19 Enero 2017
PREPARÁNDOLO Y PREPARÁNDOSE. En Londres, especialistas trabajan en una estatua de cera de Trump, que se está alistando para asumir la presidencia. Reuters
WASHINGTON.- Impetuoso, rápido y radical: Donald Trump se convertirá mañana en el presidente número 45 de los Estados Unidos y quiere ser el mejor gestor de todos los tiempos. Sin embargo, comienza su presidencia algo golpeado; el traspaso de poder viene más complicado de lo esperado y muchos estadounidenses están cansados de sus continuos mensajes en Twitter.
Por otra parte, no se aclararon las dudas acerca de los conflictos de intereses entre sus empresas y su función como Presidente. Sigue salpicado por las versiones de que Rusia cuenta con supuestas informaciones con las que extorsionarlo. Sus índices de aprobación están muy lejos de los de sus últimos antecesores. Así y todo, en el magnate inmobiliario de 70 años descansan las esperanzas de sus millones de votantes.
Trump anunció cambios profundos y fundamentales, contra los que habrá protestas y seguramente surjan nuevos movimientos. Muchas cosas cambiarán a partir de mañana con Trump. Contenidos, cultura política, estilo, comunicación, quizá incluso partes del sistema. Para los primeros 14 días está previsto un ceremonial diario de firmas, posiblemente en forma de decretos presidenciales. Dentro de dos semanas, Trump también quiere nombrar al candidato para el puesto vacante en la Corte Suprema en reemplazo de Antonin Scalias.
Entre sus propósitos están terminar con la reforma de salud conocida como Obamacare, inyectar miles de millones de dólares en la infraestructura del país, implementar una gran reforma impositiva y renovar el sector energético. Además quiere construir un muro en la frontera con México y hacer que el país vecino pague por él.
En cuanto a regulación y desregulación, quiere endurecer las leyes migratorias, flexibilizar el mercado laboral, dar marcha atrás a algunas leyes medioambientales y regular de forma distinta las telecomunicaciones e Internet. Trump recibe de Barack Obama muy buenas cifras de empleo.
En política exterior, Trump busca redefinir la relación con Asia, sobre todo con China. En Cercano Oriente quiere hacer todo distinto y acabar rapidez con el terrorismo internacional, ser más duro con Irán y cambiar el modelo comercial con Sudamérica. Por su parte, Europa también se prepara para tiempos más duros, sobre todo tras las críticas de Trump a la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Trump quiere hacer todo distinto y cuanto antes. Pero se enfrenta al menos a tres problemas previsibles. En primer lugar, su “tren rápido” de reformas cuenta con maquinistas bastante inexperimentados en comparación con los de los cinco últimos gobiernos. Todos ellos contaban con más experiencia en cuestiones de gobierno y asuntos militares. Trump, al igual que muchos de los miembros de su gabinete, nunca ocupó un puesto político.
El segundo problema: EEUU es una democracia que no podrá gobernar desde el piso 26 de su torre en Manhattan. Los procesos de aprobación de leyes llevarán mucho más tiempo del que le gusta perder al “dealmaker” o hacedor de acuerdos. En tercer lugar, Trump jamás tuvo un jefe. Pero debe saber que nadie logra manejar políticamente el país sin el Congreso. Trump podría seguir el ejemplo de Obama y decidir muchas cosas por decreto. Pero las cuestiones más importantes requieren del Senado y la Cámara de Representantes.
Hay grandes temores a una autocracia en la era Trump en la que los medios críticos y los derechos civiles sean reprimidos, a que se constituya un EEUU diferente, sin escrúpulos, en el que el racismo vaya en aumento y se pierdan muchas de las conquistas de las dos presidencias de Obama.
Sin embargo, ese es justamente uno de los motivos por el que muchas personas votaron a Trump. Por otra parte, muchos miembros importantes de su futuro gabinete han asumido otras posiciones que las que defiende su propio jefe. Muchos de sus futuros ministros han rechazado, por ejemplo, las torturas, criticado a Rusia y valorado alianzas internacionales.
