Los chicos estaban intranquilos en La Costanera, cerca del dispensario. Unos esperaban en cuclillas, a la sombra de una pared. El resto caminaba en un sólo ir y venir. ¿Dónde venden?, preguntaban por lo bajo. La mayoría sintió miedo en la barriada tras la serie de allanamientos que desarticuló ayer la banda de narcomenudeo que supuestamente lideraba Rogelio “El Gordo” Villalba. Los “transas”, miedo de que el accionar policial los alcance. Los padres de adictos, miedo de que se tomen represalias.
“El infierno no es rojo, es oscuro. Acá de noche se conoce la realidad del consumo y la tristeza de los adictos”, comentó Lionel.. Él vive en Costanera Sur, apenas terminan los pasajes de El Trébol, un conjunto enredado de pasillos entre Costanera Norte y Costanera Sur. Accedió a guiar una recorrida con la condición de que no se divulgue su identidad.
Según su relato, el movimiento de agentes de fuerzas de seguridad comenzó alrededor de las 7. Los distribuidores de estupefacientes, en general paco, pastillas y “frula” (cocaína de baja pureza), suspendieron la venta durante las casi 8 horas de fuerte presencia policial. Los vecinos recordaron que “El Gordo Rogelio” es apenas uno de los vendedores. Varios “transas” definieron ayer, según versiones de media docena de vecinos y algunos adictos, que suspendían la venta momentáneamente. Si se vendían dosis, sería en plena noche y no en las casas. La única que anticipó el operativo, aseguraron, fue una tal “Magui”, que el lunes a la noche habría trasladado su mercadería.
“No te voy a mentir, cuando vi los policías y me enteré de que hubo detenciones me alegré. Pero acá el azar sólo es para mal. Sigue habiendo toda la mierda aquí, y no se va a terminar hasta que no dejen de vender y hasta que los chicos consigan trabajo, para estar distraídos y no volver a caer”, cerró Lionel.
Entre los vecinos los comentarios, puertas adentro, eran especulatorios: ¿quién pasaría a ocupar el lugar de Rogelio? Recordaron que en diciembre, coincidiendo con una nota que publicó LA GACETA, habría definido cambiarse de vivienda. En la inauguración, aseguraron, hubo una fiesta y se regalaron dosis de cocaína y de paco en la cuadra. Rogelio Villalba no sólo se habría dedicado a la venta de “terrones” (bloque de pasta base de cocaína que equivale al conjunto de “tizas”), sino también los préstamos de dinero, según fuentes barriales.
Temor por la violencia
Ninguna de las integrantes de Madres del Pañuelo Negro quiso hacer declaraciones, temiendo potenciales ataques.
“Miedo no siento, si nos quieren matar nos matan. El problema es que no hagan daño a nuestros hijos. Una pena que la policía se acuerde ahora de que pueden detener transas. Si lo hacían antes quizás no hubieran muerto tantos chicos ahorcados en crisis de consumo o por sobredosis”, indicó una mujer de El Trébol. Tampoco quiso dar su nombre, porque -explicó- el código es no ser “bate cana”. Es decir, no delatar.
“Este procedimiento significa sólo una cosa: que se podía hacer”, afirmó Ángel Villagrán. El carpintero, instalado hace 45 años en el barrio, comentó que recibió amenazas constantemente por hacer declaraciones mediatices. “He visto morir chicos que deberían estar sanos. Si hacían operativos antes a lo mejor no se morían. No hubiera muerto Diego Correa, el muchacho de Barrio Antena (falleció hace un mes por una sobredosis de pastillas), ni Gonzalo Barrionuevo, de Alberdi Norte que falleció hace una semana (el joven de 20 años se ahorcó)”, lamentó Villagrán. Y pidió: “estamos en una situación límite. Esperamos que se calme la situación y la violencia”.
“Como madre de hijos y nietos adictos, no estoy contenta. Voy a estar conforme cuando vea gente presa con muchos años de condena. ¿Sabés lo que es vivir en la pobreza y que encima tus hijos roben de tu casa para drogarse más?”, cerró una mujer que vive al margen del río Salí.
Durmió toda la mañana y no se enteró de los allanamientos
Los efectivos ingresaron a La Costanera con un gesto adusto, con la seriedad propia de quien va a enfrentar a un peligroso grupo narco. Sin embargo, con el correr de los minutos, más de uno aflojó el ceño y hasta se permitió una sonrisa cómplice por el dato de color de la jornada: el de un hombre que durmió durante toda la mañana de ayer y jamás se enteró que a un par de metros suyo estaban deteniendo personas y secuestrando pasta base.
Las botas de los efectivos comenzaron a pisar fuerte cerca de las 8 de la mañana. Como en todo operativo, hubo gritos e incluso discusiones. Pero “Poxirán” -así lo identificaron en el barrio- no se inmutó.
El hombre, de más de 50 años, se encontraba durmiendo en una silla de madera, con los brazos cruzados y un pie apoyado en una silla de plástico en la puerta de la casa del “Gordo Rogelio”.
“No cambió esa posición en ningún momento. Los policías pasaban a centímetros de él con armas largas, pero él no les dio ningún tipo de importancia”, contó a LA GACETA el abogado Andrés Villafañe, quien se encuentra a cargo de la defensa de dos mujeres que quedaron detenidas e incomunicadas, acusadas de venta de drogas. También representa a un hombre al cual estaban investigando, que quedó libre.
Por lo que se pudo saber, “Poxirán” habría estado tomando bebidas alcohólicas con un amigo durante la noche del lunes y la madrugada del martes. Incluso habría escuchado música con el acusado. Cuando le ganó el cansancio, no hubo operativo capaz de despertarlo. Cerca del mediodía, miembros de la familia González se apiadaron de él y lo llevaron hasta la casa de un hombre al que todos conocen como “El Gordo”. Entre sueños y sin saber qué pasaba, “Poxirrán” esquivó a los policías que se le cruzaron y se acostó en un colchón.