21 Octubre 2016
LAS MARCAS DE LA VIOLENCIA. Fernando muestra las cicatrices que le quedaron en los brazos después de que su padre lo agrediera con un cuchillo. la gaceta / foto de franco vera
“Desde que yo nací, él era golpeador. Nos fuimos varias veces de mi casa porque era muy violento”, dijo Fernando Argañaraz, ayer a la mañana. El joven de 21 años volvía de enterrar a su mamá, Claudia Lizárraga, quien fue asesinada de dos puñaladas por su ex marido y padre de sus cinco hijos.
Víctor Hugo Argañaraz la mató el martes. Esa tarde se sentó en una plaza del barrio Jardín y esperó a que su ex esposa saliera de trabajar en una casa de la zona, donde cuidaba a una mujer discapacitada. Cuando la vio caminar hacia la parada del colectivo, se le abalanzó, la golpeó con un palo y la hirió con un cuchillo. Pero la furia venía desde mucho antes.
“Siempre fue violento con ella y con nosotros. Un día nos dejó de golpear porque nos hicimos grandes, pero a ella todo el tiempo le pegaba”, recordó Fernando. En varias oportunidades Claudia juntó valor y se fue de la casa con sus hijos. Pero, como no tenía un peso para darles de comer ni una cama donde dormir, siempre terminaban volviendo.
Furia
La convivencia era tan insostenible que hace dos meses resolvieron levantar una tapia para dividir la casa en dos: de un lado vivía el hombre y del otro, el resto de la familia. Eso tampoco fue solución. “Estuvo tranquilo dos semanas y empezó de nuevo a amenazar a mi mamá. Hace como un mes y medio, ella salió de trabajar, él se le acercó en la calle y le puso una punta en la cintura. No la llegó a herir porque justo se acercó un policía”, relató Fernando.
“A los tres días, golpeó a mi hermanito de 10 años. Me colgué de la tapia para enfrentarlo y sacó una escopeta y me apuntó en la cara. Todo ese día me apuntó con la escopeta”, contó. “Con mis hermanos trabamos la puerta porque estábamos asustados. Desde ese día, fueron como dos semanas en que todas las noches llamábamos al 911 porque constantemente nos amenazaba con la escopeta”, agregó el joven, con los ojos clavados en el piso.
¿Qué hacía la Policía cada vez que iba a la casa? “Nada, me respondían que tenía que pasar algo para que ellos pudieran intervenir”, contestó Fernando.
La última pelea
La semana pasada, la familia advirtió que el hombre había derribado las tres últimas filas de ladrillos de la tapia que los separaba. “Mi mamá tenía terror porque rompió la pared, sacaba la escopeta y amenazaba con matarla. Ahí fue de nuevo lo mismo: yo quería saltar y él sacaba la escopeta. Llamamos otra vez a la Policía; vinieron, entraron, charlaron con él y se fueron sin llevarse el arma”, siguió contando. “Apenas salieron los policías, se acercó a la tapia y me dijo que los iba a matar a mi mamá y a mi hermanito”.
Fernando entró desesperado y se sentó a llorar. Entonces su padre saltó con un cuchillo y lo atacó. “Logré dominarlo y, cuando entró la Policía, me encontró con sangre y golpeándolo. Me pusieron las esposas y me llevaron a la (seccional) 4ª. A él lo internaron en el hospital Padilla porque decían que tenía politraumatismos”, dijo el joven.
Amigas de Claudia le contaron a LA GACETA que ese día la mujer pidió un préstamo de $ 10.000 para pagarles a los policías y evitar que a su hijo “le pintaran los dedos”.
El hombre no volvió a la casa después de ese episodio. “Supuestamente estaba grave en el Padilla pero andaba en la calle como si nada. El martes volví de trabajar, les di de comer a mis hermanos, me acosté y cuando me levanté, como a las 18, tenía mensajes de mis tíos que me decían que Hugo la había apuñalado a mi mamá”, dijo Fernando. Cuando el joven llegó al hospital, la mujer ya había fallecido.
Desamparo
La sensación que quedó entre la familia de Claudia es de desamparo. Fernando perdió la cuenta de la cantidad de veces que hicieron denuncias y pidieron ayuda. “El otro día en la comisaría nos pidieron que llevemos el historial de denuncias, gastamos $ 47 en fotocopias. Estábamos esperando que eso llegue a la Fiscalía, fuimos dos semanas a Tribunales para ratificar la denuncia y siempre nos decían que no habían llegado los papeles”, se quejó.
Fuentes judiciales habían informado a LA GACETA que la denuncia más antigua realizada por la mujer databa de 1997. “Hay denuncias de todos los años. Yo pensaba que con todo esto de ‘ni una menos’ iba a ser más fácil, que íbamos a estar más amparados, pero no… nadie nos ayudó”, lamentó.