El mundo político de Trump es un entramado de familiares, asesores y seguidores que ya es difícil de desentrañar hoy en día, al igual que su imperio empresarial. Sin embargo, la Casa Blanca no es un molde preestablecido: cada presidente suele armar su estructura como desea. Quién apretará qué botones en la maquinaria política del ex empresario aún está poco claro. ¿Y qué papel desempeñará el vicepresidente Mike Pence?
Por otra parte, no se aclararon las dudas acerca de los conflictos de intereses entre sus empresas y su función como Presidente. Sigue salpicado por las versiones de que Rusia cuenta con supuestas informaciones con las que extorsionarlo. Sus índices de aprobación están muy lejos de los de sus últimos antecesores. Así y todo, en el magnate inmobiliario de 70 años descansan las esperanzas de sus millones de votantes.
Trump anunció cambios profundos y fundamentales, contra los que habrá protestas y seguramente surjan nuevos movimientos. Muchas cosas cambiarán a partir de mañana con Trump. Contenidos, cultura política, estilo, comunicación, quizá incluso partes del sistema. Para los primeros 14 días está previsto un ceremonial diario de firmas, posiblemente en forma de decretos presidenciales. Dentro de dos semanas, Trump también quiere nombrar al candidato para el puesto vacante en la Corte Suprema en reemplazo de Antonin Scalias.
Entre sus propósitos están terminar con la reforma de salud conocida como Obamacare, inyectar miles de millones de dólares en la infraestructura del país, implementar una gran reforma impositiva y renovar el sector energético. Además quiere construir un muro en la frontera con México y hacer que el país vecino pague por él.
En cuanto a regulación y desregulación, quiere endurecer las leyes migratorias, flexibilizar el mercado laboral, dar marcha atrás a algunas leyes medioambientales y regular de forma distinta las telecomunicaciones e Internet. Trump recibe de Barack Obama muy buenas cifras de empleo.
En política exterior, Trump busca redefinir la relación con Asia, sobre todo con China. En Cercano Oriente quiere hacer todo distinto y acabar rapidez con el terrorismo internacional, ser más duro con Irán y cambiar el modelo comercial con Sudamérica. Por su parte, Europa también se prepara para tiempos más duros, sobre todo tras las críticas de Trump a la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Trump quiere hacer todo distinto y cuanto antes. Pero se enfrenta al menos a tres problemas previsibles. En primer lugar, su “tren rápido” de reformas cuenta con maquinistas bastante inexperimentados en comparación con los de los cinco últimos gobiernos. Todos ellos contaban con más experiencia en cuestiones de gobierno y asuntos militares. Trump, al igual que muchos de los miembros de su gabinete, nunca ocupó un puesto político.
El segundo problema: EEUU es una democracia que no podrá gobernar desde el piso 26 de su torre en Manhattan. Los procesos de aprobación de leyes llevarán mucho más tiempo del que le gusta perder al “dealmaker” o hacedor de acuerdos. En tercer lugar, Trump jamás tuvo un jefe. Pero debe saber que nadie logra manejar políticamente el país sin el Congreso. Trump podría seguir el ejemplo de Obama y decidir muchas cosas por decreto. Pero las cuestiones más importantes requieren del Senado y la Cámara de Representantes.
Hay grandes temores a una autocracia en la era Trump en la que los medios críticos y los derechos civiles sean reprimidos, a que se constituya un EEUU diferente, sin escrúpulos, en el que el racismo vaya en aumento y se pierdan muchas de las conquistas de las dos presidencias de Obama.
Sin embargo, ese es justamente uno de los motivos por el que muchas personas votaron a Trump. Por otra parte, muchos miembros importantes de su futuro gabinete han asumido otras posiciones que las que defiende su propio jefe. Muchos de sus futuros ministros han rechazado, por ejemplo, las torturas, criticado a Rusia y valorado alianzas internacionales.
El mundo político de Trump es un entramado de familiares, asesores y seguidores que ya es difícil de desentrañar hoy en día, al igual que su imperio empresarial. Sin embargo, la Casa Blanca no es un molde preestablecido: cada presidente suele armar su estructura como desea. Quién apretará qué botones en la maquinaria política del ex empresario aún está poco claro. ¿Y qué papel desempeñará el vicepresidente Mike Pence?
Temas
Donald Trump
Lo más popular