22 Octubre 2016
LA GACETA/FOTO DE DIEGO ARÁOZ
No sólo tenía antecedentes por haber golpeado a su esposa, Claudia Lizárraga, y a sus cinco hijos. Antes de asesinar a puñaladas a la mujer, el martes a la tarde en el barrio Jardín, Víctor Hugo Argañaraz había estado preso por balear a un vecino.
“Es un loco”, dijo Fernando Argañaraz, su propio hijo. El joven le contó a LA GACETA que su padre había estado preso en el penal de Villa Urquiza durante un año, aproximadamente. “Fue porque baleó a un vecino en la pierna”, explicó. En ese sentido, comentó que al hombre le gustaba hacer tiros con la escopeta y señaló que incluso hay un hueco en las chapas que cubren la casa, producto de uno de esos disparos.
En otra oportunidad, el año pasado, el hombre terminó internado en el hospital Obarrio tras atacar brutalmente a su familia. “Él ya se había ido de la casa, pero un día cayó con una crisis, como con un brote psicótico, y lo llevaron al Obarrio. Ahí estuvo internado como dos meses y después la psiquiatra nos pidió que nos hagamos cargo de él. Entonces volvió para acá”, recordó el joven. Un mes y medio después, cuando terminó el período de recuperación, volvió la violencia.
Según había contado Fernando a LA GACETA, los últimos dos meses creció la furia de su padre. Pese a que habían levantado una pared en el medio de la casa para vivir separados, el hombre los amenazaba permanentemente con una escopeta y perseguía a la mujer. El martes a la tarde, le hizo la guardia a Lizárraga en las inmediaciones de la casa donde ella trabajaba. Cuando salió para tomar el colectivo, se le acercó, la golpeó con un palo y le asestó dos puñaladas que le segaron la vida. La Policía lo detuvo en ese mismo lugar.
“Es un loco”, dijo Fernando Argañaraz, su propio hijo. El joven le contó a LA GACETA que su padre había estado preso en el penal de Villa Urquiza durante un año, aproximadamente. “Fue porque baleó a un vecino en la pierna”, explicó. En ese sentido, comentó que al hombre le gustaba hacer tiros con la escopeta y señaló que incluso hay un hueco en las chapas que cubren la casa, producto de uno de esos disparos.
En otra oportunidad, el año pasado, el hombre terminó internado en el hospital Obarrio tras atacar brutalmente a su familia. “Él ya se había ido de la casa, pero un día cayó con una crisis, como con un brote psicótico, y lo llevaron al Obarrio. Ahí estuvo internado como dos meses y después la psiquiatra nos pidió que nos hagamos cargo de él. Entonces volvió para acá”, recordó el joven. Un mes y medio después, cuando terminó el período de recuperación, volvió la violencia.
Según había contado Fernando a LA GACETA, los últimos dos meses creció la furia de su padre. Pese a que habían levantado una pared en el medio de la casa para vivir separados, el hombre los amenazaba permanentemente con una escopeta y perseguía a la mujer. El martes a la tarde, le hizo la guardia a Lizárraga en las inmediaciones de la casa donde ella trabajaba. Cuando salió para tomar el colectivo, se le acercó, la golpeó con un palo y le asestó dos puñaladas que le segaron la vida. La Policía lo detuvo en ese mismo lugar.
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