02 Octubre 2016
EMOTIVO. El padre Barrionuevo se abraza con su papá en la celebración. la gaceta / foto de magena valentie
Era día de semana, pero la Catedral estaba repleta: se celebraban los 25 años “de cura” de su párroco, el padre Marcelo Barrionuevo. Tras el altar, más de una decena de sus hermanos en el sacerdocio concelebraron con él la misa de acción de gracias, de la que también participó el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca.
Frente a los feligreses tucumanos -entre ellos, su papá y su hermano- el padre Marcelo desarrolló una homilía diferente. Agradeció emocionado a su familia por haberlo criado en la fe y a los miembros de las primeras comunidades en las que llevó a cabo su ministerio (durante casi cuatro años fue párroco en Burruyacu). “El amor de la gente me enseñó a ser cura”, destacó.
Hoy, a los 51 años, es doctor en Teología Moral y especialista en Bioética, además de vicario episcopal de Fe y Cultura, pero para la comunidad es, simplemente, el padre Marcelo.
Nació en Famaillá e ingresó al Seminario en 1983. En 1990 se ordenó diácono y un año más tarde el entonces arzobispo de Tucumán, monseñor Horacio Alberto Bozzolli, lo ordenó sacerdote.
Frente a los feligreses tucumanos -entre ellos, su papá y su hermano- el padre Marcelo desarrolló una homilía diferente. Agradeció emocionado a su familia por haberlo criado en la fe y a los miembros de las primeras comunidades en las que llevó a cabo su ministerio (durante casi cuatro años fue párroco en Burruyacu). “El amor de la gente me enseñó a ser cura”, destacó.
Hoy, a los 51 años, es doctor en Teología Moral y especialista en Bioética, además de vicario episcopal de Fe y Cultura, pero para la comunidad es, simplemente, el padre Marcelo.
Nació en Famaillá e ingresó al Seminario en 1983. En 1990 se ordenó diácono y un año más tarde el entonces arzobispo de Tucumán, monseñor Horacio Alberto Bozzolli, lo ordenó sacerdote.
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Alfredo Horacio Zecca
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