15 Febrero 2017
EL DESCUBRIMIENTO. Jiménez muestra el hallazgo que realizó en la barranca del río Famaillá. Denuncia que encontró tierra removida en el lugar. la gaceta / fotos de franco vera
Edgardo Jiménez visitó el río Famaillá y, sin proponérselo, viajó unos 50 millones de años hacia el pasado, cuando encontró lo que había quedado de un gliptodonte. Es la quinta vez que en Tucumán se hallan fósiles de este animal prehistórico; pero por primera vez esto sucede en Famaillá. Jiménez vive en Monte Grande, unos kilómetros antes de entrar a la ciudad cabecera del departamento. “Siempre ando pescando por aquí y un día vi algo a lo lejos en la barranca”, relata.
El gliptodonte rompió la rutina de pesca de este hombre de 44 años que nació en la casa donde vive hoy con su madre, su esposa y sus cuatro hijos. Cuenta que hace 25 años trabaja en el vivero de la citrícola San Miguel y busca sumar un ingreso vendiendo mercadería en su quiosco. “Eso es para, más o menos, defendernos”, aclara, encogiéndose de hombros. Agrega que también debería cobrar una pensión por Mateo, su hijo de cuatro años que tiene síndrome de Down.
Jiménez se calza la gorra verde antes de emprender el camino que conduce al lugar del hallazgo. Para llegar es necesario atravesar la espesa vegetación que se encuentra detrás de las plantas de limón de la finca de citrus. Para esto, Jiménez se vale de su machete y de la fuerza de sus manos, que evidencian los años de trabajo.
Ya en la playa formada a la vera del río Famaillá en ese sector puede verse un elemento extraño en la otra orilla. Después de cruzar la corriente de aguas tranquilas se puede distinguir la forma de un caparazón incrustado en la barranca.
“A comienzos de 2016 lo vi por primera vez y después, en junio, de nuevo. Hace una semana volví y vi que alguien había cavado”, cuenta Jiménez, sentado a la sombra del quincho de su casa. Él percibió desde el principio que no se trataba de un animal propio de la zona y llamó a una arqueóloga que le dijo que iría a ir a verlo, pero nunca llegó. “Quisiera saber qué es, porque quizás es algo lindo para la zona”, expresa con anhelo.
Jiménez destaca que el descubrimiento sería importante para Monte Grande, que ya es conocido por la batalla homónima. Ese episodio bélico se libró en septiembre de 1841 en esas tierras. En esa confrontación, el ejército federal, que estaba al mando de Manuel Oribe, venció a las tropas unitarias del general Juan Lavalle, durante las guerras civiles argentinas.
El animal
Los gliptodontes, que se extinguieron entre 10.000 y 15.000 años atrás, fueron parte de la fauna que convivió con los primeros hombres, a fines de la era Cuaternaria. Son parte de los xerartros, que incluyen a los quirquinchos y los perezosos arborícolas. Este grupo, de origen sudamericano, nació durante el Cenozoico, hace 65 millones de años.
Estos animales tienen el cuerpo protegido por un caparazón dorsal, formado por placas de hueso; una placa que protege la cabeza y un estuche que cubre la cola.
La principal diferencia entre el quirquincho y el gliptodonte es que el caparazón del primero es móvil, por lo que puede replegarse. Por eso el gliptodonte desarrolló un mayor tamaño, para poder defenderse. El animal medía unos 3 metros de longitud, 1,5 metro de altura y pesaba más de dos toneladas.
Investigación
En la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo de la Universidad Nacional de Tucumán, Graciela Esteban, bióloga y doctora en Paleontología, analizó las fotos de los restos encontrados y confirmó que se trata de un gliptodonte. Al ver las imágenes, llegó a la conclusión de que alguien habría estado removiendo la tierra que rodea el caparazón, en un intento por sacar los huesos. “Eso no puede pertenecer a una persona porque es un bien patrimonial”, advirtió.
Esteban anticipó que desde la Facultad se están organizando para ir a investigar lo que encontró Jiménez. Consideró que quizás sea necesario cubrir los restos con yeso, para que no se deterioren más y preservarlos hasta que puedan sacarlos. Por el tamaño y el peso del gliptodonte, probablemente se necesitarán varias personas para extraerlo.
