Eli Rosenberg / The New York Times
El “chopped cheese” es una historia de éxito neoyorquina, con un giro algo cargado. El sándwich, también llamado “chop cheese” -carne molida con cebollas y queso derretido encima, servido en un pan (similar al pan francés) con lechuga, tomate y condimentos- ha sido un alimento básico en las tiendas de Harlem y del Bronx desde hace mucho tiempo. Ahora, ha empezado a emigrar de las planchas a los restaurantes, de la letra de los raperos a las páginas de los blogs de comida.
Sin embargo, este reconocimiento más generalizado se ha dado con un aspecto polémico. En junio, el video que hizo un joven de 20 años, de Harlem, con la réplica a un segmento sobre el sándwich se hizo viral e inició una discusión sobre la cultura y el privilegio. La noticia de que un restaurante nuevo en el Upper West Side presentaría una versión que costaría más de 10 dólares, provocó otra ronda de críticas. Se trata de una historia sobre cómo, en un país que está en medio de un agitado debate sobre la raza y las clases, un sándwich no es solo un sándwich.
Orígenes
La tienda de East Harlem, Hajji’s, se parece a muchas otras en las que se anuncia café, dulces y sándwiches calientes y fríos. Sin embargo, es el chopped cheese lo que atrae a gente de muy lejos.
Como con muchos platillos, el origen del chopped cheese está lleno de rumores. Quizá fue un intento de hacer un sándwich de lomo con queso al estilo Filadelfia, sin los ingredientes adecuados, o fue el resultado de un frenesí de creatividad a manos de un chef ebrio. Haya sido como haya sido, parece que nació en la intersección del sabor y la necesidad.
Sin embargo, si se le pregunta a alguno de los empleados del Hajji’s, le hablará de Carlos Soto, un hombre dedicado a la charcutería por mucho tiempo, de quien dicen que murió de cáncer en 2014. Carlos creó el sándwich en algún momento de sus más de 20 años de trabajar en la tienda, aseguran.
Hay varias versiones de la historia. En una, Carlos picó una hamburguesa con queso para que cupiera en un pan francés. Otra dice que a los empleados yemeníes se les ocurrió cómo preparar el sándwich junto con Carlos, quizá aportando algunas técnicas de su país de origen. Una tercera sostiene que Carlos tenía problemas dentales y estaba tratando de hacer que una hamburguesa fuera más fácil de masticar.
Sam Moslih, que trabaja por las noches en la tienda, dijo que alguien había visto la creación y le había pedido a Carlos que le hiciera una igual.
La fama
Durante años, el sándwich gozó de un tipo de renombre, por debajo del radar, pero era desconocido para muchos otros, y se volvió la obsesión de unos cuantos.
“Tan pronto como salgo del edifico, necesito eso /de Hajji’s para cenar, esos chopped cheese que sigo comiendo”, dice Dave East, el rapero de Harlem, en la canción “Nino”.
Por lo general, cada sándwich cuesta de cuatro a cinco dólares, y tienen las calidades de lo que los científicos llaman propiedades de urgencia; es mayor a la suma de sus partes. Los aficionados a esta comida dicen que parte de su atractivo es que las posibilidades para que cada quien se prepare el suyo son infinitas.
La polémica surgió luego de que la empresa Inside Foods publicó on line el viaje de una reportera a Hajji’s para probar el chopped cheese. A mucha gente le pareció arrogante. La reportera, que es blanca, dijo que la mayoría de los neoyorquinos ni siquiera sabe que existe el Chopped cheese, lo que pareció un desaire para los que crecieron comiéndolo. Sin embargo, quizá, fue la descripción del sándwich de cuatro dólares como “un robo” lo que enardeció más.
“Odio tener que informarles esto a Inside Foods -empresa que hizo el video-, pero sí existe la gente pobre”, escribió alguien en Facebook.
Jeffrey Almonte, de 20 años, de Harlem, una personalidad en YouTube, filmó una respuesta llena de palabrotas, en la sala de su casa, en la que acusa a la reportera de padecer “el síndrome de Colón”. “¿Qué sigue, que el chopped cheese hizo que temieras por tu vida?”, dijo. Su video se transmitió en directo millones de veces. La fama del chopped cheese siguió aumentando, para bien o para mal.
Las acaloradas discusiones sobre la apropiación cultural no se limitan, claro, a la comida. Tomar prestados ciertos estilos de vestir, música, baile y lenguaje ha generado debates similares desde hace mucho tiempo. “Se trata de una historia clásica”, dijo Michael W. Twitty, un historiador gastronómico. “Creas algo en un estado de deseo, un estado de necesidad, y luego se convierte en un patrimonio de primera en otras manos”.
Sin embargo, los debates sobre la comida, con su profunda connotación de sabor y todas sus implicaciones potenciales sobre los prejuicios, pueden adoptar un tenor particularmente emocional. El otro día, la elegante tienda departamental Neiman Marcus desencadenó una tormenta en los medios sociales al ofrecer un kilo y medio de repollo silvestre -un alimento básico en el sur de Estados Unidos, asociado de tiempo atrás a los afroestadounidenses- a 66 dólares.
Ahora, en Londres
Una reciente noche de viernes, Hajji’s estaba abarrotada. Femi Agunbiade, de 24 años, había conducido una hora desde Maplewood, Nueva Jersey, con su novia para conseguir un chopped cheese. Agunbiade se había enterado de ellos por un documental en YouTube. “Me enamoré de él”, dijo.
El sándwich sigue abriéndose paso en la cultura en formas inesperadas, y aparece en interpretaciones veganas, en recetas y en un reciente festival de comida. Al desplazarse por internet, es posible encontrar un video de Will Carey, un comediante blanco que hace monólogos, donde presenta uno sobre el sándwich. “Con solo saber lo que es el chopped cheese, estoy destruyendo una parte multicultural vital de la Ciudad de Nueva York”, bromea.