16 Octubre 2016
MILAGRO. Los Zazu celebran, contra los pronósticos, la vida de Facundo.
No sólo en Villa Cura Brochero; no hay en toda Traslasierra quien que no tenga una gracia concedida por el “Curita Gaucho”. El problema es entrevistarlos: casi todos están en Roma. Pero algunos, por cuestiones puntuales, no han podido viajar, como Facundo. Tiene 17 años. Vive con sus padres y sus tres hermanas en Mina Clavero, y todavía no puede entender lo que le ocurrió este año. Era un chico activo, le encantaban los deportes y de pronto le empezaron a doler los pies, las pantorrillas, las rodillas… El dolor y el adormecimiento de los músculos fue subiendo por el cuerpo hasta dejarlo inválido. El diagnóstico fue demoledor: si se salvaba probablemente quedaría en estado vegetativo; en el mejor de los casos perdería el 80% de la movilidad.
Juan Zazu y Diana, sus padres, no perdieron tiempo. Cinco días después de comenzados los síntomas lo llevaron a Córdoba, donde recibieron el diagnóstico: síndrome de Guillain-Barré. “Facundo recibió dos tratamientos. Primero, plasmaféresis, con el plasma de su misma sangre, pero no dio resultado. Atacó el sistema respiratorio y tuvieron que entubarlo. El segundo fue con inmunogamaglobulina, pero tampoco. “Nuestro hijo iba en caída libre. Los pronósticos eran crueles”, cuenta Juan y relata que en la desesperación de las esperas en la puerta de la terapia intensiva pidió a todos sus contactos de Whatsapp que rezaran porque su hijo estaba muriendo.
“La respuesta fue tremenda. Se hicieron cadenas de oración pidiéndole al Cura Brochero por mi hijo; lo más impresionante fue una misa en la iglesia de Villa Brochero de la que participó gente de todos los pueblos de Traslasierra, porque el pedido por mi hijo se había viralizado de una manera increíble. Ese día marca un antes y un después”, cuenta.
“Al día siguiente me llamó la mamá de Nicolás (a quien yo no conocía), el niño del milagro por el cual al cura Brochero lo hicieron beato, y me dijo que fuera a Córdoba a retirar el poncho del cura -lo tenía ella-, que se lo pusiéramos a mi hijo y que recemos la oración del Cura Brochero. Era lo que veníamos haciendo todos los días antes de salir para la terapia y cuando volvíamos”, relata Juan. Y sigue: “ya para entonces, entre rezada y rezada, habíamos agarrado una fe tan grande que le dije a la doctora: ‘discúlpeme, pero no voy a escuchar más partes médicos, porque estamos aferrados el 100% a la fe, al cura nuestro, y sé que mi hijo va a salir adelante”.
“Le pusimos el poncho a ‘Facu’ y fue un cambio rotundo. Ahí se detuvo la enfermedad, y a partir de ese día fue de mejoría en mejoría. ¡A la semana ya estaba comiendo!”, sigue emocionado Juan y cuenta que una de las cosas que más le impresionó ocurrió en la casa de la mamá de Nicolás, mientras oraba frente a un altarcito que tiene la familia en su casa. “Escuché que ella decía: ‘¡gracias Cura Brochero! Yo sé que la gracia de Facundo está concedida’. Nos llamó la atención porque era el peor momento de Facundo. Pero a los cinco días Facundo dejó la terapia, empezó a mover el cuerpo y le sacaron el respirador. Los médicos reconocieron que ellos pensaban que no se iba a salvar”.
Tres días después de salir de la terapia, “Facu” estaba en su casa; antes de irse comió milanesa con puré. Hoy toda la familia está cambiada, iluminada por la fe y la gratitud no sólo al Cura Brochero sino a toda la gente de Traslasierra que los ayudó a rezar, a pedir con fuerzas lo que parecía imposible. Facu camina con andador, pero feliz. Recuperó kilos y logró en un mes lo que se suponía que llevaría un año.
Juan Zazu y Diana, sus padres, no perdieron tiempo. Cinco días después de comenzados los síntomas lo llevaron a Córdoba, donde recibieron el diagnóstico: síndrome de Guillain-Barré. “Facundo recibió dos tratamientos. Primero, plasmaféresis, con el plasma de su misma sangre, pero no dio resultado. Atacó el sistema respiratorio y tuvieron que entubarlo. El segundo fue con inmunogamaglobulina, pero tampoco. “Nuestro hijo iba en caída libre. Los pronósticos eran crueles”, cuenta Juan y relata que en la desesperación de las esperas en la puerta de la terapia intensiva pidió a todos sus contactos de Whatsapp que rezaran porque su hijo estaba muriendo.
“La respuesta fue tremenda. Se hicieron cadenas de oración pidiéndole al Cura Brochero por mi hijo; lo más impresionante fue una misa en la iglesia de Villa Brochero de la que participó gente de todos los pueblos de Traslasierra, porque el pedido por mi hijo se había viralizado de una manera increíble. Ese día marca un antes y un después”, cuenta.
“Al día siguiente me llamó la mamá de Nicolás (a quien yo no conocía), el niño del milagro por el cual al cura Brochero lo hicieron beato, y me dijo que fuera a Córdoba a retirar el poncho del cura -lo tenía ella-, que se lo pusiéramos a mi hijo y que recemos la oración del Cura Brochero. Era lo que veníamos haciendo todos los días antes de salir para la terapia y cuando volvíamos”, relata Juan. Y sigue: “ya para entonces, entre rezada y rezada, habíamos agarrado una fe tan grande que le dije a la doctora: ‘discúlpeme, pero no voy a escuchar más partes médicos, porque estamos aferrados el 100% a la fe, al cura nuestro, y sé que mi hijo va a salir adelante”.
“Le pusimos el poncho a ‘Facu’ y fue un cambio rotundo. Ahí se detuvo la enfermedad, y a partir de ese día fue de mejoría en mejoría. ¡A la semana ya estaba comiendo!”, sigue emocionado Juan y cuenta que una de las cosas que más le impresionó ocurrió en la casa de la mamá de Nicolás, mientras oraba frente a un altarcito que tiene la familia en su casa. “Escuché que ella decía: ‘¡gracias Cura Brochero! Yo sé que la gracia de Facundo está concedida’. Nos llamó la atención porque era el peor momento de Facundo. Pero a los cinco días Facundo dejó la terapia, empezó a mover el cuerpo y le sacaron el respirador. Los médicos reconocieron que ellos pensaban que no se iba a salvar”.
Tres días después de salir de la terapia, “Facu” estaba en su casa; antes de irse comió milanesa con puré. Hoy toda la familia está cambiada, iluminada por la fe y la gratitud no sólo al Cura Brochero sino a toda la gente de Traslasierra que los ayudó a rezar, a pedir con fuerzas lo que parecía imposible. Facu camina con andador, pero feliz. Recuperó kilos y logró en un mes lo que se suponía que llevaría un año.
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