26 Diciembre 2016
“Andar sin casco en una moto es como comprar un revólver y apuntarte con él a la cabeza”
De todos los traumatismos de cráneo que atendió el equipo de Neurocirugía del Padilla, el 93% eran motociclistas En ocho meses, Rosarito pasó cuatro veces por el quirófano; Juana estuvo un año y medio sin caminar y tiene un primo en estado vegetativo
PARTE DEL EQUIPO DE NEUROCIRUGÍA. Los doctores Rocío Reyes Cano, Rodrigo Ledesma, Juan José Agüero y el director, Álvaro Campero. la gaceta / fotos de Inés Quinteros Orio
Tres hombres de entre 19 y 35 años pasaron la Nochebuena en la sala de Terapia Intensiva del hospital Padilla pero nunca se enteraron. Se encuentran en camas contiguas y están ahí hace algunas semanas por el mismo motivo: se golpearon la cabeza en accidentes de moto. Los pronósticos no son alentadores. En el mejor de los casos podrán abandonar los aparatos que los mantienen con vida, pero jamás serán los mismos. No podrán leer estas líneas -o ninguna otra- ni abrazar a sus familias.
En terapia intensiva también estuvo Miguel Molina, de 49 años. Hace poco lo pasaron a la Sala 12. Perdió la conciencia hace tres meses y nunca la recuperó. “La moto se le fue de las manos en un lomo de burro, cayó y se golpeó la cabeza. Se nos hace difícil verlo ahí. No despierta”, contó su prima, Juana Reyes. Ella y otros dos familiares hacen turno de ocho horas para ir a cuidarlo.
“Hay que asearlo, cambiarle los pañales. Además de venir, tenemos nuestros trabajos y familias. Es un ritmo agotador. Su padre está destrozado. Tiene problemas del corazón y sabe, como todos nosotros, que Miguel hoy está, pero mañana no sabemos”, agregó.
Juana no necesita ver a su primo postrado para saber lo que es un accidente de moto y sus consecuencias. Hace nueve años, ella chocó contra un camión. “Andaba sin casco pero tuve la suerte de quebrarme la pierna nada más. Estuve un año y seis meses sin poder caminar. Estuvieron a punto de cortarme el pie por complicaciones. No me hizo falta golpearme la cabeza para entenderlo. Jamás voy a volver a subir a una moto sin casco”, explicó.
Cuatro cirugías
El 10 de abril, Rosarito Zelarayán salió con unos amigos a bailar. Lo último que recuerda es que fue al baño. Por lo que le contaron, se subió a la moto de un amigo y se cayó cuando el conductor intentó hacer una acrobacia. “Fue en el puente de El Tala. Me dijeron que di varias vueltas y caí con la cabeza. No me acuerdo mucho de las semanas siguientes, me tenían dormida. Estuve un mes y medio internada”, relató.
Desde ese momento, Rosarito tuvo que pasar cuatro veces por el quirófano para operarse la cabeza. Aunque no tuvo secuelas, tuvieron que aplicarle una malla metálica en el cráneo, un procedimiento que el equipo de Neurocirugía del hospital Padilla hace ocho o 10 veces por mes por accidentes. “Esta chica la sacó muy barata. Los accidentados como ella no suelen correr esa suerte. Esos golpes en la cabeza sin un casco son extremadamente peligrosos y pueden dejar secuelas graves”, afirmó el jefe de ese departamento, Álvaro Campero, en diálogo con LA GACETA.
Según afirmó el especialista, de todos los traumatismos de cráneo que trató su equipo este año, el 93% de los pacientes eran motociclistas. De ellos, sólo uno de cada 10 llevaba puesto el casco. “Si en Tucumán todos usaran casco, cambiarían de forma abismal esos números y la realidad de este hospital”, opinó. Según informó la directora del hospital, Olga Fernández, el equipo de Campero tuvo que suspender las cirugías de tumores cerebrales de octubre y noviembre porque estos pacientes deben ir a terapia intensiva tras las intervenciones y esa sala estaba abarrotada de accidentados en siniestros viales.
La lección
“Nunca más voy a andar en moto sin casco y sólo me subo con mi papá o mi hermano. Además, empecé a elegir mejor mis amigos. Uno cree que nunca le va a pasar, pero pasa. Y ni siquiera se trata de manejar bien: si alguien te choca y no tenés casco, puede ocurrir algo muy peligroso. Todos mis familiares y amigos sufrieron mucho por mí. No se lo deseo a nadie. Si salgo a bailar y un amigo me pide que lo acompañe a algún lugar le digo que no, que se vaya solo. Y le pediría a todos, jóvenes y adultos, que usen el casco”, solicitó Rosarito.