- ¿Tienen miedo de que un día recupere la libertad y les haga algo?
- Ya le quitó su mamá a mi hermanito de 10 años. ¿Qué más me puede quitar?
Víctor Hugo Argañaraz la mató el martes. Esa tarde se sentó en una plaza del barrio Jardín y esperó a que su ex esposa saliera de trabajar en una casa de la zona, donde cuidaba a una mujer discapacitada. Cuando la vio caminar hacia la parada del colectivo, se le abalanzó, la golpeó con un palo y la hirió con un cuchillo. Pero la furia venía desde mucho antes.
“Siempre fue violento con ella y con nosotros. Un día nos dejó de golpear porque nos hicimos grandes, pero a ella todo el tiempo le pegaba”, recordó Fernando. En varias oportunidades Claudia juntó valor y se fue de la casa con sus hijos. Pero, como no tenía un peso para darles de comer ni una cama donde dormir, siempre terminaban volviendo.
Furia
La convivencia era tan insostenible que hace dos meses resolvieron levantar una tapia para dividir la casa en dos: de un lado vivía el hombre y del otro, el resto de la familia. Eso tampoco fue solución. “Estuvo tranquilo dos semanas y empezó de nuevo a amenazar a mi mamá. Hace como un mes y medio, ella salió de trabajar, él se le acercó en la calle y le puso una punta en la cintura. No la llegó a herir porque justo se acercó un policía”, relató Fernando.
“A los tres días, golpeó a mi hermanito de 10 años. Me colgué de la tapia para enfrentarlo y sacó una escopeta y me apuntó en la cara. Todo ese día me apuntó con la escopeta”, contó. “Con mis hermanos trabamos la puerta porque estábamos asustados. Desde ese día, fueron como dos semanas en que todas las noches llamábamos al 911 porque constantemente nos amenazaba con la escopeta”, agregó el joven, con los ojos clavados en el piso.
¿Qué hacía la Policía cada vez que iba a la casa? “Nada, me respondían que tenía que pasar algo para que ellos pudieran intervenir”, contestó Fernando.
La última pelea
La semana pasada, la familia advirtió que el hombre había derribado las tres últimas filas de ladrillos de la tapia que los separaba. “Mi mamá tenía terror porque rompió la pared, sacaba la escopeta y amenazaba con matarla. Ahí fue de nuevo lo mismo: yo quería saltar y él sacaba la escopeta. Llamamos otra vez a la Policía; vinieron, entraron, charlaron con él y se fueron sin llevarse el arma”, siguió contando. “Apenas salieron los policías, se acercó a la tapia y me dijo que los iba a matar a mi mamá y a mi hermanito”.
Fernando entró desesperado y se sentó a llorar. Entonces su padre saltó con un cuchillo y lo atacó. “Logré dominarlo y, cuando entró la Policía, me encontró con sangre y golpeándolo. Me pusieron las esposas y me llevaron a la (seccional) 4ª. A él lo internaron en el hospital Padilla porque decían que tenía politraumatismos”, dijo el joven.
Amigas de Claudia le contaron a LA GACETA que ese día la mujer pidió un préstamo de $ 10.000 para pagarles a los policías y evitar que a su hijo “le pintaran los dedos”.
El hombre no volvió a la casa después de ese episodio. “Supuestamente estaba grave en el Padilla pero andaba en la calle como si nada. El martes volví de trabajar, les di de comer a mis hermanos, me acosté y cuando me levanté, como a las 18, tenía mensajes de mis tíos que me decían que Hugo la había apuñalado a mi mamá”, dijo Fernando. Cuando el joven llegó al hospital, la mujer ya había fallecido.
Desamparo
La sensación que quedó entre la familia de Claudia es de desamparo. Fernando perdió la cuenta de la cantidad de veces que hicieron denuncias y pidieron ayuda. “El otro día en la comisaría nos pidieron que llevemos el historial de denuncias, gastamos $ 47 en fotocopias. Estábamos esperando que eso llegue a la Fiscalía, fuimos dos semanas a Tribunales para ratificar la denuncia y siempre nos decían que no habían llegado los papeles”, se quejó.
Fuentes judiciales habían informado a LA GACETA que la denuncia más antigua realizada por la mujer databa de 1997. “Hay denuncias de todos los años. Yo pensaba que con todo esto de ‘ni una menos’ iba a ser más fácil, que íbamos a estar más amparados, pero no… nadie nos ayudó”, lamentó.
- ¿Tienen miedo de que un día recupere la libertad y les haga algo?
- Ya le quitó su mamá a mi hermanito de 10 años. ¿Qué más me puede quitar?
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