Un retrato de “la otra” en las cartas de Mitterrand

Un retrato de “la otra” en las cartas de Mitterrand

-Amor eterno. Mitterand y su amante, la curadora Anne Pingeot,  en el Partenon, en 1964.
 Gallimard.- -Amor eterno. Mitterand y su amante, la curadora Anne Pingeot, en el Partenon, en 1964. Gallimard.-
28 Octubre 2016

Rachel Donadío / The New York Times

PARIS. - En 1.218 cartas en 33 años, él le escribió, en una prosa elegante, sobre arte y cultura, luchas políticas y dignatarios - y su apasionado deseo por su cuerpo. Francia está emocionada por la publicación de una colección de cartas que el ex presidente François Mitterrand le mandó a Anne Pingeot, el amor de su vida y la madre de Mazarine, su hija fuera de matrimonio

La colección, “Cartas a Ana” _ junto con un imaginativo álbum que Mitterrand hizo de 1964 a 1970 para Pingeot _ salió el jueves y ofrece un extraño vistazo en la vida de un hombre al que, por lo general, se percibe con gélido y maquiavélico, y quien jamás dejó a su esposa aun cuando vivió durante años con Pingeot.

La publicación también refleja a una Francia cambiante, donde la vida privada fue alguna vez algo tan sagrado que la población se enteró de la segunda familia de Mitterrand solo hasta que una revista francesa publicó la noticia dos años antes de su muerte, en 1996.

Sancionados por Pingeot, de 73 años, y los tres hijos de Mitterrand, los libros se leen como cápsulas de tiempo de una época en la que las personas tenían emociones y no emoticones. “Realmente, se trata de un libro del siglo XX y no del XXI”, comentó Jean Loup Champion, quien editó los libros en la editorial francesa Gallimard.

“Ahora no puedes guardar un secreto”, agregó. “Es un mundo distinto”.

Sinceramiento

Los medios de información franceses fueron abrumadoramente positivos en cuanto a la publicación de las cartas que documentan el amorío de largo plazo del ex presidente, aunque algunos en los medios sociales dijeron que encuentran indecentes a los libros.

“Conocimos a Abelard y Eloise, a Musset y Sand, a Apollinaire y Lou, a Miller y Nin”, escribió “Le Point”, un semanario conservador. “Ahora tenemos que añadir a esas parejas legendarias la de un jefe de Estado y una mujer invisible que sabía como ponerlo en estado”.

Algunos comentaristas notaron el contraste entre la prosa erudita de Mitterrand y sus elegantes engaños, y la presidencia actual, aparentemente más banal de François Hollande. En general, en el 2014, Francia se encogía de hombros, cuando a Hollande, a la sazón en una relación con la periodista Valérie Trierweiler, lo fotografiaron cuando él trataba de ocultarse usando un casco de motociclista cuando salía del departamento de otra mujer, de Julie Gayet.

La semana pasada, salió a la venta un libro de entrevistas francas con Hollande. El dijo que las había concedido en los últimos cuatro años, en un espíritu de transparencia; sus críticos dijeron que era vulgar darlo a conocer cuando todavía ocupaba el cargo, y algunos hasta deploraron el final de la vida privada en Francia.

En comparación, Pingeot, una ex curadora en el Musée d’Orsay, sigue siendo discreta, aun al surgir de entre las sombras. En su única entrevista sobre las cartas, a France Culture Radio, ella expresó las dudas sobre su publicación. “No sé si hice lo correcto”, dijo en una entrevista por radio el lunes. “A veces creo que sí, a veces que no”.

Ella misma mecanografió las cartas manuscritas, una tarea emocional. “Estoy ordenando las cosas. Tengo 73 años”, añadió. “El miedo a que no lo hicieran correctamente también fue un motivo para publicarlas”.

Historia de un encuentro

Solo un puñado de las cartas de Pingeot están en la colección, pero emerge una vívida descripción de una mujer que buscó preservar su dignidad aunque era la otra mujer.

“Hay un núcleo de acero en Anne Pingeot”, comentó Philip short, quien la entrevistó para la biografía del 2013, “El gusto por la intriga. Las múltiples vidas de François Mitterrand”. “Ella sabía lo que quería de su vida, y lo hizo aunque tenía todo en contra”.

