Por Guillermo Monti
10 Diciembre 2016
0rigen: Francia/Bélgica, 2015. Dirección: Jaco Van Dormael. Con: Pili Groyne, Benoît Poelvoorde, Yolande Moreau, Laura Verlinden, Catherine Deneuve. Guión: Thomas Gunzig y Jaco Van Dormael. Música: An Pierlé. Fotografía: Christophe Beaucarne. Cines: Atlas y Cines del Solar.
BUENA
Lo primero que puede afirmarse de “El nuevísimo testamento” es su carácter de inclasificable. Rezuma humor, pero no es una comedia clásica. Bucea en las emociones humanas, pero no es un drama. Se mueve en el terreno de lo sobrenatural, y no por eso se ajusta al fantástico. Ecléctica, cambiante, sorprendente, divertida, capaz de saltar de lo perverso a lo naif sin escalas, provocadora, de a ratos en extremo bizarra, la película del belga Jaco Van Dormael representa un desafío.
Hay infinidad de ideas flotando por allí, tantas que la película propone un ejercicio permanente de análisis, de abstracción y de apelación a la memoria. Las historias se van abriendo, una tras otra, en una coralidad no del todo pareja. No hay un continuo en “El nuevísimo testamento”, en especial cuando Van Dormael cambia humor por construcciones existencialistas express. Por eso su película es tan original como despareja y, sí, pretenciosa.
Dios vive en un departamento de Bruselas, con su esposa -una diosa sumisa dedicada a servir a su marido- y su hija, una niña llamada Ea (Pili Groyne) que es capaz de caminar sobre el agua y multiplicar los sandwiches (aunque a veces no se replica el jamón). Con el hijo mayor, al que llaman J.C., ya sabemos lo que pasó. Es un Dios despótico, resentido, cruel, que se burla de su hijo crucificado y espía a su hija cuando se baña, para fajarla después a cintarazos porque no sigue sus órdenes. Lo interpreta con brillantez el comediante Benoît Poelvoorde (foto). No es un planteo cómodo para el cristianismo y Van Dormael se encarga de subrayarlo a cada rato.
Dividida en capítulos (hay génesis -imperdible-, éxodo, evangelios, pero no apocalipsis), la narración va fluyendo al compás de algunos hallazgos visuales y de una bella selección musical. Porque Ea escucha las canciones que albergan los corazones, y suelen ser muy buenas.
Alentada por J.C., Ea conseguirá escapar del infierno hogareño. Primero se vengará de su padre -el método es de lo mejor de la película- y luego buscará seis apóstoles para escribir un “nuevísimo testamento”. No se plasmará allí su historia, sino la de sus discípulos, una variopinta galería de personajes unidos por la búsqueda de la felicidad. Entre ellos sobresale Catherine Deneuve, quien a los 73 años desarrolla uno de los papeles más insólitos de su carrera. Digamos que hay sexo e involucra a un gorila. No, no es una película sencilla, pero definitivamente vale la pena la experiencia. Se puede amarla u odiarla. Están avisados.
BUENA
Lo primero que puede afirmarse de “El nuevísimo testamento” es su carácter de inclasificable. Rezuma humor, pero no es una comedia clásica. Bucea en las emociones humanas, pero no es un drama. Se mueve en el terreno de lo sobrenatural, y no por eso se ajusta al fantástico. Ecléctica, cambiante, sorprendente, divertida, capaz de saltar de lo perverso a lo naif sin escalas, provocadora, de a ratos en extremo bizarra, la película del belga Jaco Van Dormael representa un desafío.
Hay infinidad de ideas flotando por allí, tantas que la película propone un ejercicio permanente de análisis, de abstracción y de apelación a la memoria. Las historias se van abriendo, una tras otra, en una coralidad no del todo pareja. No hay un continuo en “El nuevísimo testamento”, en especial cuando Van Dormael cambia humor por construcciones existencialistas express. Por eso su película es tan original como despareja y, sí, pretenciosa.
Dios vive en un departamento de Bruselas, con su esposa -una diosa sumisa dedicada a servir a su marido- y su hija, una niña llamada Ea (Pili Groyne) que es capaz de caminar sobre el agua y multiplicar los sandwiches (aunque a veces no se replica el jamón). Con el hijo mayor, al que llaman J.C., ya sabemos lo que pasó. Es un Dios despótico, resentido, cruel, que se burla de su hijo crucificado y espía a su hija cuando se baña, para fajarla después a cintarazos porque no sigue sus órdenes. Lo interpreta con brillantez el comediante Benoît Poelvoorde (foto). No es un planteo cómodo para el cristianismo y Van Dormael se encarga de subrayarlo a cada rato.
Dividida en capítulos (hay génesis -imperdible-, éxodo, evangelios, pero no apocalipsis), la narración va fluyendo al compás de algunos hallazgos visuales y de una bella selección musical. Porque Ea escucha las canciones que albergan los corazones, y suelen ser muy buenas.
Alentada por J.C., Ea conseguirá escapar del infierno hogareño. Primero se vengará de su padre -el método es de lo mejor de la película- y luego buscará seis apóstoles para escribir un “nuevísimo testamento”. No se plasmará allí su historia, sino la de sus discípulos, una variopinta galería de personajes unidos por la búsqueda de la felicidad. Entre ellos sobresale Catherine Deneuve, quien a los 73 años desarrolla uno de los papeles más insólitos de su carrera. Digamos que hay sexo e involucra a un gorila. No, no es una película sencilla, pero definitivamente vale la pena la experiencia. Se puede amarla u odiarla. Están avisados.
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