“Dios es justo”, sentenció Pablo Lavallén. Pero equilibrar la balanza repartiendo premios y castigos no es el único oficio del Altísimo, porque su corazón futbolero lo lleva a meter la cuchara en asuntos bien terrenales. Por ejemplo, a invadir la cancha del estadio Azteca para marcar un gol con la mano. O a prestarle su celular a Carlos Bianchi. El Señor actúa de misteriosas maneras. Otra de sus aficiones es obrar milagros. Cuándo, cómo y por qué los hace es materia de congresos de teología, pero bienvenidos sean. Y más si toman la forma de una asombrosa cadena, tan poderosa como para haber sacado a Atlético del fondo del mar en el que parecía ahogarse. Dios es justo, sí, pero el martes, también se vistió de “Decano”. Repasemos algunos de estos milagros:
1) El plantel estaba varado en la pista del aeropuerto de Guayaquil, a cientos de kilómetros del estadio Atahualpa, y en poco más de dos horas debía presentarse para enfrentar a El Nacional. Milagro: había lugar en un vuelo de línea para todos los jugadores y el cuerpo técnico en un avión que salía justo en ese momento rumbo a Quito.
2) El grupo aterrizó en la capital de Ecuador, pero llegar al estadio implica un extenso periplo por autopista, con la vorágine de la tarde obstaculizando el tránsito. Milagro: justo en ese país y en esa ciudad, Argentina cuenta con un embajador de perfil alto, habilidad para manejarse con los medios y decisión para presionar políticamente. Luis Juez encabezó -como él mismo la definió- una carrera digna de “Rápido y furioso”.Y pidió, con todas las letras, que el partido se jugara.
3) A la Copa Libertadores la organiza la Conmebol, organismo salpicado por la corrupción al punto de que sus históricos líderes están presos, con pedido de captura o sacudidos por el oprobio. Milagro: la Conmebol ensaya por estos tiempos un lavado de cara. Si los actuales dirigentes son mejores que los anteriores, el tiempo lo dirá. Pero en este proceso de emprolijamiento la institución no quiere escándalos, mucho menos si una investigación puede involucrar a la autoridad de aeronavegación ecuatoriana, a un club como El Nacional y a una empresa como DAP. En resumen: la orden fue jugar. En otro momento hubieran mirado para otro lado.
4) Atlético consigue llegar al Atahualpa y el partido se juega. Pero la indumentaria quedó en Guayaquil porque no hubo margen para subir la utilería al avión. Milagro: justo en esa semana y en esa ciudad Argentina participa del Sudamericano Sub 20 y el entrenador es Claudio Úbeda, de buena relación con el cuerpo técnico “decano”. Y hasta se desliza otra historia, un milagrito: la novia del utilero de la Selección juvenil es tucumana e hincha de Atlético. Más razones para haber apurado al paso y llegado al vestuario con la ropa. Y hasta hay margen para otro milagrito: con botines más chicos, con camisetas holgadas o superapretadas, ningún jugador quedó sin equiparse.
Se cortó
Ahora bien... El piloto del chárter, Cristian Leitao, miraba al cielo implorando ayuda divina. Pero Dios no le dio una mano, mucho menos operó un milagro. “DAP es la aerolínea chilena privada más antigua en vigencia; llevamos décadas realizando vuelos regulares y charter, muchos de estos trasladando por diversos países a una centena de equipos de fútbol, incluida la selección chilena”, consignaron ayer en Facebook. El comunicado subraya que contaban con todos los permisos y el plan de vuelo para operar en Ecuador. “Se está investigando qué ocurrió”, afirmó DAP, para rematar con un clásico de estas situaciones: “fue una falla ajena a nuestra responsabilidad”. Todo por escrito. Nadie quiso hablar en Punta Arenas, la ciudad a la que remiten los contactos. La respuesta, vía telefónica, fue lacónica: “lean el comunicado”.
Hay dos campanas: DAP y la autoridad de aeronavegación ecuatoriana. Si el avión salió de la plataforma con los 118 pasajeros a bordo y rumbeó hacia la pista quiere decir que había una autorización previa, de lo contrario ni siquiera lo hubieran dejado encender las turbinas. El hecho juega a favor de DAP en este entuerto porque revela, como mínimo, mal funcionamiento de las autoridades. Pero el piloto de la empresa chilena fue mucho más allá, porque habló de corrupción en los aeropuertos y de pedidos de coimas para permitir o impedir la operación de las naves. El caso no puede quedar así, como un simple choque de posiciones, porque hay demasiados damnificados. La cuestión es quién y cómo impulsará la investigación.
La cadena de milagros se detuvo en el momento en que Atlético pisó el césped. “Ya hice lo mío, ahora les toca a ustedes”, les dijo Dios a los jugadores. Pocas veces en la historia del fútbol de alta competencia, nada menos que la Copa Libertadores, un equipo debió haber afrontado el partido en tal inferioridad de condiciones. Pero la motivación, las ganas de revancha, todo lo pueden. ¿La altura? Olvídense. El dato a considerar, más allá de las contingencias, es que Atlético es mejor que El Nacional, en lo grupal y en lo individual. Debió haber marcado la diferencia en Tucumán, no lo logró y ese fue su pecado. Dios lo perdonó y en Quito las cosas decantaron hacia el costado debido.
Los ruegos de la dirigencia “decana” fueron escuchados y la historia encontró un final feliz. Conjeturar lo que hubiera ocasionado una eliminación por walk-over implica sumergirse en la peor de las distopías. Lo que no podrán evitar Mario Leito y su gente son las críticas, incesantes desde que estalló el escándalo. ¿Qué hizo mal Atlético? ¿Qué margen de responsabilidad le cabe? Las preguntas son ineludibles y debe sumarse otra más importante: ¿es suficiente la estructura con la que cuenta el club para afrontar las ligas mayores? La durísima serie con los colombianos de Junior está encima, pero nunca puede faltar el tiempo para aclarar los tantos. Dios es justo y justamente por eso la próxima vez puede elegir otros colores.