Cuando conoció a Mitterrand, ella era una adolescente en una familia católica romana de clase media alta y conservadora, en la provincia; y él, entonces con cuarentaitantos años, estaba casado, tenía dos hijos, y era un ocasional compañero de golf de su padre. Durante los primeros dos años de su correspondencia, en 1962 y 1963, Mitterrand usa la forma formal “vous” para dirigirse a Pingeot, quien es renuente. Luego, florece el romance físico.

Mitterrand ha sido el presidente de Francia que ha estado más tiempo en el cargo, de 1981 a 1995, y empezó su carrera política en la derecha católica, trabajó en el gobierno de Vichy, el cual colaboró con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, pero luego él giró hacia la izquierda y se unió a la Resistencia. Posteriormente, él dirigió al partido socialista en Francia, unificó a las facciones discordantes de la izquierda francesa, y ayudó a construir a la Unión Europea.

Algunas cartas parecen estar escritas como diarios para los archivos históricos, tanto como para Pingeot. Sin embargo, la mayoría son íntimas y tiernas. “Todo tiembla en ti, como un bosque al viento”, le escribió él a ella en 1972. “Pero el bosque tiene mil raíces y el viento sopla a través de él. Tú eres mi bosque del que amo cada árbol”.

En una carta de 1971, él equipara su amor con “una profunda ola”. “Nos separa y yo grito, grito, y tú me escuchas entre la premura del sonido, me amas, soy desesperadamente tuyo, pero, entonces, ya no me ves más, no sé dónde estás, y me llena toda la infelicidad del mundo”.

Las cartas son reveladoras, dijo Régis Le Sommier, el subeditor de “Paris Match”, el semanario que publicó la historia de la segunda familia de Mitterrand en 1994. “Sabíamos que era un buen escritor, un hombre muy pero muy talentoso, muy hábil para escribir”, comentó. “Pero el nivel de la escritura que utiliza para declarle su amor a Anne Pingeot es asombroso”.

En una de las pocas cartas de Pingeot que están en la colección, una de 1971, ella le pide a Mitterrand que regularicen su situación, aun si no deja a su esposa. “Si el amor libre me priva de un hogar, un hijo, esperanza, calma, seguridad, dignidad, debería al menos seguir siendo libre”, escribió ella. “Siempre habrá un discurso, unas elecciones o un congreso del partido. Estoy cansada y vivo con ansiedad todos los días. Si me amas, debes tratar de hacerme feliz”.

Su hija Mazarine nació en 1974 y la llamaron así por el cardenal Mazarin, el primer ministro de Luis XIV y un estratega al que admiraba Mitterrand. Después de que Mitterrand se convirtió en el presidente en 1981, se asignó protección a Pingeot y Mazarine las 24 horas del día, a costas del erario público. Mitterrand llegaba por las noches para quedarse con ellas. Utilizó a su destacamento de seguridad para evitar que los periodistas revelaran el secreto.

La relación del presidente con Danielle Gouze, con quien se casó en 1944, fue compleja. Durante años, Danielle Mitterrand también tuvo una pareja, Jean Balenci, quien tenía su propia habitación en el departamento de la familia en París. A veces, él y François desayunaban juntos, y él pasaba las vacaciones con la familia Mitterrand. “A la gente de fuera, se lo presentaban como un primo distante”, escribe Short en su biografía sobre Mitterrand.

Para publicar las cartas y el diario, Mazarine Pingeot, y Jean Christophe y Gilbert Mitterrand, los hijos de François y Danielle Mitterrand, firmaron el contrato con Gallimard, y recibirán un adelanto y ganancias por la venta de los libros, dijo Champion. Ambas familias se reunieron por primera vez en el funeral de François Mitterrand en enero de 1996.

“Las cartas a Ana” termina en septiembre de 1995, cuando el presidente está muriendo de cáncer de próstata, el cual padecía desde principios de los 1980 _ durante años fue algo que también se le ocultó al público.

“Siempre me diste más”, escribió François Mitterrand en su última carta a Anne Pingeot. “Fuiste mi oportunidad de vida. ¿Cómo no podía haberte amado más?” (Con la colaboración en la investigación de Daphné Anglès).

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