Hacer deportes y coquetear con la muerte es cada vez más popular

Hacer deportes y coquetear con la muerte es cada vez más popular

¿Qué empuja a las personas a practicar actividades extremas?

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26 Agosto 2016

Jane E. Brody / The New York Times 

Bicicleta de montaña, esquí en helicóptero, surf en río, salto BASE (modalidad del paracaidismo consistente en saltar desde un objeto fijo), kayak en cascadas, trepar hielo y otros deportes extremos que ponen a los participantes en riesgo de serias lesiones, incluso la muerte, crecen en popularidad anualmente.

Sé lo que están pensando, pues yo también lo pensé: ¿Por qué alguien iría en pos de actividades tan peligrosas que se debe firmar un documento absolviendo a los organizadores de toda responsabilidad por algún accidente catastrófico? Un pequeño resbalón, un breve lapso de atención, y adiós.

La tradicional percepción popular es que “la participación en deportes extremos es una necesidad patológica y dañina de incertidumbre, emociones y excitación”, escribió Eric Brymer, especialista en ejercicio, en 2010, cuando estaba en la Universidad Tecnológica de Queensland.

¿Pero, es realmente solo sobre perseguir una ola de adrenalina? ¿Y son estos deportes de acción tan peligrosos para dedicados participantes como parecen por televisión y en videos de YouTube?

Incluso viendo las grotescas filmaciones de fechas recientes de la gimnasta olímpica de Francia Samir Ait Said, cuya pierna se rompió en Río durante un aterrizaje del caballete, puede hacer que uno se pregunte si es prudente dedicarse a incluso a una actividad tan “dócil” como la gimnasia. Las proezas de competidores olímpicos y la muerte de Matilda Rapaport, esquiadora extrema de Suecia, en una avalancha de julio mientras la filmaban en los Andes, me impulsó a ver más atentamente por qué tanta gente opta por probar estos deportes, cuán peligrosos son y cómo se pueden reducir los peligros.

No existen estadísticas confiables para informarle a un participante de los riesgos de cualquier deporte, incluso actividades cotidianas en las que participan niños en escuelas y tanto atletas amateur como profesionales, como futbol, patineta, baloncesto y futbol americano. Si bien lesiones y muertes individuales son ampliamente publicitadas, no existen datos para mostrar cuán probables son.

Lo que es más, escriben Jamie F. Burr de la Universidad de la Isla Príncipe Eduardo y colegas, la percepción popular del riesgo está distorsionada: “Correr riesgos es inherentemente humano y puede ser un importante factor en el desarrollo personal. Las lesiones en que se incurre mientras se participa en actividades físicas más tradicionales son consideradas ‘accidentes infortunados’, en tanto lesiones resultantes de participar en deportes de aventura son vistos como ‘predecibles e imprudentes’”.

En segundo lugar, las motivaciones ofrecidas por participantes de deportes extremos sobre por qué están tan dispuestos a asumir los riesgos involucrados no son lo que pudiera esperarse. Los deportes de aventura no son “una salida para individuos ‘locos’ que tienen una relación dañina con el miedo, que son patológicos en su búsqueda de riesgo o se la pasan buscando la muerte”, escribieron Brymer y su colega en la Universidad de Queensland, Robert Schweitzer.

Al principio, después de haber sobrevivido a un intento o dos es excitante, y la oleada emocional (que, por cierto, resulta de la liberación de dopamina en el cerebro, no adrenalina) los impulsa a regresar por más.

Un estudio de John H. Kerr, kinesiólogo en la Universidad de Columbia Británica, y Susan Houge Mackenzie, especialista en movimiento en esa época en la Universidad de Idaho, citó a una surfer de río que solo fue identificada como Jody, quien dijo: “Simplemente te aviva”. Después agregó: “No es solo tu adrenalina. Es una sensación de logro. Te propones hacer algo y lo has hecho; es todo lo previo a ese momento, las habilidades que tienes o el arduo trabajo que has llevado a cabo”.

