El ciudadano ilustre, “un espejo que refleja lo peor de los argentinos”

Oscar Martínez describe así a la película que protagoniza y que llega hoy a las salas tucumanas. Trailer.

GANADOR DEL NOBEL. Martínez encarna al escritor que vuelve a su pueblo y encuentra puro resentimiento. GANADOR DEL NOBEL. Martínez encarna al escritor que vuelve a su pueblo y encuentra puro resentimiento.
08 Septiembre 2016

› EL CIUDADANO ILUSTRE 

DIRECCIÓN: Mariano Cohn/Gastón Duprat. AÑO: 2016.
GÉNERO: drama. ORIGEN: Argentina/España.
CON: Oscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Belén Chavanne, Nora Navas, Marcelo D’Andrea.
DURACIÓN: 120 minutos.
CALIFICACIÓN: apta para mayores de 13 años.

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La ovación que coronó la proyección de “El ciudadano ilustre” en el Festival de Venecia todavía endulza el corazón de Oscar Martínez. Es una satisfacción contagiosa la que se percibe desde el otro lado de la línea. Martínez charla con LA GACETA desde Europa y está claro que las emociones vividas en Venecia se mantienen a flor de piel. “El ciudadano ilustre” compite en la sección oficial por el León de Oro y el fin de semana puede haber grandes novedades. ¿Qué hay en esta película dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn que haya sido capaz de conmover a una platea tan exigente como la veneciana? Martínez ensaya una explicación.

- Me había pasado algo parecido con “Relatos salvajes” en Cannes. En este caso, a los 10 minutos el público ya estaba completamente adentro de la historia y el final fue con una ovación. A veces uno piensa que las cosas muy propias no van a funcionar afuera, pero la condición humana se asemeja en muchas cuestiones. Y por otro lado estábamos en Italia, así como ahora estoy en España, y buena parte de nuestra identidad y de nuestros comportamientos sociales tienen que ver con estos países. Los críticos con los que hice notas me decían que “El ciudadano ilustre” es perfectamente aplicable a la realidad española. Hay verdades que son universales.

- Interpretás a Daniel Mantovani, un escritor argentino que gana el Nobel de Literatura y vuelve a su pueblo para recibir una distinción. ¿Cuáles son esas miserias humanas que van apareciendo?

- La cuestión es que toda la literatura de Mantovani se nutre de historias reales de su pueblo, En ese sentido se parece a Manuel Puig. Mantovani es un personaje célebre y aparentemente muy querido. Pero cuando en el pueblo comprueban de qué van sus historias queda claro que hubieran preferido mantenerlas ocultas. Son trapos sucios… Ciertos agitadores empiezan a trabajar con eso para denigrarlo, y este hombre pasa de ciudadano ilustre a enemigo del pueblo en tres o cuatro días.

- ¿Eso en qué deriva?

- En un muestrario de resentimiento. Aparecen la destrucción del ídolo, el chauvinismo, el patrioterismo, la ignorancia, el cholulismo… Es un espejo que muestra las peores cosas de los argentinos. Es una película áspera, como esos espejos que molestan porque son demasiado fieles a lo real. Y no nos gustan los espejos que devuelven una imagen de nosotros que no queremos ver.

- ¿Cómo reacciona el personaje ante todo esto?

- Lo acusan de haber trabajado en contra de su pueblo y de haber ganado dinero a costa de eso. Al final ocurre algo que es una vuelta de tuerca, por lo cual uno puede tener una lectura diferente de todo lo que se ha visto. Lo cierto es que Mantovani tiene que beber agua de ese aljibe porque de lo contrario no puede escribir. Queda claro que él se pasó la vida huyendo de ese lugar; sus personajes nunca pudieron irse y él nunca pudo volver.

- Dijiste que es una película que puede molestar a cierto populismo elitista. ¿Por qué?

- La mirada populista idealiza lo popular y la película en ese sentido tiene una mirada crítica. Alguien puede compartir la mirada de un personaje, que se llama Romero (Marcelo D’Andrea), que acusa al escritor de ser extranjerizante y de trabajar para los europeos; de traicionar a su pueblo. A eso me refería, puede ser un tema de debate que plantee la película. Por otro lado está el elitismo del artista que se fue lejos del pueblo, pero no me refiero a lo geográfico, sino a la realidad. Lejos de esa gente, de esa docilidad vacuna, de ese lugar en el que se acepta el destino sin chistar.

- ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con dos directores?

- Tenía mis temores al respecto. Me dije: bueno, vamos a ver qué pasa. Ellos me aseguraron: no te preocupes, somos como uno solo, y es verdad. Tenían todos los temas consensuados, desde la estética al tratamiento visual de la película. En el rodaje Mariano Cohn se ocupaba más de la cámara y la fotografía; y Gastón Duprat de los actores. Tienen acuerdos muy grandes, se complementan muy bien.

- Hay una nueva gestión al frente del Incaa. ¿Qué le pedís?

- Le pido menos demagogia que a las gestiones anteriores, le pido una manera más racional de utilizar los fondos públicos. Aquí se gastó mucho dinero en cosas que no vio nadie. Está bien apoyar a cineastas nuevos; está bien hacer distintos tipos de cine; pero lo que nosotros necesitamos es tener una industria y ganar mercados, y para eso se necesita un cine de una determinada calidad para arriba. Y además, no tener un sesgo ideológico sectario que termine por favorecer o castigar a quien piense parecido o a quien piense distinto.

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