07 Julio 2016
EL DESFILE DE LA GUARDIA DE HONOR. Observan la escena (desde la izq.) el senador Pinedo, la vicepresidenta Michetti, el gobernador Manzur, el vicegobernador Jaldo y el diputado Monzó. prensa legislatura
En un miércoles con sol esplendoroso, los representantes del pueblo volvieron a la morada que 200 años atrás alojó al Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Senadores y diputados nacionales, y legisladores y autoridades políticas provinciales confluyeron en la Casa Histórica, donde el único orador fue el gobernador Juan Manzur.
Más de 200 representantes del pueblo se apretujaron como pudieron. La convivencia fue caótica, como si se tratara de un reflejo en pequeña escala de la Argentina. De nada ayudó llegar temprano a la Casa Histórica: a la hora de posar para la fotografía, muchos ni se enteraron. El gentío dificultó la circulación en la vivienda de Francisca Bazán de Laguna, cuyas habitaciones se llenaron de parlamentarios nostálgicos. ¿Quién no dibujó la casita alguna vez?
El patio de los bajorrelieves de Lola Mora cobijó la ceremonia protocolar y el almuerzo criollo. Manzur; el vicegobernador Osvaldo Jaldo; la vicepresidenta Gabriela Michetti; el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, y Emilio Monzó, presidente de la Cámara Baja, encabezaron el acto, que muchos parlamentarios presenciaron de pie -al igual que las figuras del kirchnerismo, el senador José Alperovich faltó al homenaje en la Casa Histórica-. Después de izar la bandera al son del himno nacional, Manzur saludó a “Gabriela, a Emilio y al doctor Pinedo”, y subrayó el carácter inédito del encuentro. “¡Viva la patria!”, gritó. “¡Viva!”, le respondieron. Luego quedó habilitado el libro de visitantes ilustres -Juan Manuel Abal Medina cerró la fila larga de firmantes- y comenzaron a circular las empanadas de rigor. Entonces el mundo se dividió entre los tertulianos de la política, y los que cayeron rendidos a los encantos folclóricos de Nancy Pedro y Martín Páez de la Torre.
Más de 200 representantes del pueblo se apretujaron como pudieron. La convivencia fue caótica, como si se tratara de un reflejo en pequeña escala de la Argentina. De nada ayudó llegar temprano a la Casa Histórica: a la hora de posar para la fotografía, muchos ni se enteraron. El gentío dificultó la circulación en la vivienda de Francisca Bazán de Laguna, cuyas habitaciones se llenaron de parlamentarios nostálgicos. ¿Quién no dibujó la casita alguna vez?
El patio de los bajorrelieves de Lola Mora cobijó la ceremonia protocolar y el almuerzo criollo. Manzur; el vicegobernador Osvaldo Jaldo; la vicepresidenta Gabriela Michetti; el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, y Emilio Monzó, presidente de la Cámara Baja, encabezaron el acto, que muchos parlamentarios presenciaron de pie -al igual que las figuras del kirchnerismo, el senador José Alperovich faltó al homenaje en la Casa Histórica-. Después de izar la bandera al son del himno nacional, Manzur saludó a “Gabriela, a Emilio y al doctor Pinedo”, y subrayó el carácter inédito del encuentro. “¡Viva la patria!”, gritó. “¡Viva!”, le respondieron. Luego quedó habilitado el libro de visitantes ilustres -Juan Manuel Abal Medina cerró la fila larga de firmantes- y comenzaron a circular las empanadas de rigor. Entonces el mundo se dividió entre los tertulianos de la política, y los que cayeron rendidos a los encantos folclóricos de Nancy Pedro y Martín Páez de la Torre.
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