“Ahora me subo con todas las precauciones en las motos. Todos deberían usar casco. No tendrían que obligarnos, tendría que nacer de uno mismo. Tomen consciencia. Andar sin casco en una moto es como comprar un revolver y apuntarte con él a la cabeza. Y no se trata sólo de tu vida, sino también las de todas las personas que te quieren y sufren al verte así, como yo lo veo a mi primo”, advirtió Juana. Antes de despedirse, ambas desearon que sus casos sirvan para despertar la consciencia en los demás.
En terapia intensiva también estuvo Miguel Molina, de 49 años. Hace poco lo pasaron a la Sala 12. Perdió la conciencia hace tres meses y nunca la recuperó. “La moto se le fue de las manos en un lomo de burro, cayó y se golpeó la cabeza. Se nos hace difícil verlo ahí. No despierta”, contó su prima, Juana Reyes. Ella y otros dos familiares hacen turno de ocho horas para ir a cuidarlo.
“Hay que asearlo, cambiarle los pañales. Además de venir, tenemos nuestros trabajos y familias. Es un ritmo agotador. Su padre está destrozado. Tiene problemas del corazón y sabe, como todos nosotros, que Miguel hoy está, pero mañana no sabemos”, agregó.
Juana no necesita ver a su primo postrado para saber lo que es un accidente de moto y sus consecuencias. Hace nueve años, ella chocó contra un camión. “Andaba sin casco pero tuve la suerte de quebrarme la pierna nada más. Estuve un año y seis meses sin poder caminar. Estuvieron a punto de cortarme el pie por complicaciones. No me hizo falta golpearme la cabeza para entenderlo. Jamás voy a volver a subir a una moto sin casco”, explicó.
Cuatro cirugías
El 10 de abril, Rosarito Zelarayán salió con unos amigos a bailar. Lo último que recuerda es que fue al baño. Por lo que le contaron, se subió a la moto de un amigo y se cayó cuando el conductor intentó hacer una acrobacia. “Fue en el puente de El Tala. Me dijeron que di varias vueltas y caí con la cabeza. No me acuerdo mucho de las semanas siguientes, me tenían dormida. Estuve un mes y medio internada”, relató.
Desde ese momento, Rosarito tuvo que pasar cuatro veces por el quirófano para operarse la cabeza. Aunque no tuvo secuelas, tuvieron que aplicarle una malla metálica en el cráneo, un procedimiento que el equipo de Neurocirugía del hospital Padilla hace ocho o 10 veces por mes por accidentes. “Esta chica la sacó muy barata. Los accidentados como ella no suelen correr esa suerte. Esos golpes en la cabeza sin un casco son extremadamente peligrosos y pueden dejar secuelas graves”, afirmó el jefe de ese departamento, Álvaro Campero, en diálogo con LA GACETA.
Según afirmó el especialista, de todos los traumatismos de cráneo que trató su equipo este año, el 93% de los pacientes eran motociclistas. De ellos, sólo uno de cada 10 llevaba puesto el casco. “Si en Tucumán todos usaran casco, cambiarían de forma abismal esos números y la realidad de este hospital”, opinó. Según informó la directora del hospital, Olga Fernández, el equipo de Campero tuvo que suspender las cirugías de tumores cerebrales de octubre y noviembre porque estos pacientes deben ir a terapia intensiva tras las intervenciones y esa sala estaba abarrotada de accidentados en siniestros viales.
La lección
“Nunca más voy a andar en moto sin casco y sólo me subo con mi papá o mi hermano. Además, empecé a elegir mejor mis amigos. Uno cree que nunca le va a pasar, pero pasa. Y ni siquiera se trata de manejar bien: si alguien te choca y no tenés casco, puede ocurrir algo muy peligroso. Todos mis familiares y amigos sufrieron mucho por mí. No se lo deseo a nadie. Si salgo a bailar y un amigo me pide que lo acompañe a algún lugar le digo que no, que se vaya solo. Y le pediría a todos, jóvenes y adultos, que usen el casco”, solicitó Rosarito.
“Ahora me subo con todas las precauciones en las motos. Todos deberían usar casco. No tendrían que obligarnos, tendría que nacer de uno mismo. Tomen consciencia. Andar sin casco en una moto es como comprar un revolver y apuntarte con él a la cabeza. Y no se trata sólo de tu vida, sino también las de todas las personas que te quieren y sufren al verte así, como yo lo veo a mi primo”, advirtió Juana. Antes de despedirse, ambas desearon que sus casos sirvan para despertar la consciencia en los demás.
NOTICIAS RELACIONADAS