08 Julio 2016
LA HORA DE LA MÚSICA. Lito Vitale, Patricia Sosa y Juan Carlos Baglietto actuaron en la Mate de Luna. LA GACETA / JUAN PABLO SÁNCHEZ NOLI
El primero en llegar fue el anfitrión. Luciendo un traje impecable y una sonrisa idéntica a la que propagó desde los afiches el año pasado, el intendente, Germán Alfaro, arribó media hora antes del acto, caminando entre los puestos de comidas ubicados en la avenida Mate de Luna. El resto de las autoridades apareció sobre la hora. Luego de los abrazos y los besos de rigor, 10 minutos después de las 20, todos cantaron el Himno, siguiendo al grupo Musas. Parado entre Alfaro y el titular del Plan Belgrano, José Cano, el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, parecía un gigante.
Luego de la bendición del arzobispo, Alfredo Zecca, el intendente fue el encargado de despedir la cápsula enterrada con mensajes de tucumanos, que será abierta en julio de 2116. Al comenzar su discurso, admitió; “esto superó nuestras expectativas”; y saludó a cada una de las autoridades. Al vicegobernador, Osvaldo Jaldo, incluso lo llamó “el compañero”. Los aplausos más fuertes fueron recogidos por Cano y por Domingo Amaya.
“Esta es la provincia más chica pero tenemos un enorme corazón. Dejamos sangre y vida por esta Nación”, agregó Alfaro, mientras un dron sobrevolaba el escenario. Luego destacó que el desafío en este Bicentenario es acabar con la corrupción. Apenas siete minutos duró su discurso, plagado de datos históricos.
Con el gobernador Juan Manzur siguió la hora de la gentileza política. Lejos de recordar las diferencias, afirmó: “la decisión de levantar este monumento fue brillante” e incluso le dedicó una caricia a Prat Gay, a quien llamó “querido Alfonso”.
“En la cápsula depositamos nuestros sueños y esperanzas. Nos espera un futuro de grandeza. Les pido de corazón que salgamos a la calle, a recibir a los que nos visitan y a nuestro presidente (Mauricio Macri) con lo único que nos une, la bandera argentina”, señaló. Su tono recordó a aquellos encendidos discursos que brindó en campaña para llegar a la Casa de Gobierno, y que abandonó una vez que se puso la banda. Tampoco habló demasiado. Apenas le dedicó nueve minutos al micrófono.
“Nunca más”
El último orador, el ministro de Hacienda, empleó menos decibeles que el gobernador, pero habló con dureza. No tomó nota de los elogios que se prodigaron Manzur y Alfaro, y cargó las tintas contra el kirchnerismo sin mencionarlo. Luego de hacer sonrojar a las señoras más pudorosas con un comentario (“fui concebido en Tucumán”), dijo que venía a traer el mensaje del Presidente.
Las cadenas rotas del monumento le sirvieron de disparador. “Nos quedan cadenas por romper. Las cadenas de la división. Nunca más dibujemos la realidad con estadísticas que ni nosotros creemos. Nunca más a la corrupción, ni a las bolsas, ni a los escándalos”, vociferó, una vez envalentonado. E incluso tuvo que frenar sus palabras cuando un coro de cientos de personas lo acompañó cantando “nunca más”. La potencia del acontecimiento disimuló su yerro cuando le agradeció al intendente la invitación y lo llamó “querido Gerardo”.
Luego, un grupo de vecinos cortó la cinta y los fuegos artificiales ganaron el cielo al oeste del monumento. Volvieron los abrazos entre los gobernantes, las sonrisas para los flashes de cientos de fotógrafos y la “invasión” de la avenida por parte de la multitud ansiosa por ver el show musical.
Con el gobernador Juan Manzur siguió la hora de la gentileza política. Lejos de recordar las diferencias, afirmó: “la decisión de levantar este monumento fue brillante” e incluso le dedicó una caricia a Prat Gay, a quien llamó “querido Alfonso”.
“En la cápsula depositamos nuestros sueños y esperanzas. Nos espera un futuro de grandeza. Les pido de corazón que salgamos a la calle, a recibir a los que nos visitan y a nuestro presidente (Mauricio Macri) con lo único que nos une, la bandera argentina”, señaló. Su tono recordó a aquellos encendidos discursos que brindó en campaña para llegar a la Casa de Gobierno, y que abandonó una vez que se puso la banda. Tampoco habló demasiado. Apenas le dedicó nueve minutos al micrófono.
“Nunca más”
El último orador, el ministro de Hacienda, empleó menos decibeles que el gobernador, pero habló con dureza. No tomó nota de los elogios que se prodigaron Manzur y Alfaro, y cargó las tintas contra el kirchnerismo sin mencionarlo. Luego de hacer sonrojar a las señoras más pudorosas con un comentario (“fui concebido en Tucumán”), dijo que venía a traer el mensaje del Presidente.
Las cadenas rotas del monumento le sirvieron de disparador. “Nos quedan cadenas por romper. Las cadenas de la división. Nunca más dibujemos la realidad con estadísticas que ni nosotros creemos. Nunca más a la corrupción, ni a las bolsas, ni a los escándalos”, vociferó, una vez envalentonado. E incluso tuvo que frenar sus palabras cuando un coro de cientos de personas lo acompañó cantando “nunca más”. La potencia del acontecimiento disimuló su yerro cuando le agradeció al intendente la invitación y lo llamó “querido Gerardo”.
Luego, un grupo de vecinos cortó la cinta y los fuegos artificiales ganaron el cielo al oeste del monumento. Volvieron los abrazos entre los gobernantes, las sonrisas para los flashes de cientos de fotógrafos y la “invasión” de la avenida por parte de la multitud ansiosa por ver el show musical.
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