12 Diciembre 2016
UNA POSTAL DEL GANADOR. Los jugadores de Boca festejan el primer gol de Carlos Tevez de cara a la tribuna de River. dyn
Primero perdonó Boca, después perdonó River. Quien no perdonó fue Tevez, autor de un doblete y una asistencia para un triunfazo 4-2 en el Monumental que entra en la mítica galería de la paternidad “Xeneize” sobre su eterno y acérrimo rival. Lleva seis sin perder.
Lo ganaba Boca con Walter Bou, lo dio vuelta River con su tándem Sebastián Driussi-Lucas Alario, lo volvió a remontar Boca con “Carlitos” (por duplicado); pudo ser empate en tiempo de descuento con Arturo Mina y finalmente fue fiesta “Xeneize” con Ricardo Centurión: lejos de los últimos aburridos superclásicos, los más grandes del fútbol argentino entregaron un partido trepidante.
El “Millo” lo perdió en las dos áreas: con un grosero error de Augusto Batalla y con la ineficacia de Alario, quien erró tres goles, uno en el área chica. Y lo perdió con los cambios, seguramente por aquello de que para Marcelo Gallardo -y el “Mundo River”- la final del jueves de Copa Argentina ante Rosario Central era lo más importante: cuando salieron Andrés D’Alessandro, Driussi y Gonzalo Martínez, el local perdió la pelota y regaló tres puntos que parecían a disposición.
Sobre todo en el primer tiempo, fue un partido a cara descubierta. Faltó marca en el medio y abundaron jugadores con buen pie y vocación ofensiva. Tevez ganándole la espalda a un solitario Leonardo Ponzio; D’Alessandro lo mismo ante un Fernando Gago carente de contención. Y ambas defensas fueron generosas, como esos dueños de casa que dejan la puerta abierta para que entren invitados a voluntad.
La media hora inicial tuvo un dueño: Boca. Su pecado fue no aumentar su ventaja inicial, con un pase de Tevez que Bou definió con precisión. El “Xeneize” ganaba por entonces la batalla táctica, porque como se preveía el flanco izquierdo de su defensa era el talón de Aquiles de River. Martínez y Luis Olivera no resistían. Claro que Pavón suele jugar con anteojeras.
A los 30, un jugadón de Alario despabiló a River y desnudó las grietas defensivas que Boca ya había exhibido ante Racing. Las aprovecharon Driussi con un fierrazo y el ex Colón con un cabezazo.
El complemento arrancó con la misma tónica. River devolvió gentilezas: tampoco supo liquidar a un rival groggy. Alario se comió un gol increíble (ya había dilapidado otro sobre el cierre de la etapa inicial). En otra, un cabezazo suyo besó el palo y en otra más Moreira no pateó desde la media luna y Martínez canchereó a continuación.
D’Alessandro saludó al público de River en señal inconfundible de despedida, y de a poco el hasta entonces confundido Boca fue ganando metros y balón.
Batalla se mandó un atajadón en un mano a mano con Pavón y minutos después salió lejos y mal: en lugar de rechazar con su pie como manda el manual quiso llevársela con el pecho. Resultado: Tevez tocó al gol con suspenso.
Faltaba media hora. Después de tantas emociones, el partido entró en un cono de sombras, el 2-2 no parecía sentarle demasiado mal a ninguno de los dos. Pero el “Apache” no lo vio así. Su fenomenal derechazo en comba fue palo y adentro. River no tenía fútbol ni resto. Y Centurión había sido el revulsivo imaginado por Guillermo Barros Schelotto. En tiempo añadido, Mina, de atropellada en un córner, la mandó por arriba. Y enseguida el ex Racing y San Pablo tiró por encima de Batalla en una contra, tras una nueva macana del sustituto de D’Alessandro, Iván Rossi, quien jamás hizo pie.
