24 Enero 2017
La revolución, el periodismo y las mujeres. Tres pasiones conjugadas en un tucumano que defendió fervorosamente el sueño independentista del siglo XIX. Bernardo de Monteagudo era consciente de que sus acciones generarían polémica y lo expresaba en La Gazeta de Buenos Aires: “Sé que mi intención será siempre un problema para unos, mi conducta un escándalo para otros y mis esfuerzos una prueba de heroísmo en el concepto de algunos; me importa todo muy poco…”. Los aires de la Revolución Francesa le llegaron desde su nacimiento, el 20 de agosto de 1789, un mes después de la Toma de la Bastilla.
Ni la cárcel pudo frenar a este abogado graduado en 1808 en la Universidad de Chuquisaca (actual Bolivia). La corte de esta ciudad lo encerró por el “abominable delito de deslealtad a la causa del rey”, ya que fue uno de los promotores de la rebelión de 1809 contra la administración del virrey. Decidido a no perder tiempo de lucha engrillado, arguyó “tener una merienda con unas damas” en el jardín lindante a la prisión para obtener la llave de la libertad. Una vez afuera, se dirigió a Potosí para unirse al ejército comandado por Juan José Castelli, que lo nombró su secretario.
Además de haber dirigido La Gazeta de Buenos Aires, fundó en 1812 su propio periódico, el Mártir o Libre, en el que resaltaba la necesidad urgente de proclamar la independencia. Ese año, Monteagudo comandó la Sociedad Patriótica, un grupo opositor al Primer Triunvirato que unió sus fuerzas con la Logia Lautaro de José de San Martín para derrocar el régimen. Una vez instalado el Segundo Triunvirato, el tucumano participó como diputado por Mendoza en el Congreso Constituyente, conocido como Asamblea del Año XIII.
En 1815, el polémico periodista tuvo que exiliarse en Europa cuando cayó el directorio de Carlos María de Alvear, a quien apoyaba en el periódico El Independiente. Después de vivir en Londres y en París, pudo volver al país en 1817.
A su regreso, Monteagudo pasa por Mendoza antes de cruzar la cordillera de Los Andes y reunirse con San Martín. A pesar de la anterior complicidad con su rival Alvear, el libertador depositó su confianza en las condiciones del tucumano y lo nombró auditor del Ejército de los Andes, con el rango de Teniente Coronel. Frente a esto, Juan Martín de Pueyrredón, director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, exige la inmediata remoción de Monteagudo. San Martín simula acatar la orden, pero lo sostiene en su función. Así, llega a redactar el acta de la independencia de Chile que firmó Bernardo de O’Higgins en enero de 1818.
En Perú y Quito
El tucumano participó muy cerca de San Martín en la preparación de la campaña libertadora al Perú. Después de su entrada en Lima, el general lo nombró ministro de Guerra y Marina y, más adelante, de Gobierno y Relaciones Exteriores.
Vivía en Quito cuando Simón Bolívar ya le había confiado la preparación del Congreso de Panamá. La noche del 28 de enero de 1825, cuando salía a ver a su amante, fue apuñalado por Candelario Espinosa.
Ni la cárcel pudo frenar a este abogado graduado en 1808 en la Universidad de Chuquisaca (actual Bolivia). La corte de esta ciudad lo encerró por el “abominable delito de deslealtad a la causa del rey”, ya que fue uno de los promotores de la rebelión de 1809 contra la administración del virrey. Decidido a no perder tiempo de lucha engrillado, arguyó “tener una merienda con unas damas” en el jardín lindante a la prisión para obtener la llave de la libertad. Una vez afuera, se dirigió a Potosí para unirse al ejército comandado por Juan José Castelli, que lo nombró su secretario.
Además de haber dirigido La Gazeta de Buenos Aires, fundó en 1812 su propio periódico, el Mártir o Libre, en el que resaltaba la necesidad urgente de proclamar la independencia. Ese año, Monteagudo comandó la Sociedad Patriótica, un grupo opositor al Primer Triunvirato que unió sus fuerzas con la Logia Lautaro de José de San Martín para derrocar el régimen. Una vez instalado el Segundo Triunvirato, el tucumano participó como diputado por Mendoza en el Congreso Constituyente, conocido como Asamblea del Año XIII.
En 1815, el polémico periodista tuvo que exiliarse en Europa cuando cayó el directorio de Carlos María de Alvear, a quien apoyaba en el periódico El Independiente. Después de vivir en Londres y en París, pudo volver al país en 1817.
A su regreso, Monteagudo pasa por Mendoza antes de cruzar la cordillera de Los Andes y reunirse con San Martín. A pesar de la anterior complicidad con su rival Alvear, el libertador depositó su confianza en las condiciones del tucumano y lo nombró auditor del Ejército de los Andes, con el rango de Teniente Coronel. Frente a esto, Juan Martín de Pueyrredón, director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, exige la inmediata remoción de Monteagudo. San Martín simula acatar la orden, pero lo sostiene en su función. Así, llega a redactar el acta de la independencia de Chile que firmó Bernardo de O’Higgins en enero de 1818.
En Perú y Quito
El tucumano participó muy cerca de San Martín en la preparación de la campaña libertadora al Perú. Después de su entrada en Lima, el general lo nombró ministro de Guerra y Marina y, más adelante, de Gobierno y Relaciones Exteriores.
Vivía en Quito cuando Simón Bolívar ya le había confiado la preparación del Congreso de Panamá. La noche del 28 de enero de 1825, cuando salía a ver a su amante, fue apuñalado por Candelario Espinosa.
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