20 Octubre 2016
“Esta es una localidad muy tranquila; como todo pueblo”, se apuró a aclarar el comisario Héctor Edmundo Rojas, jefe de la comisaría de La Florida, ante la visita de LA GACETA. Aseguró que sí se producen robos y asaltos, pero que son hechos aislados. Sobre la creciente venta y consumo de drogas que solía denunciar el padre Juan Viroche, el comisario dijo que él sólo escuchó comentarios, pero que no conoce que existan denuncias formales.
“El año pasado aquí había un buzón para hacer denuncias anónimas. Eso fue enviado a las fuerzas especiales que investigan el narcotráfico. La verdad, no tengo información acerca de si hubo denuncias, si se está investigando algo”, relató.
“Puede haber casos; pero La Florida no es Alderetes, ni la Costanera”, comparó el comisario. Además, señaló que el mayor trabajo que tienen en la zona es por violencia de género. “Aquí se conocen todos; es muy tranquilo”, reiteró. Al ser consultado sobre los operativos de prevención que realizan, aseguró que se hacen constantemente en el pueblo. Y cuando se le preguntó cuántos efectivos tiene el pueblo de más de 7.000 habitantes, la respuesta fue: tres por turno, a veces cuatro.
El número de uniformados no se incrementó ni siquiera en las últimas horas, después de que La Florida fuera noticia nacional y mundial por la muerte del religioso que en los últimos años hizo visible la preocupación de los vecinos por el aumento de los robos y por la presencia de vendedores de droga que se anunciaban tirando bombas de estruendo en los barrios.
Los vecinos consultados por LA GACETA en cinco de los 13 barrios que tiene La Florida coincidieron en que jamás han visto policías patrullando por las calles del pueblo. Y negaron que sea una localidad tranquila. “Cada vez hay más arrebatos. Nunca antes habíamos tenido asaltos y ahora sí. Pero la Policía mira para otro lado. Hace dos años, sin ir más lejos, en un asalto mataron a una peluquera (Magdalena Beatriz Cajal) para robarle. Y el hecho fue a pocos metros de la comisaría”, recordó Alberto Alvarez, que vive frente a la plaza principal de La Florida, a pocos metros de la estación policial y de la comuna.
Según su descripción, y de otras vecinas que no quisieron identificarse, esa zona se convierte todas las madrugadas en tierra de nadie, adonde llegan jóvenes desde otras localidades (principalmente Alderetes) a vender drogas; y otros, a comprarles.
“El año pasado aquí había un buzón para hacer denuncias anónimas. Eso fue enviado a las fuerzas especiales que investigan el narcotráfico. La verdad, no tengo información acerca de si hubo denuncias, si se está investigando algo”, relató.
“Puede haber casos; pero La Florida no es Alderetes, ni la Costanera”, comparó el comisario. Además, señaló que el mayor trabajo que tienen en la zona es por violencia de género. “Aquí se conocen todos; es muy tranquilo”, reiteró. Al ser consultado sobre los operativos de prevención que realizan, aseguró que se hacen constantemente en el pueblo. Y cuando se le preguntó cuántos efectivos tiene el pueblo de más de 7.000 habitantes, la respuesta fue: tres por turno, a veces cuatro.
El número de uniformados no se incrementó ni siquiera en las últimas horas, después de que La Florida fuera noticia nacional y mundial por la muerte del religioso que en los últimos años hizo visible la preocupación de los vecinos por el aumento de los robos y por la presencia de vendedores de droga que se anunciaban tirando bombas de estruendo en los barrios.
Los vecinos consultados por LA GACETA en cinco de los 13 barrios que tiene La Florida coincidieron en que jamás han visto policías patrullando por las calles del pueblo. Y negaron que sea una localidad tranquila. “Cada vez hay más arrebatos. Nunca antes habíamos tenido asaltos y ahora sí. Pero la Policía mira para otro lado. Hace dos años, sin ir más lejos, en un asalto mataron a una peluquera (Magdalena Beatriz Cajal) para robarle. Y el hecho fue a pocos metros de la comisaría”, recordó Alberto Alvarez, que vive frente a la plaza principal de La Florida, a pocos metros de la estación policial y de la comuna.
Según su descripción, y de otras vecinas que no quisieron identificarse, esa zona se convierte todas las madrugadas en tierra de nadie, adonde llegan jóvenes desde otras localidades (principalmente Alderetes) a vender drogas; y otros, a comprarles.