Según la bióloga, tienen que dar aviso a la Dirección de Patrimonio y comunicarse con la Municipalidad de Famaillá. “Hay que ver si a la gente del municipio la interesa, si quiere una intervención”, aclaró Esteban.
El gliptodonte rompió la rutina de pesca de este hombre de 44 años que nació en la casa donde vive hoy con su madre, su esposa y sus cuatro hijos. Cuenta que hace 25 años trabaja en el vivero de la citrícola San Miguel y busca sumar un ingreso vendiendo mercadería en su quiosco. “Eso es para, más o menos, defendernos”, aclara, encogiéndose de hombros. Agrega que también debería cobrar una pensión por Mateo, su hijo de cuatro años que tiene síndrome de Down.
Jiménez se calza la gorra verde antes de emprender el camino que conduce al lugar del hallazgo. Para llegar es necesario atravesar la espesa vegetación que se encuentra detrás de las plantas de limón de la finca de citrus. Para esto, Jiménez se vale de su machete y de la fuerza de sus manos, que evidencian los años de trabajo.
Ya en la playa formada a la vera del río Famaillá en ese sector puede verse un elemento extraño en la otra orilla. Después de cruzar la corriente de aguas tranquilas se puede distinguir la forma de un caparazón incrustado en la barranca.
“A comienzos de 2016 lo vi por primera vez y después, en junio, de nuevo. Hace una semana volví y vi que alguien había cavado”, cuenta Jiménez, sentado a la sombra del quincho de su casa. Él percibió desde el principio que no se trataba de un animal propio de la zona y llamó a una arqueóloga que le dijo que iría a ir a verlo, pero nunca llegó. “Quisiera saber qué es, porque quizás es algo lindo para la zona”, expresa con anhelo.
Jiménez destaca que el descubrimiento sería importante para Monte Grande, que ya es conocido por la batalla homónima. Ese episodio bélico se libró en septiembre de 1841 en esas tierras. En esa confrontación, el ejército federal, que estaba al mando de Manuel Oribe, venció a las tropas unitarias del general Juan Lavalle, durante las guerras civiles argentinas.
El animal
Los gliptodontes, que se extinguieron entre 10.000 y 15.000 años atrás, fueron parte de la fauna que convivió con los primeros hombres, a fines de la era Cuaternaria. Son parte de los xerartros, que incluyen a los quirquinchos y los perezosos arborícolas. Este grupo, de origen sudamericano, nació durante el Cenozoico, hace 65 millones de años.
Estos animales tienen el cuerpo protegido por un caparazón dorsal, formado por placas de hueso; una placa que protege la cabeza y un estuche que cubre la cola.
La principal diferencia entre el quirquincho y el gliptodonte es que el caparazón del primero es móvil, por lo que puede replegarse. Por eso el gliptodonte desarrolló un mayor tamaño, para poder defenderse. El animal medía unos 3 metros de longitud, 1,5 metro de altura y pesaba más de dos toneladas.
Investigación
En la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo de la Universidad Nacional de Tucumán, Graciela Esteban, bióloga y doctora en Paleontología, analizó las fotos de los restos encontrados y confirmó que se trata de un gliptodonte. Al ver las imágenes, llegó a la conclusión de que alguien habría estado removiendo la tierra que rodea el caparazón, en un intento por sacar los huesos. “Eso no puede pertenecer a una persona porque es un bien patrimonial”, advirtió.
Esteban anticipó que desde la Facultad se están organizando para ir a investigar lo que encontró Jiménez. Consideró que quizás sea necesario cubrir los restos con yeso, para que no se deterioren más y preservarlos hasta que puedan sacarlos. Por el tamaño y el peso del gliptodonte, probablemente se necesitarán varias personas para extraerlo.
Según la bióloga, tienen que dar aviso a la Dirección de Patrimonio y comunicarse con la Municipalidad de Famaillá. “Hay que ver si a la gente del municipio la interesa, si quiere una intervención”, aclaró Esteban.