“Un poncho, quiero mi poncho, ¿dónde consigo un poncho? El poncho, el poncho, el poncho. No me voy de Tucumán sin mi poncho”, decía el mendocino Juan Manuel Orfila mientras recorría casi con histeria el paseo histórico los días previos al 9 de julio. El jueves 7 todavía quedaban algunas opciones en las tiendas de productos regionales de la zona de la Casa Histórica, pero cuando llegó el día del Bicentenario ya estaban agotados. Terminó encontrando su poncho tucumano en el puesto de El Indio, camino a los Valles, porque los pocos que quedaban en la ciudad no lo convencían.
Ya han pasado varios días del Día de la Independencia, y todavía quedan turistas que rebotan en las tiendas de regionales porque no quedan ponchos tucumanos. “Yo tenía uno salteño, pero no lo encuentro y ahora quiero el de Tucumán”, contó Fernando Rospide, un porteño que vive desde hace unos años en nuestra provincia porque acá encontró el amor, Cristina Ibarra. Ella mira la Casa Histórica y todavía tiene a flor de piel la emoción del 8 de julio a la noche, con los gauchos, el Himno y todo el mundo vestido con ponchos. “Creo que todo esto ha exaltado el espíritu nacional, era impresionante la cantidad de gente con ponchos tucumanos, salteños y argentinos esa noche”, dice Cristina con los ojos vidriosos.
Entre el aluvión de turistas que llegó para el Congreso Eucarístico Nacional -en junio-, los que llegaron a vivir los festejos del Bicentenario y los numerosos desfiles gauchos que hubieron y habrán durante todo el año, encontrar ese abrigo típico de estas tierras se ha vuelto una misión casi imposible. “El tema es que el poncho, que antes era más bien un objeto que se llevaban de recuerdo, de souvenir o de regalo, este año pasó a ser usado como la prenda de vestir que es. Ahora lo compran y se lo llevan puesto”, festejó Julio Correa, de uno de los negocios ubicados frente a la Casa Histórica.
“Este año hay una fiebre por el tucumano. En otras temporadas era el poncho salteño, que se puso de moda gracias al Chaqueño Palavecino (folclorista de esa provincia)”, agregó Correa. Según su experiencia, los más tradicionalistas buscan el poncho pesado, el que sirve verdaderamente de abrigo y que generalmente se confecciona de forma artesanal en telar. Pero también hay quienes se llevan un poncho industrial, más liviano y que abriga menos, y que luce muy bien.
Quienes estaban en problemas durante un recorrido que hizo LA GACETA eran Turiano Guerra y Juanita, de Tucumán, miembros de las agrupaciones gauchas Victoriano Caro y General Manuel Belgrano, respectivamente. “Necesitamos varios para la gente de las agrupaciones porque este año hay desfiles en todos lados. Está costando conseguir”, dijo Guerra, quien se llevó dos y dejó encargados dos más.
“Marrón por la tierra, bordó por la sangre derramada de los pueblos originarios. Esos son los colores del poncho tucumano, pero según los hilados que se consigan esos colores varían”, señaló Juanita, profesora de guitarra y orgullosa gaucha que integró la Guardia de Honor de la Virgen de La Merced durante los festejos del Bicentenario.
“La mayoría de los ponchos industriales vienen de Alta Gracia, Córdoba, pero nos llegan pocos y se los llevan rápido. El año pasado hubo muy pocos porque no se conseguía el hilado, que es una lana de oveja, y no se podía producir”, contó José Figueroa, encargado de una casa de regionales. Ahí esperaban que para ayer u hoy llegaran unos 20 ponchos más para reponer, pero seguramente volarían rapidísimo.
Fue oficializado en 1975 y recomocido por ley en 2004
El poncho tucumano fue oficializado en 1975 tras una larga investigación que realizó durante la década del 60 y comienzos de los años 70 Leopoldo Guillermo Cúneo, propietario de una conocida casa de artículos regionales y entusiasta de la arqueología. Cúneo realizó varios viajes a los Valles Calchaquíes para entrevistarse con lugareños, y fue encontrando coincidencias en que el poncho que se usaba en estas tierras era de color “tirando a vicuña” y que tenía guardas bordó. Con sus investigaciones realizó una presentación en la entonces Secretaría de Difusión y Turismo en 1972, que estaba a cargo de Miguel Angel Cosiansi, lo que derivó en la oficialización de 1975. El 15 de julio de ese año, en la V Feria Artesanal de Tucumán, el poncho fue presentado y en esa ocasión lo lució Vicente Caro, quien fue presidente durante muchos años de la Agrupación Tradicionalista Gregorio Aráoz de La Madrid.
“Hasta principios de los 90 -cuenta Juanita de Tucumán, estudiosa de estos temas- los Caro lo usaban en los desfiles gauchos, pero lo pedían prestado del Museo Folclórico porque no había más que uno. Entonces una de las veces que lo pidió, Vicente Caro mandó a hacer 200 ponchos y luego 200 más, y así comenzó a difundirse, porque antes lo habitual era usar el poncho salteño”, sostiene la folclorista.
El 15 de julio de 2004, 29 años después de aquella oficialización, la Legislatura sancionó una ley en la que se establecieron las características que debe tener el poncho y que son similares a las que propuso Cúneo. La ley dice que la prenda debe ser:
- De forma rectangular con una abertura longitudinal en el centro y con flecos en su alrededor.
- Su color será castaño, con una franja gruesa y dos finas de color bordó a los costados, al igual que el cuello y la fina franja alrededor de la prenda.
Con la industrialización del poncho el color castaño se convirtió en “camel” y el bordó en “sangre de buey”. “Hay una variedad muy amplia de colores, es muy difícil encontrar uno industrial que sea de los colores originales”, lamentó Juanita de Tucumán.
El artículo 2 de la ley, además, estableció como Día del Poncho Tucumano la fecha en el que se promulgó la norma, lo que sucedió finalmente el 2 de agosto.