Tampoco es que los participantes de deportes extremos carezcan de miedo. “El miedo es un elemento esencial para su sobrevivencia”, explicaron Brymer y Schweitzer. En entrevistas con atletas extremos, ellos y otros investigadores han aprendido que los participantes consideran que el miedo es “una experiencia saludable y productiva”, impulsándolos a tomar las precauciones apropiadas que mejoran las probabilidades de sobrevivir sin heridas.

Como les dijo un alpinista solitario sin cuerdas a los investigadores: “Si entro en pánico, estoy perdido, muerto”. Aprendió a impedir el pánico y más bien mantenerse relajado y enfocado, manteniendo la claridad y buen juicio que contribuyen a protegerlo.

También es importante, le dijo un saltador de BASE de 30 años identificado como “TB” a Brymer, “aprender todo lo posible sobre el deporte; sobre el viento, sobre lo que el viento hace adentro y alrededor de edificios y estructuras y despeñaderos, etcétera, para que uno sepa lo que puede y no puede hacer”.

Otros beneficios

A través de entrevistas con muchos participantes habituales de deportes extremos, los investigadores han encontrado que, con el tiempo, la oleada emocional se va volviendo cada vez menos importante. A medida que los participantes siguen yendo en pos de las actividades, cobran precedencia otros motivos y beneficios percibidos para la salud.

Kerr y Mackenzie informaron que los participantes experimentaban beneficios tales como sentirse fuertes, saludables y en forma; una conexión con la naturaleza y mayor contacto con los propios alrededores; aumento de confianza en sí mismos; y volverse autosuficientes.

Superar el miedo es un objetivo casi universal para los participantes, escribieron los investigadores australianos. Una joven mujer que practica salto BASE y fue entrevistada describió el miedo como una puerta a la trascendencia, refiriéndose a su deporte como la “metáfora máxima para saltar a la vida en vez de pararse temblando en la orilla”.

Los participantes dedicados al deporte extremo consideran la seguridad su máxima prioridad. Aprenden las habilidades necesarias para su deporte elegido, entrenan para volverse suficientemente expertos y para saber cómo juzgar el alcance de su habilidad, dijo la doctora Vani Sabesan, cirujana ortopédica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Occidental de Michigan.

“Alguien con experiencia médica debería estar presente para asegurarse de que la persona tenga el equipo apropiado de protección y que la rescate si algo sale mal”, dijo.

Susan McGowen, entrenadora atlética en la Facultad de Educación de la Universidad de Nuevo México, quien proporcionó la supervisión durante una docena de años en los X-Games, dijo: “Solo porque lo has visto en TV o YouTube, no des por hecho que cualquiera puede salir e intentar reproducir las proezas de atletas extremos. Se requieren de años y años de práctica y progreso para llegar a esos niveles”.

McGowen hizo énfasis en la importancia de tener presente un entrenador de atletismo en toda actividad organizada; ligas escolares y juveniles, así como jugos amateur y profesionales, que puedan mejorar la seguridad mediante nutrición apropiada, equipo bien mantenido y buena dirección, así como el cuidado indicado para un atleta lesionado.

Ese tipo de guía es de importancia particular para gente que esté planeando participar en un deporte extremo. “La gente es un terrible juez del riesgo”, me dijo David O. Horton, profesor de derecho en la Universidad de California en Davis. “Ellos no entienden el lenguaje de los contratos que firman diciendo que no tienen derechos legales si algo saliera mal. Los organizadores no tienen que describir precisamente todos los riesgos para que el contrato sea aplicable”.

Su consejo: “Sea tan perspicaz como pueda con respecto a lo que podría salir mal; formule preguntas, investigue sobre potenciales puntos negativos, y no intente hacer nada que no sea capaz de hacer o para lo que no esté equipado de manera apropiada”.

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