04 Septiembre 2016
ENTIDAD MONETARIA. Federico Sturzenegger, titular del BCRA. DYN.-
Entre las materias que la actual gestión debe promocionar hasta diciembre, se destaca una que, indudablemente, es correlativa para pasar de un año recesivo a otro, con posibilidades de mejora y, fundamentalmente, de crecimiento. Esa asignatura es la inflación. En los últimos días, puertas adentro del Gobierno nacional se ha librado una batalla dialéctica y de política económica acerca de qué hacer con el índice que marca la suba sostenida de precios en un período determinado.
Mientras el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay pregona que la inflación ya no es un tema central, desde el Banco Central, su presidente Federico Sturzenegger dice que hay que ser más cautos y esperar que la tendencia se afiance. No obstante, entre las metas que propuso para el año que se viene la entidad monetaria nacional es lograr una nota que, a juzgar por la situación actual, parece un verdadero desafío: alcanzar una tasa del 17% anual en 2017.
Según Fernando Marengo, economista jefe del estudio Arriazu y Asociados, sostiene que la inflación sí es un problema medular para el rumbo económico actual y agrega que es una locura que la Argentina termine el año con una tasa cercana al 38%. “Tal vez, en parámetros argentinos, podríamos decir que una tasa de 20% no es un problema. Pero, en parámetros internacionales, estamos hablando de una inflación extremadamente elevada que es necesario seguir bajando”, remarca. Según el experto, la inflación es una estafa para los tenedores en pesos.
Marengo considera que el proceso inflacionario cobró fuerza por tres factores fundamentales: el sinceramiento del tipo de cambio, con devaluación, el incremento en las tarifas de los servicios públicos y la baja de las retenciones para algunos. “Desde que dejas de devaluar, subir tarifas y bajar retenciones, la tasa de inflación se iba a desacelerar, y ahora los estamos experimentando. El BCRA también aportó a esta desaceleración subiendo la tasa de interés, y eso tuvo costos recesivos”, advierte.
Así las cosas, Prat-Gay está mirando más hacia un horizonte propicio para el despegue y el crecimiento económico; mientras que Sturzenegger (como suelen hacer gran parte de los presidentes de los bancos centrales del planeta) se está fijando en la inflación para definir la política monetaria, con una tasa real positiva, indica el experto consultado por DINERO. Aquí, Marengo le agrega un tercer factor: “los argentinos pensamos en dólar y casi no nos importa la tasa real que podemos obtener por un depósito en pesos”. Esto es porque, casi como un fenómeno natural, quien invierte lo hace mirando más las expectativas del tipo de cambio que la tasa real de inflación. En ese razonamiento, la conducta generalizada es que, si la tasa de interés es más alta que la inflación, se refugia en pesos, pero si hay expectativas de devaluación, la mirada apunta más al dólar.
¿Entonces? Para mejorar las expectativas inflacionarias, Marengo considera que la gestión del presidente Mauricio Macri debe construir un ancla nominal, es decir, un escenario en el que los agentes económicos perciban fehacientemente la estabilidad inflacionaria, con una tasa de entre 1% y 1,5% mensual hasta fines de año. “De esta manera, habrá una percepción de que la tasa anual pueda ser cercana al 20%; o más baja, como ha sugerido como meta el propio Banco Central”, puntualiza.
Y aquí subyace el escenario que se avecina y que las mismas autoridades del BCRA vienen auscultando en sus charlas con los empresarios, industriales y hasta con sindicalistas: la negociación salarial de 2017. Al respecto, el economista dice: “si uno piensa que este año vamos a terminar con una inflación entre puntas del 38% y que las negociaciones salariales de los empleados registrados estuvieron en torno al 33%, podemos decir que los salarios perdieron 5% en términos reales”.
Proyectándolo para las paritarias que viene, con la meta inflacionaria del Central, el especialista señala que lo ideal para el Gobierno es que los futuros incrementos salariales estén entre 20% y 22%, con el fin de que los trabajadores perciban que se recuperó parte del terreno perdido en el poder adquisitivo de su ingreso y, a la vez, se refleje la inflación proyectada.
