Un cura tucumano en Siria: “en Alepo se puede salir, pero no se sabe si se vuelve”

Un cura tucumano en Siria: “en Alepo se puede salir, pero no se sabe si se vuelve”

El dramático testimonio de Rodrigo Rojas, un religioso tucumano que vive hace seis años en un barrio que está en una zona de guerra.

FELIZ CON SU MISIÓN. El padre Rodrigo Rojas, del Verbo Encarnado. la gaceta / foto de héctor peralta FELIZ CON SU MISIÓN. El padre Rodrigo Rojas, del Verbo Encarnado. la gaceta / foto de héctor peralta
04 Octubre 2016
Cuando comenzó la guerra hace seis años, vivían unas 400 familias en el barrio de Almidán, al límite de lo que hoy es la zona de guerrilla, en Alepo, Siria. “Allí los que no se han muerto han huido, apenas quedan unas 170 familias, o quizás menos. Uno sale de la casa pero no sabe si vuelve”, lamenta el padre Rodrigo Rojas, tucumano, nacido en Banda del Río Salí hace 40 años y sacerdote del instituto del Verbo Encarnado desde hace 15 años. “Uno tiene que convivir con esos golpes. Hace poco a una familia con varios niños, que estuvo rezando conmigo tres días antes en la Iglesia de la Anunciación, de la que soy encargado, fue al supermercado y le cayó una bomba. Murieron todos. Así es la vida en Alepo”.

Sin embargo, todos viven haciendo de cuenta de que van a despertar mañana. Los chicos van a la escuela, los adultos al trabajo, los colectivos siguen llevando pasajeros. Pero todos van callados. Nadie se atreve a hacer un comentario sobre lo que está pasando porque no sabe quién está a su lado. “Nuestra misión es ayudarlos a mantener viva su fe y su esperanza y a poder sobrevivir con trabajo, porque la desocupación es muy grande. Por suerte el pueblo alepino es muy trabajador y dispuesto a hacer cualquier cosa”, cuenta.

El padre Rodrigo no es el único tucumano que está en Alepo. También se encuentra allá el padre David Fernández, que vive al lado del obispado, en una residencia universitaria de la que está a cargo.

Además de visitar las familias, el padre Rodrigo distribuye agua entre los más necesitados. “Los grupos guerrilleros se han apoderado del agua y de la energía eléctrica. Las familias deben hacer sus propios pozos o comprar agua. Nuestra misión tiene un pozo que nos permite distribuirla”, cuenta el misionero. Otra tarea es repartir alimentos y medicamentos a los necesitados, de lo que envían los organismos internacionales como la ONU o la Cruz Roja, aunque también la Iglesia tiene su Cáritas.

Ser cristiano hoy en Alepo es un gran desafío. “Los bombardeos ocurren más en los días religiosos como en Semana Santa o en las fiestas de los santos”. Con todo, el padre Rodrigo confiesa que no cambiaría ni un solo día de Alepo por uno en Roma.

“Fuera de Siria hay mucha confusión sobre lo que aquí ocurre. Creo que más que, o además de a los refugiados se debería ayudar a los sirios de Siria, para que no tengan que huir. Ellos quieren seguir viviendo en su tierra. Y necesitan que no se siga financiando a los grupos armados y que se levante el embargo económico. El pueblo quiere la paz”, dice.

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