22 Octubre 2016
HOMILÍA. Rossi habló ante fieles, sacerdotes, el intendente y sus funcionarios. la gaceta / foto de osvaldo ripoll
“Se nos está escapando de las manos la generación que viene detrás nuestro”, señaló el obispo José María Rossi durante la homilía de la misa que realizó ayer en la Catedral de Concepción, en clara alusión a la lucha contra las drogas. Según sus palabras posteriores, una de las situaciones que le permitió llegar a esta conclusión fue la muerte del cura Juan Viroche. Entre los que recibieron su mensaje estaban los sacerdotes de la congregación, el intendente Roberto Sánchez y sus funcionarios.
“Lo que pasa alrededor nuestro nos está diciendo que tenemos un problema. Esto nos toca de cerca a todos. Hoy lo que nos convoca, a partir de la muerte del padre Juan, es como nos empezamos a dar cuenta de nuevo, o de una manera nueva, que tenemos un problema del que todavía no nos hemos dado cuenta lo que significa”, advirtió, en comunión con las personas que piensan que la muerte del sacerdote de La Florida ocurrió por sus públicas denuncias contra los “transas” de la zona este.
Ante esta problemática, llamó a analizar el presente y a desafiar los peligros que surjan. “Tenemos que aprender a discernir lo que sucede en nuestro tiempo para poder caminar en la vida; para poder saber qué sentido tiene lo que estamos viviendo; para poder saber qué tenemos que hacer, a lo que nos desafía todo esto. Cuando uno sabe lo que tiene que hacer, está tranquilo en el fondo del corazón, aunque sea algo desafiante, difícil. Porque sabe en qué va a concentrar toda su fuerza. Y eso es lo que tenemos que intentar hoy”.
Pese a que se podía inferir de qué estaba hablando Rossi, para que no quedaran dudas algunos minutos después lo nombró. “Hay un problema que nos sobrepasa. No terminamos de darnos cuenta porque nos cuesta mucho abrir los ojos y ver el tamaño del problema. A este flagelo le hemos puesto un título: narcotráfico y adicciones”, aclaró.
Algo nunca visto
El obispo opinó que lo que se está viviendo en relación a la venta de estupefacientes y sus efectos en las personas adictas es algo que no se había visto nunca en tal magnitud, y que llevaba a poner sobre el tapete lo que puede ocurrir en el futuro si esto sigue así. Para Rossi, el no encontrar soluciones llevaría a un tiempo de incertidumbre y desolación. “Si no encontramos qué es lo que vamos a hacer, no sabremos qué vamos a ser, cómo vamos a estar, qué sociedad vamos a tener para vivir, qué familia vamos a tener, qué institución educativa, qué infancia, qué futuro”, pronosticó.
Volviendo al presente, llamó a cada uno de los presentes a mirar a su interior, como individuos y como comunidad: “¿Habremos hecho mal para que nos pase esto? Es posible que sí. Es probable que algunos hayan hecho algo mal, sintiéndonos todos responsables de nuestro presente y futuro”, expresó.
Sin embargo, pronto matizó que sus palabras no eran para buscar culpables, sino más bien para desafiar a la comunidad a hacer algo al respecto. “Está en juego nuestra vida, el futuro de nuestra familia y sociedad. Este hacer algo no es algo abstracto. Es importante abrir la mente, el corazón, la familia, la iglesia, la comunidad, la escuela, el barrio, el Estado. No hacer este examen de conciencia, es como estar enfermo pero no ir al médico”.
“Lo que pasa alrededor nuestro nos está diciendo que tenemos un problema. Esto nos toca de cerca a todos. Hoy lo que nos convoca, a partir de la muerte del padre Juan, es como nos empezamos a dar cuenta de nuevo, o de una manera nueva, que tenemos un problema del que todavía no nos hemos dado cuenta lo que significa”, advirtió, en comunión con las personas que piensan que la muerte del sacerdote de La Florida ocurrió por sus públicas denuncias contra los “transas” de la zona este.
Ante esta problemática, llamó a analizar el presente y a desafiar los peligros que surjan. “Tenemos que aprender a discernir lo que sucede en nuestro tiempo para poder caminar en la vida; para poder saber qué sentido tiene lo que estamos viviendo; para poder saber qué tenemos que hacer, a lo que nos desafía todo esto. Cuando uno sabe lo que tiene que hacer, está tranquilo en el fondo del corazón, aunque sea algo desafiante, difícil. Porque sabe en qué va a concentrar toda su fuerza. Y eso es lo que tenemos que intentar hoy”.
Pese a que se podía inferir de qué estaba hablando Rossi, para que no quedaran dudas algunos minutos después lo nombró. “Hay un problema que nos sobrepasa. No terminamos de darnos cuenta porque nos cuesta mucho abrir los ojos y ver el tamaño del problema. A este flagelo le hemos puesto un título: narcotráfico y adicciones”, aclaró.
Algo nunca visto
El obispo opinó que lo que se está viviendo en relación a la venta de estupefacientes y sus efectos en las personas adictas es algo que no se había visto nunca en tal magnitud, y que llevaba a poner sobre el tapete lo que puede ocurrir en el futuro si esto sigue así. Para Rossi, el no encontrar soluciones llevaría a un tiempo de incertidumbre y desolación. “Si no encontramos qué es lo que vamos a hacer, no sabremos qué vamos a ser, cómo vamos a estar, qué sociedad vamos a tener para vivir, qué familia vamos a tener, qué institución educativa, qué infancia, qué futuro”, pronosticó.
Volviendo al presente, llamó a cada uno de los presentes a mirar a su interior, como individuos y como comunidad: “¿Habremos hecho mal para que nos pase esto? Es posible que sí. Es probable que algunos hayan hecho algo mal, sintiéndonos todos responsables de nuestro presente y futuro”, expresó.
Sin embargo, pronto matizó que sus palabras no eran para buscar culpables, sino más bien para desafiar a la comunidad a hacer algo al respecto. “Está en juego nuestra vida, el futuro de nuestra familia y sociedad. Este hacer algo no es algo abstracto. Es importante abrir la mente, el corazón, la familia, la iglesia, la comunidad, la escuela, el barrio, el Estado. No hacer este examen de conciencia, es como estar enfermo pero no ir al médico”.
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