11 Septiembre 2016
TRÁNSITO FLUIDO. Los vehículos se mezclan y hay sobrepasos riesgosos. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL.-
A Aguilares le pasó lo mismo que a la mayoría de las localidades del sur tucumano. Con el tiempo, la ciudad creció tanto que la ruta 38 terminó por incorporarse como una calle más dentro de la localidad. De hecho, la cantidad de barrios a un lado y al otro de la carretera es casi igual.
El problema es que la 38 jamás será una calle cualquiera. Basta con quedarse unos minutos parados a la vera de la ruta para darse cuenta. Cualquier auto pasa a más de 100 kilómetros por hora. Son verdaderas balas. Se topan con las lentas y larguísimas rastras cañeras y se lanzan a pasarlas -pese a las rotundas rayas amarillas que lo prohiben-, ocupando ambos carriles durante lapsos más que riesgosos.
La ciudad tiene dos accesos principales, uno de ellos semaforizado. El más utilizado es el que conecta la ruta 38 con la avenida Mitre. Allí, donde no hay nada que ordene el tránsito, los accidentes ocurren constantemente, cuenta Julio Valle, un comerciante que ya pidió varias veces a las autoridades que en esa ciudad se estructure un sistema de ingreso similar al de Las Termas de Río Hondo, atravesada por la ruta 9. “Hay que semaforizar desde la entrada hasta la salida de la ciudad”, propone.
Jorge Aguirre cuenta los padecimientos que tienen los vecinos del barrio Colón, que todos los días deben cruzar la ruta para llevar a sus hijos a la escuela, para ir al médico o hacer las compras, entre otras cosas. “El único semáforo está a siete cuadras -señala-. Nadie va hasta ahí; nos exponemos a sufrir un accidente todos los días”.
El problema es que la 38 jamás será una calle cualquiera. Basta con quedarse unos minutos parados a la vera de la ruta para darse cuenta. Cualquier auto pasa a más de 100 kilómetros por hora. Son verdaderas balas. Se topan con las lentas y larguísimas rastras cañeras y se lanzan a pasarlas -pese a las rotundas rayas amarillas que lo prohiben-, ocupando ambos carriles durante lapsos más que riesgosos.
La ciudad tiene dos accesos principales, uno de ellos semaforizado. El más utilizado es el que conecta la ruta 38 con la avenida Mitre. Allí, donde no hay nada que ordene el tránsito, los accidentes ocurren constantemente, cuenta Julio Valle, un comerciante que ya pidió varias veces a las autoridades que en esa ciudad se estructure un sistema de ingreso similar al de Las Termas de Río Hondo, atravesada por la ruta 9. “Hay que semaforizar desde la entrada hasta la salida de la ciudad”, propone.
Jorge Aguirre cuenta los padecimientos que tienen los vecinos del barrio Colón, que todos los días deben cruzar la ruta para llevar a sus hijos a la escuela, para ir al médico o hacer las compras, entre otras cosas. “El único semáforo está a siete cuadras -señala-. Nadie va hasta ahí; nos exponemos a sufrir un accidente todos los días”.
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