¿Fue exagerado el 4-2? La leyenda de Boca ante River continúa. Y el “Xeneize” pone proa hacia el campeonato local. Gallardo tendrá que vendar las heridas anímicas: la Copa Argentina y el pasaporte a la Copa Libertadores 2017 son el único consuelo posible tras quedar muy lejos de la punta y golpeado por un nuevo superclásico perdido.
Lo ganaba Boca con Walter Bou, lo dio vuelta River con su tándem Sebastián Driussi-Lucas Alario, lo volvió a remontar Boca con “Carlitos” (por duplicado); pudo ser empate en tiempo de descuento con Arturo Mina y finalmente fue fiesta “Xeneize” con Ricardo Centurión: lejos de los últimos aburridos superclásicos, los más grandes del fútbol argentino entregaron un partido trepidante.
El “Millo” lo perdió en las dos áreas: con un grosero error de Augusto Batalla y con la ineficacia de Alario, quien erró tres goles, uno en el área chica. Y lo perdió con los cambios, seguramente por aquello de que para Marcelo Gallardo -y el “Mundo River”- la final del jueves de Copa Argentina ante Rosario Central era lo más importante: cuando salieron Andrés D’Alessandro, Driussi y Gonzalo Martínez, el local perdió la pelota y regaló tres puntos que parecían a disposición.
Sobre todo en el primer tiempo, fue un partido a cara descubierta. Faltó marca en el medio y abundaron jugadores con buen pie y vocación ofensiva. Tevez ganándole la espalda a un solitario Leonardo Ponzio; D’Alessandro lo mismo ante un Fernando Gago carente de contención. Y ambas defensas fueron generosas, como esos dueños de casa que dejan la puerta abierta para que entren invitados a voluntad.
La media hora inicial tuvo un dueño: Boca. Su pecado fue no aumentar su ventaja inicial, con un pase de Tevez que Bou definió con precisión. El “Xeneize” ganaba por entonces la batalla táctica, porque como se preveía el flanco izquierdo de su defensa era el talón de Aquiles de River. Martínez y Luis Olivera no resistían. Claro que Pavón suele jugar con anteojeras.
A los 30, un jugadón de Alario despabiló a River y desnudó las grietas defensivas que Boca ya había exhibido ante Racing. Las aprovecharon Driussi con un fierrazo y el ex Colón con un cabezazo.
El complemento arrancó con la misma tónica. River devolvió gentilezas: tampoco supo liquidar a un rival groggy. Alario se comió un gol increíble (ya había dilapidado otro sobre el cierre de la etapa inicial). En otra, un cabezazo suyo besó el palo y en otra más Moreira no pateó desde la media luna y Martínez canchereó a continuación.
D’Alessandro saludó al público de River en señal inconfundible de despedida, y de a poco el hasta entonces confundido Boca fue ganando metros y balón.
Batalla se mandó un atajadón en un mano a mano con Pavón y minutos después salió lejos y mal: en lugar de rechazar con su pie como manda el manual quiso llevársela con el pecho. Resultado: Tevez tocó al gol con suspenso.
Faltaba media hora. Después de tantas emociones, el partido entró en un cono de sombras, el 2-2 no parecía sentarle demasiado mal a ninguno de los dos. Pero el “Apache” no lo vio así. Su fenomenal derechazo en comba fue palo y adentro. River no tenía fútbol ni resto. Y Centurión había sido el revulsivo imaginado por Guillermo Barros Schelotto. En tiempo añadido, Mina, de atropellada en un córner, la mandó por arriba. Y enseguida el ex Racing y San Pablo tiró por encima de Batalla en una contra, tras una nueva macana del sustituto de D’Alessandro, Iván Rossi, quien jamás hizo pie.
¿Fue exagerado el 4-2? La leyenda de Boca ante River continúa. Y el “Xeneize” pone proa hacia el campeonato local. Gallardo tendrá que vendar las heridas anímicas: la Copa Argentina y el pasaporte a la Copa Libertadores 2017 son el único consuelo posible tras quedar muy lejos de la punta y golpeado por un nuevo superclásico perdido.
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