Francia batalla su identidad en la escuela primaria

Francia batalla su identidad en la escuela primaria

DESDE EL COMIENZO. El diseño de los programas educativos ocupa buena parte del debate político francés. DESDE EL COMIENZO. El diseño de los programas educativos ocupa buena parte del debate político francés.
02 Octubre 2016

Rachel Donadío / The New York Times

PARÍS - La temporada del bikini -y el burkini- ya terminó, pero, con el nuevo año escolar, la batalla de Francia en torno de la identidad nacional ha estallado en un nuevo frente: su programa de historia. No es una novedad: las currículas escolares han formado parte de guerras culturales desde hace tiempo. Pero en Francia, donde el Estado fija esos programas, la comprensión que tiene el país de su pasado -y cómo usa la educación para moldear jóvenes ciudadanos- se ha convertido en tema candente en plena temporada electoral. Cambios sobre la manera de mostrar las figuras históricas y modificaciones en la enseñanza de francés, latín y griego desataron feroces discusiones. De un lado, políticos e intelectuales de derecha, quienes creen que las escuelas deberían fomentar el orgullo nacional. Del otro, la ministra socialista de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, y sus defensores argumentan que el programa debe reflejar los cambios que se están produciendo en la sociedad. Esta creciente politización de la educación está ocurriendo en momentos de intenso debate en torno de la inmigración, el multiculturalismo y la identidad nacional, dijo Rachel D. Hutchins, profesora en la Universidad de Lorraine, en Francia, y autora de “Nacionalismo y educación de historia: programas escolares y libros de texto en Estados Unidos y Francia”. “A los políticos, apuntar contra la enseñanza de la historia les proporciona una respuesta simple y retóricamente potente para enfrentar temores populares en torno de la inmigración”, resaltó.

En campaña

En un discurso y en una columna periodística, François Fillon, ex primer ministro (2007 a 2012) que se postula en elecciones primarias por el derechista partido republicano, dijo que si fuera elegido, insistiría en que el Ministerio de Educación ordenara una “narrativa nacional”. Sus comentarios fueron vistos como una réplica a décadas de cambios en libros de texto que suelen presentar las hazañas coloniales de Francia, particularmente en el norte de África, bajo una luz negativa. “Nuestra historia tiene momentos gloriosos y momentos trágicos, pero es una totalidad. Deberíamos acogerla y no tenemos que disculparnos por ella”, opinó. También lamentó modificación del plan de estudios de la educación primaria, que incluyó la remoción de personajes históricos como Julio César, el cardenal Richelieu y Voltaire.

¿Qué significa ser francés?

La modificación buscaba -según Michel Lussault, presidente del Consejo Superior para Programas, comité de 18 expertos que se encarga de fijar programas- enfocarse más en historia francesa y menos en historia mundial, y -aseguró- se llevó a cabo tras un debate muy intenso. El debate -insistió- se centró en la mejor forma de enseñar historia y el idioma francés, y en cómo dividir el programa de educación primaria en ciclos de tres años.

Pero, en una época en que ataques terroristas han llevado al frente cuestiones de identidad nacional y educación cívica, el tema se cargó políticamente con rapidez. Lussault, profesor de geografía en la Universidad de Lyon, Francia, arremetió contra Fillon y aseguró que esté estaba jugando a la política. “Esto es algo similar a retórica política, que no tiene mucho que ver con la realidad del programa escolar”, dijo.

Estos cambios curriculares llegaron en medio de un debate sobre lo que significa ser francés. “Muchísima gente tiene un carné de identidad francés, pero la cuestión de qué es Francia y cómo transmitir el conocimiento o el amor a Francia, eso es lo que los ataques introdujeron al debate”, dijo Alain Finkielkraut, autor del libro “La identidad infeliz”, que describe las tensiones de una sociedad multicultural.

Desde la Revolución Francesa - y ciertamente desde que el Estado francés arrebató el control de las escuelas a la Iglesia Católica, a comienzos del siglo XX-, la educación ha sido el método principal del gobierno para infundir ciertos valores de ciudadanía. Pero, ¿qué tipo de ciudadanos está formando?

“¿Debería la historia ser historia cívica? ¿O una forma de enseñar curiosidad y otredad? Eso es un gran problema -destacó Patricia Legris, profesora de historia contemporánea en la Universidad de Rennes-. ¿Debería ser un ciudadano nacional? ¿Un ciudadano europeo? ¿Un ciudadano mundial?”.

Nostalgia de pasado clásico

En “La escuela fantasma”, publicado este mes, el intelectual Robert Redeker argumenta que la juventud francesa no está sincronizada con valores franceses debido a que las escuelas han ido cuesta abajo. A Redeker y a otros, que hacen énfasis en el pasado grecorromano de Europa, les molesta, por ejemplo, que los programas de contenidos de latín y griego (materias electivas) hayan sido cambiados para enfocarse más en civilizaciones antiguas y menos en gramática.

“Muchos de los alumnos son de origen norafricano y están en disonancia, son como un pueblo aparte”, dijo Redeker, quien vive bajo protección policial desde que en 2006, escribió en “Le Figaro” que el Islam era una religión violenta. “Ellos albergan odio hacia el país en el cual nacieron -añadió-. “Pero, en vez de enseñar amor y respeto hacia este país, su idioma y su historia, la escuela desde comienzos de los 90 les ha enseñado que nosotros somos a final de cuentas mezquinos, dueños de esclavos, colonialistas, casi asesinos”.

La pregunta es: ¿pueden los programas escolares contribuir a resolver los pesares de Francia? “Algo similar al pensamiento mágico sigue a su alrededor”, planteó Mark Lilla, profesor de Humanidades en la Universidad Columbia, de Nueva York, especialista en política contemporánea de Francia.

“Se da por supuesto que si agregamos 15 minutos más de esto o aquello, hemos hecho algo para combatir al jefe o a los bárbaros que están a la puerta -agregó Lilla-. En cierto sentido, es testimonio de su fe en la vida de la mente, pero es también una forma de evadir duras decisiones políticas”.

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios