28 Agosto 2016
¿Era necesario estrechar aún más el cerco al humo ajeno? “Sí”, responde rápidamente Lourdes Cabrera, de 34 años, sentada con su pequeño Lautaro en un bar del centro que tiene en la parte delantera un sector cubierto con toldos en el que pueden sentarse los fumadores. “Te ubicás adentro y lo mismo entra el humo”, reniega. Apenas se entera que la ley antitabáquica se amplió y que ahora también prohíbe encender puchos en los espacios semicerrados, esta joven mamá se siente con más derechos y lo hace saber sin vergüenza: automáticamente pide al mozo que se apaguen los cigarrillos de los que están bajo la cubierta de lona. “Tiene razón señora, ya vamos a poner el cartel de prohibido fumar ahí”, le dice el empleado del local.
Del otro lado, el que habla es Roberto Oroño, de 63 años, fumador hace 49 años. Lo primero que hace es retrotraerse a las décadas de los ‘60 y ‘70, “cuando fumar era considerado elegante y símbolo de independencia”. “Yo sé que ahora molestamos con nuestro humo. El tema es que muchos quedamos enganchados a la nicotina de manera bastante irremediable. Desde que salió la prohibición de fumar en lugares cerrados (junio de 2006), para algunos resultó sencillo dejar el hábito. Para otros fue difícil. Para mí, como para muchos, imposible. No por fumadores hemos dejado de ser personas. Si a los viejos fumadores nos permitieran fumar en paz en lugares y circunstancias definidas, se hará algo de justicia con nuestro problema”, protesta.
El debate está más que presente en estos días en los bares y restaurantes, desde que entró en vigencia a comienzos de este mes la nueva ley provincial 8.894 (complementaria de la ley Antitabáquica 7.575). Esta norma lo que hace concretamente es proteger aún más a los no fumadores, aclara Cristina Orellana, referente del Programa Provincial de Lucha Antitabáquica junto a la doctora Ariela Tarcic.
Hilando fino, la ley deja en claro que desde ahora en Tucumán sólo se podrá fumar en la calle y en las casas. Además, precisa que está prohibida “toda forma de consumo de tabaco”. “Esto incluye los cigarrillos electrónicos y las pipas de agua, una práctica que aumenta cada vez más en la provincia pese a que tiene los mismos riesgos del cigarrillo. Hoy en muchos bares están los narguiles encima de las mesas. Y son tan contaminantes del ambiente como encender varios puchos. Hasta ahora estas pipas gozaban de cierta impunidad, y se usaban bajo la creencia de que son inofensivas. Nada menos cierto: su consumo está asociado a mayor riesgo de infartos, ataques cerebrovasculares y cáncer”, aclara Orellana. Sólo en una sesión el fumador de narguile inhala el equivalente a 10 cigarrillos comunes.
Otros puntos importantes, además de avanzar sobre los lugares semicerrados (específicamente los que tengan dos paredes y un techo, fijos o no, así sean de lona) es que la nueva ley prohíbe la comercialización de cigarrillos por menudeo y la venta de productos de tabaco a menores de 18 años. Asimismo, impide que se pueda fumar en fiestas privadas, aquellas en las que se venda algo; por ejemplo alcohol o entradas.
“Esto es fundamental para disminuir la iniciación al tabaco. En los últimos años bajó bastante el consumo de cigarrillos: en Tucumán, en el año 2004, más del 37% de la población fumaba y 10 años después ese número se redujo a 22%. Sin embargo, cuesta disminuir la iniciación de los menores. La mayor preocupación que tenemos ahora son los chicos. Empiezan a fumar desde los 10 hasta los 14 años. Lamentablemente no tenemos una norma que prohíba la publicidad de las tabacaleras, que en muchos casos va dirigida a esta franja etaria”, señaló.
Según las últimas encuestas nacionales, ya hay un 24,1% de los mayores de 13 años que prende un cigarrillo habitualmente. Las chicas ya fuman más que los varones: ellas representan el 25,4% de los fumadores; ellos, el 22,7%.
Un estudio, efectuado en Tucumán entre estudiantes de la secundaria, muestra que las tucumanas confirman esa tendencia: el 35% de las chicas prende cigarrillos contra el 29, 7% de los varones, de acuerdo con el informe publicado por la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) en 2015. El 20% de los alumnos comenzó a fumar antes de los 14 años, el 37% lo hizo entre los 15 y 16 y el resto, después de los 17 años. Una comparación con la misma encuesta realizada en 2011 revela que hay un 5% menos de adolescentes fumando.
Del otro lado, el que habla es Roberto Oroño, de 63 años, fumador hace 49 años. Lo primero que hace es retrotraerse a las décadas de los ‘60 y ‘70, “cuando fumar era considerado elegante y símbolo de independencia”. “Yo sé que ahora molestamos con nuestro humo. El tema es que muchos quedamos enganchados a la nicotina de manera bastante irremediable. Desde que salió la prohibición de fumar en lugares cerrados (junio de 2006), para algunos resultó sencillo dejar el hábito. Para otros fue difícil. Para mí, como para muchos, imposible. No por fumadores hemos dejado de ser personas. Si a los viejos fumadores nos permitieran fumar en paz en lugares y circunstancias definidas, se hará algo de justicia con nuestro problema”, protesta.
El debate está más que presente en estos días en los bares y restaurantes, desde que entró en vigencia a comienzos de este mes la nueva ley provincial 8.894 (complementaria de la ley Antitabáquica 7.575). Esta norma lo que hace concretamente es proteger aún más a los no fumadores, aclara Cristina Orellana, referente del Programa Provincial de Lucha Antitabáquica junto a la doctora Ariela Tarcic.
Hilando fino, la ley deja en claro que desde ahora en Tucumán sólo se podrá fumar en la calle y en las casas. Además, precisa que está prohibida “toda forma de consumo de tabaco”. “Esto incluye los cigarrillos electrónicos y las pipas de agua, una práctica que aumenta cada vez más en la provincia pese a que tiene los mismos riesgos del cigarrillo. Hoy en muchos bares están los narguiles encima de las mesas. Y son tan contaminantes del ambiente como encender varios puchos. Hasta ahora estas pipas gozaban de cierta impunidad, y se usaban bajo la creencia de que son inofensivas. Nada menos cierto: su consumo está asociado a mayor riesgo de infartos, ataques cerebrovasculares y cáncer”, aclara Orellana. Sólo en una sesión el fumador de narguile inhala el equivalente a 10 cigarrillos comunes.
Otros puntos importantes, además de avanzar sobre los lugares semicerrados (específicamente los que tengan dos paredes y un techo, fijos o no, así sean de lona) es que la nueva ley prohíbe la comercialización de cigarrillos por menudeo y la venta de productos de tabaco a menores de 18 años. Asimismo, impide que se pueda fumar en fiestas privadas, aquellas en las que se venda algo; por ejemplo alcohol o entradas.
“Esto es fundamental para disminuir la iniciación al tabaco. En los últimos años bajó bastante el consumo de cigarrillos: en Tucumán, en el año 2004, más del 37% de la población fumaba y 10 años después ese número se redujo a 22%. Sin embargo, cuesta disminuir la iniciación de los menores. La mayor preocupación que tenemos ahora son los chicos. Empiezan a fumar desde los 10 hasta los 14 años. Lamentablemente no tenemos una norma que prohíba la publicidad de las tabacaleras, que en muchos casos va dirigida a esta franja etaria”, señaló.
Según las últimas encuestas nacionales, ya hay un 24,1% de los mayores de 13 años que prende un cigarrillo habitualmente. Las chicas ya fuman más que los varones: ellas representan el 25,4% de los fumadores; ellos, el 22,7%.
Un estudio, efectuado en Tucumán entre estudiantes de la secundaria, muestra que las tucumanas confirman esa tendencia: el 35% de las chicas prende cigarrillos contra el 29, 7% de los varones, de acuerdo con el informe publicado por la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) en 2015. El 20% de los alumnos comenzó a fumar antes de los 14 años, el 37% lo hizo entre los 15 y 16 y el resto, después de los 17 años. Una comparación con la misma encuesta realizada en 2011 revela que hay un 5% menos de adolescentes fumando.