nuestros vecinos y queremos que haya armonía. Pero no podemos renunciar a nuestro derecho a la propiedad privada”, advierte.
Del olvido a la prosperidad
Actualmente, esa zona yerbabuenense se ha convertido en uno de los sectores más prósperos para los emprendimientos inmobiliarios. Originalmente, la Vía Norte era una vía de ferrocarril, transversal, que se usaba para transportar la producción azucarera de la región. Pero desde que los ingenios apagaron sus chimeneas -medio siglo atrás-, el territorio se ha ido poblando de casuchas, apeñuscadas a ambos lados de los rieles. De a poco, el tendido férreo adquirió la fisonomía de una calle. Hoy, los vecinos se resisten a quedarse sin el club, y esgrimen otros derechos, como al deporte y a la recreación.
“Los pobres no tenemos para pagar un club. Tratamos de mantener a los chicos y adolescentes ocupados en la cancha, para que no anden con las drogas”, dice Silvina Pistán. “Si nos sacan un espacio verde, nos roban el futuro de nuestros hijos”, añade Rafael Delgado.
Franco Marigliano es subsecretario de Planeamiento del Gobierno local. Cuando se le pregunta cómo van a resolver esta disyuntiva, contesta que el proyecto, desde el punto de vista técnico, cumple con las ordenanzas. Pero no le han dado vía libre porque plantea un problema social. También Campero observa esa dificultad. “La gente ha convivido durante años con la cancha. No es un tema menor, e intentaremos resolverlo. Debemos mejorar, además, las condiciones de hacinamiento y de extrema vulnerabilidad en la que viven”, reconoce.
El miércoles último, Piliponsky y Castillo recibieron un llamado de la Municipalidad. Les dijeron que los vecinos habían rechazado su último ofrecimiento. No obstante -dicen-, ambos se esperanzan con que los gobernantes actúen de mediadores.
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