“Pero para que eso ocurra, es fundamental que el mercado se convenza de que el Gobierno tiene un programa antiinflacionario, con el fin de evitar complicaciones en 2017”, acota.
En suma, la política inflacionaria no solo es una cuestión de fe. También de resultados palpables de que la inflación, en definitiva, ha cedido paulatinamente.
Mientras el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay pregona que la inflación ya no es un tema central, desde el Banco Central, su presidente Federico Sturzenegger dice que hay que ser más cautos y esperar que la tendencia se afiance. No obstante, entre las metas que propuso para el año que se viene la entidad monetaria nacional es lograr una nota que, a juzgar por la situación actual, parece un verdadero desafío: alcanzar una tasa del 17% anual en 2017.
Según Fernando Marengo, economista jefe del estudio Arriazu y Asociados, sostiene que la inflación sí es un problema medular para el rumbo económico actual y agrega que es una locura que la Argentina termine el año con una tasa cercana al 38%. “Tal vez, en parámetros argentinos, podríamos decir que una tasa de 20% no es un problema. Pero, en parámetros internacionales, estamos hablando de una inflación extremadamente elevada que es necesario seguir bajando”, remarca. Según el experto, la inflación es una estafa para los tenedores en pesos.
Marengo considera que el proceso inflacionario cobró fuerza por tres factores fundamentales: el sinceramiento del tipo de cambio, con devaluación, el incremento en las tarifas de los servicios públicos y la baja de las retenciones para algunos. “Desde que dejas de devaluar, subir tarifas y bajar retenciones, la tasa de inflación se iba a desacelerar, y ahora los estamos experimentando. El BCRA también aportó a esta desaceleración subiendo la tasa de interés, y eso tuvo costos recesivos”, advierte.
Así las cosas, Prat-Gay está mirando más hacia un horizonte propicio para el despegue y el crecimiento económico; mientras que Sturzenegger (como suelen hacer gran parte de los presidentes de los bancos centrales del planeta) se está fijando en la inflación para definir la política monetaria, con una tasa real positiva, indica el experto consultado por DINERO. Aquí, Marengo le agrega un tercer factor: “los argentinos pensamos en dólar y casi no nos importa la tasa real que podemos obtener por un depósito en pesos”. Esto es porque, casi como un fenómeno natural, quien invierte lo hace mirando más las expectativas del tipo de cambio que la tasa real de inflación. En ese razonamiento, la conducta generalizada es que, si la tasa de interés es más alta que la inflación, se refugia en pesos, pero si hay expectativas de devaluación, la mirada apunta más al dólar.
¿Entonces? Para mejorar las expectativas inflacionarias, Marengo considera que la gestión del presidente Mauricio Macri debe construir un ancla nominal, es decir, un escenario en el que los agentes económicos perciban fehacientemente la estabilidad inflacionaria, con una tasa de entre 1% y 1,5% mensual hasta fines de año. “De esta manera, habrá una percepción de que la tasa anual pueda ser cercana al 20%; o más baja, como ha sugerido como meta el propio Banco Central”, puntualiza.
Y aquí subyace el escenario que se avecina y que las mismas autoridades del BCRA vienen auscultando en sus charlas con los empresarios, industriales y hasta con sindicalistas: la negociación salarial de 2017. Al respecto, el economista dice: “si uno piensa que este año vamos a terminar con una inflación entre puntas del 38% y que las negociaciones salariales de los empleados registrados estuvieron en torno al 33%, podemos decir que los salarios perdieron 5% en términos reales”.
Proyectándolo para las paritarias que viene, con la meta inflacionaria del Central, el especialista señala que lo ideal para el Gobierno es que los futuros incrementos salariales estén entre 20% y 22%, con el fin de que los trabajadores perciban que se recuperó parte del terreno perdido en el poder adquisitivo de su ingreso y, a la vez, se refleje la inflación proyectada.
“Pero para que eso ocurra, es fundamental que el mercado se convenza de que el Gobierno tiene un programa antiinflacionario, con el fin de evitar complicaciones en 2017”, acota.
En suma, la política inflacionaria no solo es una cuestión de fe. También de resultados palpables de que la inflación, en definitiva, ha cedido paulatinamente.
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