Jugar la Copa Libertadores genera un placer incomparable, pero también puede traer complicaciones para los hinchas. Desde reclamos familiares por los viajes para alentar a Atlético, hasta hacer malabares en la agenda semanal en pleno horario laboral. El microcentro tucumano no cambió el ritmo en el jueves copero, aunque incorporó a su rutina a los hinchas “decanos”. Hubo de todo un poco.
“Viene un futuro ‘decano’”, contó con la sonrisa de oreja a oreja Francisco Ledesma. El muchacho de Banda de Río Salí se acomodó solito en un bar después de ver a su hijo. “Mi novia tenía una ecografía de control, no llegaba para volver a mi casa y ver el partido. Así que yo estoy acá y ella al frente”, señaló al local de comidas rápidas.
Como Francisco, obligados al desarraigo del sofá más cómodo, estuvieron en otro bar Sergio, Santiago y Jerónimo, los Salvatierra. “En casa molestan mucho”, dice papá Sergio. “Mis hermanas”, retruca Jerónimo, el más pequeño de la mesa. Acusando que la platea femenina del hogar de Barrio Norte “quieren charlar” es que los tres hombres levantan campamento cuando Atlético juega. Un bar céntrico o El Monumental es el destino final. “La hinchada es lo que más mueve a los jugadores”, destacó Santiago cuando tuvo que opinar del aspecto, casi vacío, del estadio colombiano. Así que con esa teoría, el “decano” que, hasta los amistosos juega con promedio de miles de simpatizantes, no se debe haber sentido muy cómodo ante Junior.
Otra teoría, en una mesa cercana y con rigor científico, elaboró Gustavo Federico Wallberg. El licenciado en economía dio su diagnóstico sobre el paso de Atlético en la Libertadores. “Estoy muy conforme con que hayamos pasado la primera ronda. Lo que pase de aquí en adelante viene de regalo. Para lo que vale el plantel, una manera de ver los rendimientos por peso gastado, la actuación es muy buena. Sobre todo comparando con los grandes de Argentina que no llegaron a la Copa”, analizó. Entonces, la relación costo/beneficio es... “positiva”, dijo sin dudar.
Unidos
La esquina de Corrientes y Laprida se vistió de “celeste y blanco”. Unos 60 hinchas coincidieron en un drugstore. El “Dale deee y dale deee” retumbaba cada vez que los simpatizantes advertían la cámara de LG Deportiva. Algo similar pasó en la cantina del estadio Monumental, donde otro puñado de hinchas alentó. “Entramos a la fase de grupo y no nos para nadie”, anheló Mauricio Urchevich su deseo cuando todavía el partido estaba empatado.
El sobrino de Dardo, defensor de los años 70 que vistió la camiseta “decana”, le apuntaba fijo a uno de los tres LCD, mientras estaba sentado como indio en el suelo. “Si no se sufre, no es Atlético”, reconoció. Y aunque la derrota puede haber causado sufrimiento, no pudo callar el aliento de sus colegas de pasión que no pararon de cantar.