21 Agosto 2016
SHOWMAN. Usain Bolt domina la escena antes, durante y después de las carreras. Reuters
RÍO DE JANEIRO.- No será fácil para el atletismo salir de la depresión en la que puede sumirlo el final de la carrera del jamaicano Usain Bolt, especialmente por la crisis de credibilidad e identidad que atraviesa este deporte. El sprinter caribeño puso el viernes punto final a su participación en Juegos Olímpicos con la obtención de su novena medalla de oro, lo que iguala el récord de leyendas como el finlandés Paavo Nurmi y el estadounidense Carl Lewis.
Sus récords mundiales en 100 y 200 metros y su década hegemónica en el sprint le permiten reclamar sin rubor su lugar en el Olimpo, pero Bolt tiene además algo que lo hace diferente: un carisma que lo convierte en uno de los deportistas más adorado del planeta. “Ahí lo tienen, soy el más grande”, subrayó el jamaicano tras su triunfo en la posta 4x100, lo que consumaba su triplete dorado al repetir en Río la gesta de Pekín 2008 y Londres 2012.
No importa lo que diga, a Bolt se le perdona todo. Sus fanfarronerías suenan incluso simpáticas. El estadio lo idolatra e incluso los periodistas le persiguen por la zona de entrevistas en busca de una selfie. “Es cierto que en la actualidad el atletismo depende mucho de él”, admitió el ex atleta cubano Javier Sotomayor, aún plusmarquista mundial de salto en alto.
“Sin proponérselo, Bolt ya está preparando al atletismo para el futuro sin él. Porque en estas últimas temporadas ha competido poco. Tres, cuatro, a lo sumo cinco veces al año”, agregó Sotomayor.
El atletismo necesita nuevas estrellas, pero no parece fácil que surja una figura con el influjo del jamaicano. Los dirigentes de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo celebraron con frenesí en la grada del Estadio Olímpico de Engenhao el récord mundial de Wayde Van Niekerk en los 400 metros. El sudafricano batió la vieja marca de otra gran estrella, Michael Johnson, y la dejó al borde de la barrera de los 43 segundos (43,03). Pero ni la vuelta al estadio tiene el “sex-appeal” de los sprints ni Van Niekerk, un hombre sereno y comedido, domina la escena como Bolt.
El canadiense André De Grasse, de 21 años, podría heredar en cuatro años el trono del caribeño en los 100 y 200 metros. La pregunta es si tiene la fuerza para sostener la regularidad de Bolt durante una década en la que, además de nueve oros olímpicos, logró 11 títulos mundiales.
“¿Que qué voy a hacer? No tengo ni idea. Me están estresando todo el tiempo con eso”, respondió Bolt a los periodistas durante su última semana olímpica.
No es el único que debe estar estresado. Ni la IAAF ni su manager ni su marca patrocinadora quieren perder a un hombre que es una mina de oro, pero el “finally over” (finalmente se acabó) que pronunció el viernes deja claro que Bolt quiere descansar.
Su adiós definitivo está aún por definirse. Podría ser en el Mundial de Londres en 2017, pero a los 30 años (los cumple hoy), el jamaicano debe pensar qué hacer una vez que deje de someterse a la disciplina de su entrenador Glen Mills. Las ideas de ser actor o jugar al fútbol forman parte de sus extravagancias. Más sentido tiene lo que apuntó en Río: “me imagino que estaré cerca del atletismo, inspirando a los jóvenes. Sé que el deporte me necesita”. (DPA)
Sus récords mundiales en 100 y 200 metros y su década hegemónica en el sprint le permiten reclamar sin rubor su lugar en el Olimpo, pero Bolt tiene además algo que lo hace diferente: un carisma que lo convierte en uno de los deportistas más adorado del planeta. “Ahí lo tienen, soy el más grande”, subrayó el jamaicano tras su triunfo en la posta 4x100, lo que consumaba su triplete dorado al repetir en Río la gesta de Pekín 2008 y Londres 2012.
No importa lo que diga, a Bolt se le perdona todo. Sus fanfarronerías suenan incluso simpáticas. El estadio lo idolatra e incluso los periodistas le persiguen por la zona de entrevistas en busca de una selfie. “Es cierto que en la actualidad el atletismo depende mucho de él”, admitió el ex atleta cubano Javier Sotomayor, aún plusmarquista mundial de salto en alto.
“Sin proponérselo, Bolt ya está preparando al atletismo para el futuro sin él. Porque en estas últimas temporadas ha competido poco. Tres, cuatro, a lo sumo cinco veces al año”, agregó Sotomayor.
El atletismo necesita nuevas estrellas, pero no parece fácil que surja una figura con el influjo del jamaicano. Los dirigentes de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo celebraron con frenesí en la grada del Estadio Olímpico de Engenhao el récord mundial de Wayde Van Niekerk en los 400 metros. El sudafricano batió la vieja marca de otra gran estrella, Michael Johnson, y la dejó al borde de la barrera de los 43 segundos (43,03). Pero ni la vuelta al estadio tiene el “sex-appeal” de los sprints ni Van Niekerk, un hombre sereno y comedido, domina la escena como Bolt.
El canadiense André De Grasse, de 21 años, podría heredar en cuatro años el trono del caribeño en los 100 y 200 metros. La pregunta es si tiene la fuerza para sostener la regularidad de Bolt durante una década en la que, además de nueve oros olímpicos, logró 11 títulos mundiales.
“¿Que qué voy a hacer? No tengo ni idea. Me están estresando todo el tiempo con eso”, respondió Bolt a los periodistas durante su última semana olímpica.
No es el único que debe estar estresado. Ni la IAAF ni su manager ni su marca patrocinadora quieren perder a un hombre que es una mina de oro, pero el “finally over” (finalmente se acabó) que pronunció el viernes deja claro que Bolt quiere descansar.
Su adiós definitivo está aún por definirse. Podría ser en el Mundial de Londres en 2017, pero a los 30 años (los cumple hoy), el jamaicano debe pensar qué hacer una vez que deje de someterse a la disciplina de su entrenador Glen Mills. Las ideas de ser actor o jugar al fútbol forman parte de sus extravagancias. Más sentido tiene lo que apuntó en Río: “me imagino que estaré cerca del atletismo, inspirando a los jóvenes. Sé que el deporte me necesita”. (DPA)